El extremismo ideológico de EE UU secuestra la economía
Esta será una semana decisiva para la estabilidad financiera mundial
ANTONIO CAÑO / EL PAÍS
Al entrar en una semana que puede resultar decisiva para la estabilidad de la economía mundial, los principales implicados en la negociación para evitar la suspensión de pagos por parte de Estados Unidos siguen incapaces de encontrar una solución capaz de satisfacer las demandas de los republicanos en el Congreso.
Ni todos los anuncios sobre el desastre nacional e internacional que supondría declararse en quiebra, ni el peligro de que los electores norteamericanos castigasen a los responsables de haberlo causado, han desalentado a los congresistas del Tea Party, que son de otra pasta y no se avienen a las razones de la política tradicional. Preferimos perder las elecciones a dejar que el país siga endeudándose, han declarado varios de los republicanos más radicales.
Como prueba del extremismo de ese sector, y también de su escaso conocimiento, The New York Times citaba ayer uno de los debate internos del grupo parlamentario republicano durante la semana pasada. Mientras Eric Cantor, duro conservador y líder de ese grupo en la Cámara de Representantes, defendía recortar el gasto público en cinco billones de dólares en una década, algunos de sus compañeros aún más radicales preguntaban por qué no se hacía ese recorte en solo dos años, ignorando que cinco billones de dólares es poco menos que todo el gasto público en ese periodo.
Frente a posturas así es difícil encontrar una solución, máxime cuando ni siquiera la reducción de cinco billones en 10 años es realista en estos momentos. Ni cinco ni cuatro ni tres ni dos. En este momento no hay una posibilidad realista de un acuerdo para reducir el déficit de forma sustantiva, puesto que los republicanos quieren hacerlo sin subir los impuestos y los demócratas no aceptan tocar el gasto social sin aumentar las cargas fiscales de los más pudientes. Sin un acuerdo para la reducción del déficit, los republicanos se niegan a permitir que el Gobierno asuma la nueva deuda que necesita para pagar sus cheques y sus fondos. Sin esa nueva deuda, Estados Unidos entrará en quiebra a partir del 2 de agosto.
Existen estos días contactos y conversaciones entre las fuerzas moderadas de ambos partidos para encontrar una salida. Por el momento, públicamente, todos los pasos anunciados para los próximos días agudizarán la tensión. El martes, la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, votará una enmienda constitucional para prohibir los presupuestos deficitarios. Es una medida que no tiene ninguna posibilidad de pasar en el Senado, controlado por los demócratas, que a su vez pretenden otra votación testimonial el miércoles para darle a Barack Obama la autoridad para endeudarse. Esa votación no sería respaldada por la Cámara.
La economía mundial se encuentra, pues, en vilo y secuestrada por un extremismo ideológico que nadie sabe hasta dónde puede llegar.
Esta será una semana decisiva para la estabilidad financiera mundial
ANTONIO CAÑO / EL PAÍS
Al entrar en una semana que puede resultar decisiva para la estabilidad de la economía mundial, los principales implicados en la negociación para evitar la suspensión de pagos por parte de Estados Unidos siguen incapaces de encontrar una solución capaz de satisfacer las demandas de los republicanos en el Congreso.
Ni todos los anuncios sobre el desastre nacional e internacional que supondría declararse en quiebra, ni el peligro de que los electores norteamericanos castigasen a los responsables de haberlo causado, han desalentado a los congresistas del Tea Party, que son de otra pasta y no se avienen a las razones de la política tradicional. Preferimos perder las elecciones a dejar que el país siga endeudándose, han declarado varios de los republicanos más radicales.
Como prueba del extremismo de ese sector, y también de su escaso conocimiento, The New York Times citaba ayer uno de los debate internos del grupo parlamentario republicano durante la semana pasada. Mientras Eric Cantor, duro conservador y líder de ese grupo en la Cámara de Representantes, defendía recortar el gasto público en cinco billones de dólares en una década, algunos de sus compañeros aún más radicales preguntaban por qué no se hacía ese recorte en solo dos años, ignorando que cinco billones de dólares es poco menos que todo el gasto público en ese periodo.
Frente a posturas así es difícil encontrar una solución, máxime cuando ni siquiera la reducción de cinco billones en 10 años es realista en estos momentos. Ni cinco ni cuatro ni tres ni dos. En este momento no hay una posibilidad realista de un acuerdo para reducir el déficit de forma sustantiva, puesto que los republicanos quieren hacerlo sin subir los impuestos y los demócratas no aceptan tocar el gasto social sin aumentar las cargas fiscales de los más pudientes. Sin un acuerdo para la reducción del déficit, los republicanos se niegan a permitir que el Gobierno asuma la nueva deuda que necesita para pagar sus cheques y sus fondos. Sin esa nueva deuda, Estados Unidos entrará en quiebra a partir del 2 de agosto.
Existen estos días contactos y conversaciones entre las fuerzas moderadas de ambos partidos para encontrar una salida. Por el momento, públicamente, todos los pasos anunciados para los próximos días agudizarán la tensión. El martes, la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, votará una enmienda constitucional para prohibir los presupuestos deficitarios. Es una medida que no tiene ninguna posibilidad de pasar en el Senado, controlado por los demócratas, que a su vez pretenden otra votación testimonial el miércoles para darle a Barack Obama la autoridad para endeudarse. Esa votación no sería respaldada por la Cámara.
La economía mundial se encuentra, pues, en vilo y secuestrada por un extremismo ideológico que nadie sabe hasta dónde puede llegar.
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