Fernando Zunzunegui / El País
Todos
conocemos lo que es un prospecto, la información escrita que acompaña a los
medicamentos. Una hoja que nos informa con claridad del producto y de sus
riesgos. Protege nuestra salud. Sin embargo, no hay una medida equivalente para
proteger nuestro patrimonio.
Es verdad
que para los productos financieros existen folletos de cientos de páginas, que
además se encuentran controlados y registrados por la CNMV. Pero hay una
diferencia. El prospecto médico protege al usuario, sin embargo el folleto
bursátil se ha convertido en la práctica en un mecanismo de protección del
fabricante frente al inversor. Es un escudo frente al cliente. Lo vemos en
Bankia. La mejor defensa de Rato y Goirigolzarri frente a los accionistas que reclaman
sus ahorros es la existencia del folleto de salida a Bolsa.
"Haber leído el folleto"
El
folleto de Bankia contenía una descripción de todos los riesgos, tanto de los
previsibles como de los imprevisibles, de tal modo que cubría a los colocadores
ante cualquier eventualidad. La CNMV lo confirma con las preferentes. Todo es
legal, nos dice. Todo estaba en los folletos de emisión de las participaciones
preferentes. Y si el inversor va a juicio, le repetirán una y otra vez, que
debía haber leído el folleto. Que ha sido su falta de diligencia al no leer
lo que le ha causado la pérdida. Poco importa que alegue que la lectura del
folleto, con sus tecnicismos, resulta tarea imposible para el inversor
minorista, que lo no se entiende y que si no entendemos lo más racional es
dejar la lectura.
El
folleto sigue siendo la piedra angular de la protección al inversor, el
principal vehículo de la información. Al inversor se le protege con la
transparencia, pero los folletos están redactados en un lenguaje incomprensible
para el inversor minorista. Sólo sirven para cumplir las formalidades y
prevenir las reclamaciones. Cada vez son más largos. En uno de Madoff hasta se
advertía de la posibilidad de que el dinero se entregara a un intermediario que
cometiera fraude. De tal modo que el emisor pudiera se basara en el folleto
para salvar su responsabilidad. Con este sistema, prolifera el engaño y la
desprotección del inversor. Lehman, islandeses, Madoff, preferentes, nos
indican que abundan los casos de colocación inadecuada de productos
financieros, cada vez más complejos y de riesgos más elevados. Los ahorradores
se ven sorprendidos por riesgos no advertidos. Los folletos no sirven para
avisar al inversor de los riesgos y son utilizados por los emisores para eximir
su responsabilidad.
La Comisión Europea crea el DIC
Ante esta
situación la Comisión Europea ha decidido dar un vuelco a la información
financiera. Y acude al modelo del prospecto médico. Se propone simplificar los
folletos, y obligar a todo fabricante de productos financieros a acompañarlos
de un prospecto de una hoja. Se trata de crear un documento de información
clave (DIC), que informe al inversor del contenido del producto, tanto de
su remuneración como del riesgo de perder sus ahorros. De este modo el inversor
podrá visualizar rápidamente tanto las ventajas como los inconvenientes del
producto y podrá comparar unos productos con otros, para poder seleccionar el
más adecuado a su perfil.
Este
documento informativo deberá entregarse con antelación a la contratación de
cualquier producto financiero, con independencia del sector elegido por el
fabricante para encuadrar su oferta. Se quieren evitar las lagunas y el fraude
de ley. Ya no podrá llamarse a un producto financiero unit link o
contrato financiero para escapar a la normativa. Todos los productos de
inversión, incluidos los seguros de vida y depósitos estructurados, deberán ir
acompañados de un prospecto. Es una medida preventiva que no resuelve las malas
ventas ya realizadas pero que puede evitar que se conviertan en epidemia.
Fernando
Zunzunegui, profesor de la Universidad Carlos III.
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