Cada vez más mujeres se suman a la agricultura
La pobreza, la migración o la viudez, han provocado que el sector femenino se ocupe de la tierra
DINORATH MOTA / El Universal
HIDALGO
Son pobres, son mujeres, son campesinas. Ellas son las huérfanas de la revolución, para quienes la tierra, no es de quien la trabaja. Con jornadas que empiezan de madrugada y terminan al meterse el sol. En la última década 12 millones de mujeres han sido arrojadas a los trabajos agrícolas.
En el territorio nacional 16% de los ejidos ya son liderados por mujeres. Reyna es una de ellas, desde los 15 años de edad recuerda que trabajar la tierra ha sido el medio para su sustento. Ahí en el campo, el que se ha feminizado y que también se ha envejecido, encontró el que ha sido su trabajo por casi 40 años.
La pobreza, la migración o la viudez, han provocado que el sector femenino se ocupe hoy de arar la tierra y recoger la cosecha. Onésimo Serrado, dirigente de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la Confederación Nacional Campesina (CNC), dijo que hace 10 años apenas un 4% de los comisariados ejidales eran mujeres, actualmente esta cifra rebasa un 12%.
Reyna Estrada Martínez es una mujer fuerte, como la mayoría en el campo, desde los 15 años, relata, se ha dedicado a las labores de la tierra, su madre y sus dos hermanos también. En los pueblos, dice, hay pocas oportunidades para las mujeres que no tienen estudios; o trabajar en la ciudad limpiando casas o en el campo. Ella escogió esta última actividad, que aunque explica que es difícil, y también señala que le deja la satisfacción de que sus manos alimentan a miles de personas.
Hidalgo se ubica entre los 18 estados expulsores de mano de obra, la pérdida neta que registra es de 302 mil 794 personas. La población femenina, de acuerdo con el Instituto Hidalguense de la Mujer (IHM), alcanza 51.6%, de los 2 millones 235 mil 591 habitantes, y 50.7% es rural.
La tierra no les pertenece
Para Otilia Sánchez, presidenta de la Organización Constituyente Feminista, las condiciones de las mujeres campesinas tienen una constante: la pobreza y la carencia de bienes; porque en muchos casos, tal vez en 99%, la tierra no les pertenece. El reparto agrario hace 76 años no contempló a las mujeres, quienes sólo podían poseer la tierra a través de una sucesión.
En Hidalgo, 30% de los mil 200 ejidos está en manos de las mujeres y en el país un 16% trabaja la tierra, pero de estas, 87% no recibe una remuneración económica, informó Serrano.
Como un eco, sus palabras son recogidas por Reyna, quien con tristeza comenta que la vida de una mujer campesina no es sencilla, “hay mujeres que tienen hijos pequeños y que se los tienen que llevar a la milpa, así como está ahorita con esta lluvia o en el rayo del sol, los bebés tienen su cuna en un ayate debajo de los árboles, mientras trabajamos”.
En las parcelas, precisa, cada vez son más mujeres. La cosecha de ejote, chile, tomate y jitomate, en su mayoría, es realizada por mujeres y sus pequeños hijos; en el campo el trabajo es a destajo y dependiendo de los kilos que cosechen es el dinero que podrán llevar a casa, “cuando empecé me pagaban 20 centavos el kilo, han pasado casi 40 años y en este tiempo lo patrones sólo lo han aumentado 80 centavos”. Las mujeres campesinas reciben un peso por cada kilo de trabajo.
Pero las pobres entre las pobres, explica Reyna, son las jornaleras. “El caso de ellas es peor, es de tristeza, vienen al campo por un jornal de menos de 100 pesos al día. Los que trabajamos en la milpa sabemos a qué hora empezamos a trabajar, pero no a qué hora vamos a salir porque no hay horario”. En el campo, explica, los peones deben de esperar, después de haber terminado su trabajo, a que se termine de empacar todo el producto, entonces sí podrán regresar a sus hogares.
“En manos de las mujeres”
La presidenta de la Organización Constituyente Feminista expone que “el fenómeno más claro de la vulnerabilidad de las mujeres campesinas es que éstas han tenido que suplir el trabajo de los hombres. Antes eran las acompañantes o las que llevaban de comer, ahora el ingreso familiar lo llevan ellas”. Onésimo Serrano va más allá y afirma que “la sobrevivencia campesina está en manos de las mujeres”.
