Juan Ramón de la Fuente / El Universal
Recientemente la Universidad Complutense de Madrid me invitó a dirigir uno de sus cursos de verano sobre América Latina, Temas para una Agenda Alternativa. Participaron lo mismo el director del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que un ex presidente del gobierno de España, los embajadores de México, Chile, Colombia y Brasil; un ex candidato al gobierno de Chile, un ex canciller mexicano, así como el secretario general de Iberoamérica, entre otros. Espléndido elenco.
En Madrid, con todo y crisis, y sobre todo en este tipo de eventos, se habla claro y en voz alta, sin tapujos; y se asumen, responsablemente, las consecuencias de lo que uno dice o prefiere callar.
A la última sesión de la intensa y productiva jornada, invité a un grupo de estudiantes acampados en la Puerta del Sol, integrantes del 15-M, quienes por supuesto, pusieron como condición no ser considerados representantes o representativos de su colectivo, apartidista, asambleario, y en el que participan también personas mayores “sin curro, sin casa y sin pensión”. No tienen líderes definidos; representan eso sí, el descontento general. Son los indignados.
La Puerta del Sol es, en cierto modo, el corazón de Madrid, y su latido se extiende, en consecuencia, no sólo a toda España sino también a Iberoamérica. El movimiento es pacífico pero el lenguaje es duro. Tan duro como el que se puede escuchar en Túnez, en Siria o en la caravana por la paz en México.
Javier, de rostro adusto y voz grave, abre fuego: “Vivo con mi pareja, en esta mesa no tengo nombre, y en esta vida no tengo nada. Ni siquiera decido lo que se hace en mi barrio. No entraré a la jaula del liberalismo, aunque fuera de la jaula nos aseguran que no hay nada. Ese es el argumento falaz, por eso te dicen ‘si quieres irte, vete’. Muchos nunca se atreven a irse”.
Eduardo, por su parte, empieza exigiendo un “boli” para tomar nota de lo que —anticipa— serán cuestionamientos y descalificaciones al movimiento. Un egipcio en la Plaza Tahrir, y un español en la Plaza del Sol tienen los mismos ideales. La dictadura de Mubarak en Egipto es la dictadura de los mercados en España. “Ellos (los políticos) y nosotros (la sociedad) no tenemos puntos de contacto. No aceptamos ser la generación nini. Esa expresión sólo existe en el lenguaje de los neoliberales, los mismos que criminalizan nuestras reivindicaciones”.
Maitane, con voz más pausada, inquebrantable, reitera: “El movimiento es pacífico, la organización se basa en asambleas donde se toman las decisiones. No nos fiamos de los partidos políticos, no nos representan. Representan los intereses financieros a los que son sumisos”. Aunque no estaba muy dispuesta a interpelaciones, éstas surgieron una y otra vez, como era de esperarse en un seminario universitario. No todos los asistentes comparten la estrategia del movimiento, pero no hay duda: el 15-M cuenta con amplias simpatías. Un sondeo de Metroscopia el mes pasado, mostró que cerca de 80% de la población española cree que las protestas están justificadas.
“Yo estuve presa en Colombia y al final no logramos absolutamente nada”, comentó una estudiante que narró parte de su biografía militante. “Su movimiento —dijo a los otros participantes— es tan respetable como inútil”.
“En Chile —habla otra voz— llevamos años protestando y nada detiene la comercialización de la educación. Hay que ganar el Congreso para cambiar las leyes. Las decisiones de facto, en la asamblea, pueden ser legítimas pero no tienen impacto en la vida real”.
Javier, Eduardo y Maitane preparan la réplica: “Nosotros hemos planteado una reforma electoral, proponemos el referéndum vinculante para proteger nuestros derechos y abrir canales de participación directa; queremos una banca pública y un alquiler social universal”. En España hay cuatro millones de viviendas vacías, con hipotecas “basura”, impagables.
“Las ideas de los dominantes (los bancos, el FMI, los poderes fácticos, pues) no necesariamente son dominantes, a menos que dejemos que lo sean”, rematan indignados los indignados. “Somos un movimiento de masas, horizontal, a-par-ti-dis-ta”, subrayan. “Estamos dispuestos a todo con tal de recuperar nuestros derechos sociales”.
Termina el diálogo-debate. No se trató de convencer sino de escuchar. Los acampados en Plaza del Sol la convirtieron en el ágora de una sociedad que los políticos no pueden darse el lujo de ignorar ni reprimir. El Poder tradicional ha sido ya éticamente derrotado.
¿Influyó el movimiento 15-M en el resultado de las elecciones?, pregunté al final del encuentro. Para nada, concluyeron categóricos. Desde su perspectiva, el triunfo de la derecha no fue más que la prueba de la crisis ideológica de la izquierda. ¿Será?
