José Carreño Carlón /El Universal
Aparte de las graves repercusiones que, de acuerdo con el presidente Calderón, amenazan a México por la crisis de finanzas públicas —y de funcionalidad política— de Estados Unidos, hay, al menos, otros tres temas compartibles aquí de las teleplegarias del viernes y el lunes del presidente Obama.
El expediente mismo de la apelación al público a través de la tele sería un primer tema a cotejar con lo que ocurre en México desde la perspectiva de la comunicación política.
En busca de un acuerdo milagroso entre su precaria mayoría en el Senado y su nutrida oposición mayoritaria en la Cámara de Representantes, la estrategia puesta en marcha por Obama, de ir directamente al público, es un recurso perfeccionado hace 30 años por el presidente republicano Ronald Reagan y sistematizado por Samuel Kernell en su libro Going Public.
En aquel tiempo, el conservador presidente republicano Reagan acudía al público, con mensajes televisados, en franca campaña contra la corriente dominante del Congreso, para lograr que los electores presionaran directamente a los congresistas, como antenoche lo pidió Obama, a favor de las posiciones presidenciales. En aquellos años 80 los congresistas terminaban doblegándose para evitar castigo electoral.
Going Public Región 4
Pero ahora habría que lamentar la dificultad del progresista presidente demócrata Obama para lograr los mismos efectos con sus dos mensajes televisados en tres días, porque —a pesar del dramatismo de sus señalamientos a la oposición republicana— el recurso no funciona en circunstancias en que el Presidente sufre un declive marcado en su popularidad y las posiciones en el Congreso están fuertemente atrincheradas en la polarización. Tampoco lo favorece el calendario, ya que el plazo para aprobar el paquete fiscal que evite una catastrófica suspensión de pagos vence el próximo martes y las siguientes elecciones son a finales del próximo año.
En el cotejo con la realidad mexicana, habría que agregar a las condiciones anteriores de polarización y declive de la aceptación presidencial, el abuso de los mensajes televisados del presidente Calderón, una especie de Going Public Región 4, con poca atención y retención del público y con el riesgo de producir efectos contraproducentes.
Pero más allá de lo exitosa o fallida que pueda resultar la operación en curso del presidente Obama, el segundo tema estadounidense a cotejar con la realidad mexicana es el de una discusión de finanzas públicas que deviene un debate abierto sobre el sistema político y el modelo económico. Allá, los conservadores están a punto de empequeñecer al extremo el papel del gobierno, en beneficio de las grandes empresas y en perjuicio de lo que queda de política social, más o menos lo que Rolando Cordera y Carlos Tello llaman aquí, desde hace 30 años, “la disputa por la nación”.
Funcionales/disfuncionales
Pero hay un tercer tema para el cotejo mexicano con la actual crisis de funcionalidad política en EU. Puede resumirse en la eficaz frase de Obama que traza la diferencia y la tenue frontera entre gobierno dividido —el del Ejecutivo sin mayoría en el Legislativo— y gobierno disfuncional: el que no puede procesar las condiciones del gobierno dividido y ahora está a punto de paralizar al aparato estatal.
Imposible no distinguir aquí un llamado a los electores a castigar a los republicanos y a votar por un gobierno funcional de mayoría demócrata.
Es imposible no trazar aquí un paralelismo con el debate mexicano en que una mescolanza encabezada por el presidente Calderón está a favor de una reforma política que propugna candidaturas independientes, reelecciones, alianzas y gobiernos divididos, frente a un proyecto por el que se descalifica al prospecto presidencial Peña Nieto porque propugna gobiernos de mayoría sin los candados legales con que, se dice, se cierra el paso a la sobrerrepresentación. ¿gobiernos de mayorías o divididos?, ¿funcionales o disfuncionales?
Académico
Aparte de las graves repercusiones que, de acuerdo con el presidente Calderón, amenazan a México por la crisis de finanzas públicas —y de funcionalidad política— de Estados Unidos, hay, al menos, otros tres temas compartibles aquí de las teleplegarias del viernes y el lunes del presidente Obama.
El expediente mismo de la apelación al público a través de la tele sería un primer tema a cotejar con lo que ocurre en México desde la perspectiva de la comunicación política.
En busca de un acuerdo milagroso entre su precaria mayoría en el Senado y su nutrida oposición mayoritaria en la Cámara de Representantes, la estrategia puesta en marcha por Obama, de ir directamente al público, es un recurso perfeccionado hace 30 años por el presidente republicano Ronald Reagan y sistematizado por Samuel Kernell en su libro Going Public.
En aquel tiempo, el conservador presidente republicano Reagan acudía al público, con mensajes televisados, en franca campaña contra la corriente dominante del Congreso, para lograr que los electores presionaran directamente a los congresistas, como antenoche lo pidió Obama, a favor de las posiciones presidenciales. En aquellos años 80 los congresistas terminaban doblegándose para evitar castigo electoral.
Going Public Región 4
Pero ahora habría que lamentar la dificultad del progresista presidente demócrata Obama para lograr los mismos efectos con sus dos mensajes televisados en tres días, porque —a pesar del dramatismo de sus señalamientos a la oposición republicana— el recurso no funciona en circunstancias en que el Presidente sufre un declive marcado en su popularidad y las posiciones en el Congreso están fuertemente atrincheradas en la polarización. Tampoco lo favorece el calendario, ya que el plazo para aprobar el paquete fiscal que evite una catastrófica suspensión de pagos vence el próximo martes y las siguientes elecciones son a finales del próximo año.
En el cotejo con la realidad mexicana, habría que agregar a las condiciones anteriores de polarización y declive de la aceptación presidencial, el abuso de los mensajes televisados del presidente Calderón, una especie de Going Public Región 4, con poca atención y retención del público y con el riesgo de producir efectos contraproducentes.
Pero más allá de lo exitosa o fallida que pueda resultar la operación en curso del presidente Obama, el segundo tema estadounidense a cotejar con la realidad mexicana es el de una discusión de finanzas públicas que deviene un debate abierto sobre el sistema político y el modelo económico. Allá, los conservadores están a punto de empequeñecer al extremo el papel del gobierno, en beneficio de las grandes empresas y en perjuicio de lo que queda de política social, más o menos lo que Rolando Cordera y Carlos Tello llaman aquí, desde hace 30 años, “la disputa por la nación”.
Funcionales/disfuncionales
Pero hay un tercer tema para el cotejo mexicano con la actual crisis de funcionalidad política en EU. Puede resumirse en la eficaz frase de Obama que traza la diferencia y la tenue frontera entre gobierno dividido —el del Ejecutivo sin mayoría en el Legislativo— y gobierno disfuncional: el que no puede procesar las condiciones del gobierno dividido y ahora está a punto de paralizar al aparato estatal.
Imposible no distinguir aquí un llamado a los electores a castigar a los republicanos y a votar por un gobierno funcional de mayoría demócrata.
Es imposible no trazar aquí un paralelismo con el debate mexicano en que una mescolanza encabezada por el presidente Calderón está a favor de una reforma política que propugna candidaturas independientes, reelecciones, alianzas y gobiernos divididos, frente a un proyecto por el que se descalifica al prospecto presidencial Peña Nieto porque propugna gobiernos de mayoría sin los candados legales con que, se dice, se cierra el paso a la sobrerrepresentación. ¿gobiernos de mayorías o divididos?, ¿funcionales o disfuncionales?
Académico
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