jueves, 16 de septiembre de 2010

EL AMO INVISIBLE DE LA DEPENDENCIA

José Jorge Martínez / El Universal
Hace 200 años inició el movimiento que independizó a México del amo español y llegamos a este día conmocionados por la violencia, pero protegidos por un ambiente de victoria de la moral y de festividad.
Hay júbilo por la detención de El Grande y La Barbie, vinculados con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Escándalo por el anuncio del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, de la existencia de un segundo sobreviviente de la matanza de 72 migrantes en Tamaulipas. Duelo por la reciente muerte del célebre escritor Germán Dehesa y la convicción de que su existencia no habrá sido en vano, porque sus textos vivirán para siempre.
Perfecto el círculo dibujado por la telenovela de lo real: un mundo de víctimas y victimarios; una vida con criminales que reciben su castigo; una casa donde el presidente de México, Felipe Calderón, se desvive para proteger a sus habitantes; un porvenir donde el cielo reinará sobre la tierra. Sin embargo, algo no cuadra en esta perfección.
En primer lugar, el Presidente ha reconocido que la guerra contra el crimen organizado no acabará con la venta de drogas, con lo cual deja de ser consistente que el combate se libra en nombre de los hijos del Estado, los niños y jóvenes de México. De tal suerte que la decisión presidencial sobre quienes morirán en el combate se realiza con relación a otra causa, que ausente del discurso, implica que combatientes y audiencias desconocen las verdaderas razones de la lucha.
Por tanto, detrás de la imagen de una autoridad que cumple con su noble rol de proteger a los ciudadanos, encontramos una tanato-política marcada por la perversión, porque el padre conduce a los hijos al sacrificio en nombre de lo desconocido.
En segundo lugar: la construcción de la maldad se realiza sin el debido paso por el cotejo de pruebas y equilibrio de fuentes de información, lo que hace a los medios jueces parciales de los acontecimientos y usurpadores del Poder Judicial Federal.
La responsabilidad de La Barbie y El Grande sólo se basa en las afirmaciones del Ministerio Público Federal, sin que un juez haya determinado la responsabilidad en los delitos que se les imputan. Sin embargo, por repetición mediática, los presuntos delincuentes son ya reclusos de lo indefendible.
Más aún: la prensa extranjera no ha logrado documentar el vínculo entre las FARC y el narcotráfico. Los datos vienen de testimonios de víctimas, presuntos narcotraficantes y ex rebeldes, cuyo contenido aún está sujeto a verificación por un juez.
Esto significa que detrás de la división moral entre inocentes y culpables, existe una decisión política de los gobiernos de México y Colombia para definir a priori a los protagonistas del mal.
Así, tampoco hay un gobernante ecuatoriano “irresponsable”, que como Abraham expone a su hijo al sacrificio. Lo que existe es un enemigo político, el canciller hondureño, Mario Canahuati, quien utilizó al sobreviviente como instrumento para el ataque contra Correa.
Ni los infortunios de la moral ni las virtudes de la perversión, determinan el discurso de la opinión pública. Es la relación amigo/enemigo la que define la clase de vínculo entre los protagonistas.
La propia muerte de Dehesa no fue ajena a esta característica esencial de lo político: su deceso fue excluido del noticiero de Joaquín López Dóriga, como parte de la campaña moral de Televisa contra Grupo Reforma, cuyo centro son las denuncias por publicar anuncios de servicios sexuales.
Esto nos enseña que el conflicto político acompaña al derecho a la libertad de expresión de otro derecho: el de permanecer callado. Ninguna mención a que publicaciones de editorial Televisa y La Prensa, de su socio español Grupo Prisa, también dedican espacios para difundir esos servicios.
Arriesgar la vida con la violación de leyes penales y migratorias indica que narcotraficantes, salvadoreños, hondureños, mexicanos y ecuatorianos, son grupos que aunque opuestos en el drama moral, protagonizan una rebelión en la América Latina independiente. ¿Pero independiente de quién?
Si empresas buscan imponerse sobre otras y los gobiernos hacen la guerra en nombre de otro, el rol de combatientes y audiencias es descubrir al amo a quien se entregan los cuerpos para el sacrificio.
Nuestro papel en los festejos del Bicentenario es testimoniar por esos muertos y averiguar si el amo invisible lleva por nombre Estados Unidos, los verdaderos dueños del tráfico de drogas internacional, el capitalismo, o alguno más.
Especialista en Comunicación Política, Derecho y Psicoanálisis

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