Pero el problema y la vulnerabilidad no son los 150 kilogramos que tienen que cargar al haber recolectado los chiles o los ejotes. El drama de las campesinas es la pobreza, la marginación, la falta de estudios, desnutrición, violencia familiar y desatención médica. Problemas que en su mayoría heredarán a sus hijos, porque ellas no tienen tierras que heredar.
En Hidalgo son susceptibles de aprovecharse poco más de 630 mil hectáreas de terreno, de estas un 75% es de temporal y un 25% son de riego; maíz, frijol, alfalfa, tomate, ejote, cebada, jitomate y chile son los principales cultivos que son trabajados en un 30% por mujeres.
El campo ha incrementado su fuerza laboral femenina en el Valle del Mezquital, la Huasteca y la zona Otomí-Tepehua, las causas son varias, explica el líder campesino, entre ellas la pobreza y la migración, pero también la mano de obra, que es más barata y más productiva.
Las jefas de los hogares
El resultado, según las organizaciones feministas, es la generación de círculos de pobreza y, sobre todo, de una sobrecarga de trabajo en las mujeres, ya que cada día es más amplio el número de hogares con jefaturas femeninas. En Hidalgo este fenómeno alcanza a uno de cada cinco hogares, es decir 106 mil mujeres se han convertido en el sostén del núcleo familiar, afirmó Carmen Dorantes, directora del Instituto Hidalguense de la Mujer.
Tan amplio es el número de hogares sostenidos por una mujer como sus propias carencias. La no pertenencia de la tierra es una de ellas, a menos de un largo y caro proceso jurídico, por ello destacó Onésimo Serrano, la Confederación Nacional Campesina pondrá en marcha una propuesta de ley para reformar los artículos 17, 18, 19 y 79 de la Ley Agraria.
Lo que se pretende con ello es que cuando la mujer lleve al menos cinco años consecutivos trabajando la tierra de manera pacífica, ya sea por que el marido emigró o falleció, la esposa o concubina puedan acudir al Tribunal Agrario y recibir los derechos sobre las tierras.
Mientras esto ocurre, ellas esperan, pero no lo hacen sentadas, sino trabajando en el campo, en una tierra que por el momento no les pertenece.
La pobreza, la migración o la viudez, han provocado que el sector femenino se ocupe de la tierra
DINORATH MOTA / El Universal
HIDALGO
Son pobres, son mujeres, son campesinas. Ellas son las huérfanas de la revolución, para quienes la tierra, no es de quien la trabaja. Con jornadas que empiezan de madrugada y terminan al meterse el sol. En la última década 12 millones de mujeres han sido arrojadas a los trabajos agrícolas.
En el territorio nacional 16% de los ejidos ya son liderados por mujeres. Reyna es una de ellas, desde los 15 años de edad recuerda que trabajar la tierra ha sido el medio para su sustento. Ahí en el campo, el que se ha feminizado y que también se ha envejecido, encontró el que ha sido su trabajo por casi 40 años.
La pobreza, la migración o la viudez, han provocado que el sector femenino se ocupe hoy de arar la tierra y recoger la cosecha. Onésimo Serrado, dirigente de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la Confederación Nacional Campesina (CNC), dijo que hace 10 años apenas un 4% de los comisariados ejidales eran mujeres, actualmente esta cifra rebasa un 12%.
Reyna Estrada Martínez es una mujer fuerte, como la mayoría en el campo, desde los 15 años, relata, se ha dedicado a las labores de la tierra, su madre y sus dos hermanos también. En los pueblos, dice, hay pocas oportunidades para las mujeres que no tienen estudios; o trabajar en la ciudad limpiando casas o en el campo. Ella escogió esta última actividad, que aunque explica que es difícil, y también señala que le deja la satisfacción de que sus manos alimentan a miles de personas.
Hidalgo se ubica entre los 18 estados expulsores de mano de obra, la pérdida neta que registra es de 302 mil 794 personas. La población femenina, de acuerdo con el Instituto Hidalguense de la Mujer (IHM), alcanza 51.6%, de los 2 millones 235 mil 591 habitantes, y 50.7% es rural.
La tierra no les pertenece
Para Otilia Sánchez, presidenta de la Organización Constituyente Feminista, las condiciones de las mujeres campesinas tienen una constante: la pobreza y la carencia de bienes; porque en muchos casos, tal vez en 99%, la tierra no les pertenece. El reparto agrario hace 76 años no contempló a las mujeres, quienes sólo podían poseer la tierra a través de una sucesión.