*Presidente de la Asociación Internacional de Universidades
Recientemente la Universidad Complutense de Madrid me invitó a dirigir uno de sus cursos de verano sobre América Latina, Temas para una Agenda Alternativa. Participaron lo mismo el director del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que un ex presidente del gobierno de España, los embajadores de México, Chile, Colombia y Brasil; un ex candidato al gobierno de Chile, un ex canciller mexicano, así como el secretario general de Iberoamérica, entre otros. Espléndido elenco.
En Madrid, con todo y crisis, y sobre todo en este tipo de eventos, se habla claro y en voz alta, sin tapujos; y se asumen, responsablemente, las consecuencias de lo que uno dice o prefiere callar.
A la última sesión de la intensa y productiva jornada, invité a un grupo de estudiantes acampados en la Puerta del Sol, integrantes del 15-M, quienes por supuesto, pusieron como condición no ser considerados representantes o representativos de su colectivo, apartidista, asambleario, y en el que participan también personas mayores “sin curro, sin casa y sin pensión”. No tienen líderes definidos; representan eso sí, el descontento general. Son los indignados.
La Puerta del Sol es, en cierto modo, el corazón de Madrid, y su latido se extiende, en consecuencia, no sólo a toda España sino también a Iberoamérica. El movimiento es pacífico pero el lenguaje es duro. Tan duro como el que se puede escuchar en Túnez, en Siria o en la caravana por la paz en México.
Javier, de rostro adusto y voz grave, abre fuego: “Vivo con mi pareja, en esta mesa no tengo nombre, y en esta vida no tengo nada. Ni siquiera decido lo que se hace en mi barrio. No entraré a la jaula del liberalismo, aunque fuera de la jaula nos aseguran que no hay nada. Ese es el argumento falaz, por eso te dicen ‘si quieres irte, vete’. Muchos nunca se atreven a irse”.
Eduardo, por su parte, empieza exigiendo un “boli” para tomar nota de lo que —anticipa— serán cuestionamientos y descalificaciones al movimiento. Un egipcio en la Plaza Tahrir, y un español en la Plaza del Sol tienen los mismos ideales. La dictadura de Mubarak en Egipto es la dictadura de los mercados en España. “Ellos (los políticos) y nosotros (la sociedad) no tenemos puntos de contacto. No aceptamos ser la generación nini. Esa expresión sólo existe en el lenguaje de los neoliberales, los mismos que criminalizan nuestras reivindicaciones”.
Maitane, con voz más pausada, inquebrantable, reitera: “El movimiento es pacífico, la organización se basa en asambleas donde se toman las decisiones. No nos fiamos de los partidos políticos, no nos representan. Representan los intereses financieros a los que son sumisos”. Aunque no estaba muy dispuesta a interpelaciones, éstas surgieron una y otra vez, como era de esperarse en un seminario universitario. No todos los asistentes comparten la estrategia del movimiento, pero no hay duda: el 15-M cuenta con amplias simpatías. Un sondeo de Metroscopia el mes pasado, mostró que cerca de 80% de la población española cree que las protestas están justificadas.
“Yo estuve presa en Colombia y al final no logramos absolutamente nada”, comentó una estudiante que narró parte de su biografía militante. “Su movimiento —dijo a los otros participantes— es tan respetable como inútil”.
“En Chile —habla otra voz— llevamos años protestando y nada detiene la comercialización de la educación. Hay que ganar el Congreso para cambiar las leyes. Las decisiones de facto, en la asamblea, pueden ser legítimas pero no tienen impacto en la vida real”.
Javier, Eduardo y Maitane preparan la réplica: “Nosotros hemos planteado una reforma electoral, proponemos el referéndum vinculante para proteger nuestros derechos y abrir canales de participación directa; queremos una banca pública y un alquiler social universal”. En España hay cuatro millones de viviendas vacías, con hipotecas “basura”, impagables.
“Las ideas de los dominantes (los bancos, el FMI, los poderes fácticos, pues) no necesariamente son dominantes, a menos que dejemos que lo sean”, rematan indignados los indignados. “Somos un movimiento de masas, horizontal, a-par-ti-dis-ta”, subrayan. “Estamos dispuestos a todo con tal de recuperar nuestros derechos sociales”.
Termina el diálogo-debate. No se trató de convencer sino de escuchar. Los acampados en Plaza del Sol la convirtieron en el ágora de una sociedad que los políticos no pueden darse el lujo de ignorar ni reprimir. El Poder tradicional ha sido ya éticamente derrotado.
¿Influyó el movimiento 15-M en el resultado de las elecciones?, pregunté al final del encuentro. Para nada, concluyeron categóricos. Desde su perspectiva, el triunfo de la derecha no fue más que la prueba de la crisis ideológica de la izquierda. ¿Será?
*Presidente de la Asociación Internacional de Universidades
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