jueves, 28 de julio de 2011

REFLEXIONES DESDE UNA EUROPA ENFERMA

Francisco Suárez Dávila / El Universal
“No sabemos lo que pasa y eso es lo que pasa”(Ortega y Gasset)
En las últimas semanas hemos recorrido una buena parte de Europa, desde el Báltico hasta Madrid, celebrando entrevistas interesantes. Estas son mis principales impresiones: Europa está enferma, aunque sea enfermedad de países ricos. El fuerte virus que afecta al sistema económico llevó al euro al borde del abismo y fue salvado por el liderazgo derivado del Acuerdo franco-alemán del jueves 22. Poco duró el gozo, al día siguiente atacó dramáticamente el virus, síntoma de la enfermedad social: el trágico doble acto terrorista de Noruega ejecutado no por morenos, barbudos islamistas de Al-Qaeda, sino por Breivik, un rubio vikingo de extrema derecha, originario del país con uno de los mejores niveles educativos y de bienestar social.
Hay una crisis de gobernabilidad y de liderazgo. La mayor parte de Europa está dirigida por gobiernos provisionales o a punto de renovarse. Las coaliciones, sean racionales o hechizas, dominan. Bélgica, como botón de muestra lleva casi dos años sin gobierno e intenta una coalición de seis partidos: tres flamencos y tres walones. Las perspectivas no son alentadoras. En España Rodríguez Zapatero se eclipsa para ser probablemente sustituido por el primitivismo de Rajoy.
Crisis de valores. Brotan los escándalos en todas partes. En Italia, el inefable Berlusconi, sujeto a juicio; en España, renuncia el presidente de la Generalitat de Valencia por presunto cohecho; el primer ministro inglés, Cameron, recién estrenado, recibe un duro golpe por su contubernio con el imperio mediático de Murdoch; Francia pierde a un eminente candidato socialista, DKS, por presuntos abusos sexuales.
La consecuencia es el gran desprestigio de los partidos políticos, de los medios y las relaciones incestuosas entre ambos. Se produce un gran divorcio con la ciudadanía que busca nuevas formas de organización, como lo han evidenciado los “indignados” españoles, que reclaman “no es la crisis, es el sistema”. Su agenda es el desempleo de jóvenes y la migración ilegal, no el euro. Por ello se fortalecen los partidos de extrema izquierda.
Alemania puede ser la excepción, con una vitalidad derivada de un modelo a la “antigüita”, sustentado en la frugalidad fiscal, una apuesta a una industria competitiva y una masiva inversión en infraestructura, lo mismo modernizando Alemania del Este, que el puerto de Hamburgo, generando un crecimiento elevado y superávit comercial.
Frente a las enfermedades está el surgimiento de algunos inicios de antídotos renovadores. El Acuerdo del euro es uno de ellos. Aunque les llevó un año negociar un recetario que Gurría, Silva Herzog o Aspe les hubieran recomendado desde un principio, es un proyecto integral que afecta distintos frentes. Reconoce que al virus mayor había que detenerlo en Grecia para evitar que la epidemia contagiase a otros países. Se atacó la insolvencia financiera con fuertes dosis de medicina: 110 mil millones de euros, que duplicando la inyección del primer rescate llegan a más de 200 mil millones, frente a los 20 mil que México recibió en 1994.
Se reestructura la deuda con extensión de plazos de siete a más de 15 años, y baja de tasa de interés a 3.5% sobre la deuda oficial. Se obliga “voluntariamente” a los acreedores a hacer una reducción del valor de sus créditos, de alrededor de 20%, con lo cual se configura un default parcial. También vitaminas preventivas a los otros países apoyados: Portugal e Irlanda, que reciben también mejores condiciones sobre su deuda oficial. Se iniciarán cambios institucionales, como dijo Sarkozy, creando las bases de un FMI europeo y un salto cualitativo de reformas, ampliando las funciones del actual Fondo de Estabilidad Europeo. Se reconoce que debe impulsarse el crecimiento. Inicialmente se habló de un Plan Marshall para Grecia, pero se diluyó a un más modesto compromiso de mayor uso de los fondos estructurales de la Unión Europea. No soluciona todo, pero es el inicio de una solución.
Clave en esto es la relación entre deuda y crecimiento. El brutal sobreendeudamiento de más de 100% del PIB asfixia al crecimiento. Entre las causas están los regímenes de protección social no financiables con jubilación temprana, pensión elevada en relación al sueldo último y bajas cotizaciones. Sin crecimiento tampoco se sale de la deuda.
Esto tiene profundas repercusiones sobre la economía mundial. Toda Europa inicia periodos de ajuste fiscal, también tarde o temprano lo hará Estados Unidos. Esto significa crecimientos no superiores a 2%. Será la década del “estancamiento reajustador”.
Por ello se cita frecuentemente la frase del canciller sueco Oxestierna del siglo XVII: “Te sorprenderías, hijo mío, con qué poca sabiduría se gobierna a los pueblos”.


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