En Hidalgo, 30% de los mil 200 ejidos está en manos de las mujeres y en el país un 16% trabaja la tierra, pero de estas, 87% no recibe una remuneración económica, informó Serrano.
Como un eco, sus palabras son recogidas por Reyna, quien con tristeza comenta que la vida de una mujer campesina no es sencilla, “hay mujeres que tienen hijos pequeños y que se los tienen que llevar a la milpa, así como está ahorita con esta lluvia o en el rayo del sol, los bebés tienen su cuna en un ayate debajo de los árboles, mientras trabajamos”.
En las parcelas, precisa, cada vez son más mujeres. La cosecha de ejote, chile, tomate y jitomate, en su mayoría, es realizada por mujeres y sus pequeños hijos; en el campo el trabajo es a destajo y dependiendo de los kilos que cosechen es el dinero que podrán llevar a casa, “cuando empecé me pagaban 20 centavos el kilo, han pasado casi 40 años y en este tiempo lo patrones sólo lo han aumentado 80 centavos”. Las mujeres campesinas reciben un peso por cada kilo de trabajo.
Pero las pobres entre las pobres, explica Reyna, son las jornaleras. “El caso de ellas es peor, es de tristeza, vienen al campo por un jornal de menos de 100 pesos al día. Los que trabajamos en la milpa sabemos a qué hora empezamos a trabajar, pero no a qué hora vamos a salir porque no hay horario”. En el campo, explica, los peones deben de esperar, después de haber terminado su trabajo, a que se termine de empacar todo el producto, entonces sí podrán regresar a sus hogares.
“En manos de las mujeres”
La presidenta de la Organización Constituyente Feminista expone que “el fenómeno más claro de la vulnerabilidad de las mujeres campesinas es que éstas han tenido que suplir el trabajo de los hombres. Antes eran las acompañantes o las que llevaban de comer, ahora el ingreso familiar lo llevan ellas”. Onésimo Serrano va más allá y afirma que “la sobrevivencia campesina está en manos de las mujeres”.
Pero el problema y la vulnerabilidad no son los 150 kilogramos que tienen que cargar al haber recolectado los chiles o los ejotes. El drama de las campesinas es la pobreza, la marginación, la falta de estudios, desnutrición, violencia familiar y desatención médica. Problemas que en su mayoría heredarán a sus hijos, porque ellas no tienen tierras que heredar.
En Hidalgo son susceptibles de aprovecharse poco más de 630 mil hectáreas de terreno, de estas un 75% es de temporal y un 25% son de riego; maíz, frijol, alfalfa, tomate, ejote, cebada, jitomate y chile son los principales cultivos que son trabajados en un 30% por mujeres.
El campo ha incrementado su fuerza laboral femenina en el Valle del Mezquital, la Huasteca y la zona Otomí-Tepehua, las causas son varias, explica el líder campesino, entre ellas la pobreza y la migración, pero también la mano de obra, que es más barata y más productiva.
Las jefas de los hogares
El resultado, según las organizaciones feministas, es la generación de círculos de pobreza y, sobre todo, de una sobrecarga de trabajo en las mujeres, ya que cada día es más amplio el número de hogares con jefaturas femeninas. En Hidalgo este fenómeno alcanza a uno de cada cinco hogares, es decir 106 mil mujeres se han convertido en el sostén del núcleo familiar, afirmó Carmen Dorantes, directora del Instituto Hidalguense de la Mujer.
Tan amplio es el número de hogares sostenidos por una mujer como sus propias carencias. La no pertenencia de la tierra es una de ellas, a menos de un largo y caro proceso jurídico, por ello destacó Onésimo Serrano, la Confederación Nacional Campesina pondrá en marcha una propuesta de ley para reformar los artículos 17, 18, 19 y 79 de la Ley Agraria.
Lo que se pretende con ello es que cuando la mujer lleve al menos cinco años consecutivos trabajando la tierra de manera pacífica, ya sea por que el marido emigró o falleció, la esposa o concubina puedan acudir al Tribunal Agrario y recibir los derechos sobre las tierras.
Mientras esto ocurre, ellas esperan, pero no lo hacen sentadas, sino trabajando en el campo, en una tierra que por el momento no les pertenece.
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