Ciro Murayama / El Universal
Las expectativas de alcanzar en 2010 una senda de recuperación sostenida para la economía mundial son agua pasada. En la segunda mitad del año es evidente que los signos positivos observados al final de 2009 y al arranque del actual fueron brotes coyunturales y que perduran los problemas estructurales que precipitaron la crisis, así como sus efectos negativos sobre la producción, el comercio y el empleo.
Los indicadores de Estados Unidos, todavía la economía más importante del globo y la que más influye en la realidad mexicana, son poco halagüeños. La venta de viviendas usadas cayó 27.2% en julio, el peor declive mensual en 15 años. También disminuyó 12.4% la venta de casas nuevas, la mayor contracción desde que en 1963 se crearan las estadísticas al respecto. El mal panorama del mercado inmobiliario en la Unión Americana se presentó una vez que finalizó el programa gubernamental de créditos tributarios para los compradores, por lo que los indicios de recuperación estuvieron directamente relacionados a los estímulos del sector público, cosa similar a lo que ocurrió con el repunte de ventas automotrices.
La actividad industrial en Estados Unidos también ofrece signos preocupantes. El Departamento de Comercio dio a conocer esta semana que los pedidos de los fabricantes industriales crecieron sólo en 0.3% en julio, una décima parte del 3% esperado. Los pedidos de bienes de capital cayeron 8%. Más pronto que tarde, la industria vuelve a mostrar síntomas de debilidad que contagian al conjunto del tejido productivo norteamericano, así como a las economías cuyas exportaciones están íntimamente relacionadas con la producción en EU. El mercado de trabajo continúa en situación crítica: en julio se perdieron 131 mil empleos, con una tasa de desempleo de 9.5% y pérdida neta de 8 millones de puestos de trabajo a partir del inicio de la recesión.
Estos datos han reducido las estimaciones de crecimiento en EU para el segundo trimestre, de 2.4% a 1.4%. Pero incluso antes de que se conocieran estas cifras negativas, desde la propia Reserva Federal se advertía una situación “más incierta de lo normal” y se confirmaba una política monetaria expansiva.
La zona euro, por su parte, creció a 1% en el segundo trimestre, guiada por un buen desempeño de Alemania con una expansión de 2.2%, pero enfrentando serios desequilibrios con los países del sur de la Unión Europea.
Las noticias de Asia no ayudan al optimismo. A partir de junio se hizo patente que el crecimiento de las manufacturas en China reducía su dinamismo, lo que apunta a que el gigante asiático no será capaz de mantener el paso con el que arrancó el año. Con todo, las previsiones oficiales sitúan en 9% el crecimiento chino para el segundo semestre de 2010, ritmo que, sin embargo, no conseguirá jalar al resto de las economías. Eso lo evidencia Japón, que apenas creció 0.4% en el trimestre abril-junio y vio caer sus exportaciones en 23.5% respecto a junio de 2009.
Al escenario de bajo crecimiento de la economía mundial, inferior al estimado hace unos meses, hay que agregar la persistencia de los desequilibrios financieros. Aunque las preocupaciones se han concentrado en la situación de la deuda soberana, no es principalmente la deuda pública la que genera peligros. Un análisis de Ángel Laborda (El País, 25/07/2010) revelaba que la deuda acumulada por los hogares, las empresas, las sociedades financieras y el sector público suma en la eurozona y en Estados Unidos alrededor del 350% del PIB, y en Japón y Reino Unido el 500%. O sea que existe un muy elevado endeudamiento global, en su mayoría del sector privado, lo que afecta directamente los balances de la banca, restringe el crédito para la producción y puede hacer necesarios nuevos rescates de entidades financieras privadas con recursos públicos.
En México el crecimiento en el segundo trimestre fue de 7.6%, que no alcanza para compensar la caída de 10% del mismo periodo de 2009. A este paso cerraremos 2010 con una economía aún menor que la que se alcanzó en 2008. Por supuesto, no somos inmunes a lo que ocurre en el exterior: creció el déficit comercial en julio como efecto del menor dinamismo de las exportaciones. El frágil crecimiento de la economía mexicana se refleja también en el nivel de precios, que avanza por debajo de las estimaciones y evidencia una economía que se enfría y no en reactivación.
La nave de la economía mexicana está varada y no hay viento a favor. En la sala de máquinas se encuentran los responsables de Hacienda y el Congreso de la Unión. Veremos si, como el año pasado, se encomiendan vanamente a la mejora del clima externo o si, al fin, deciden poner en marcha los motores de la reactivación.
Profesor en la Facultad de Economía de la UNAM
Las expectativas de alcanzar en 2010 una senda de recuperación sostenida para la economía mundial son agua pasada. En la segunda mitad del año es evidente que los signos positivos observados al final de 2009 y al arranque del actual fueron brotes coyunturales y que perduran los problemas estructurales que precipitaron la crisis, así como sus efectos negativos sobre la producción, el comercio y el empleo.
Los indicadores de Estados Unidos, todavía la economía más importante del globo y la que más influye en la realidad mexicana, son poco halagüeños. La venta de viviendas usadas cayó 27.2% en julio, el peor declive mensual en 15 años. También disminuyó 12.4% la venta de casas nuevas, la mayor contracción desde que en 1963 se crearan las estadísticas al respecto. El mal panorama del mercado inmobiliario en la Unión Americana se presentó una vez que finalizó el programa gubernamental de créditos tributarios para los compradores, por lo que los indicios de recuperación estuvieron directamente relacionados a los estímulos del sector público, cosa similar a lo que ocurrió con el repunte de ventas automotrices.
La actividad industrial en Estados Unidos también ofrece signos preocupantes. El Departamento de Comercio dio a conocer esta semana que los pedidos de los fabricantes industriales crecieron sólo en 0.3% en julio, una décima parte del 3% esperado. Los pedidos de bienes de capital cayeron 8%. Más pronto que tarde, la industria vuelve a mostrar síntomas de debilidad que contagian al conjunto del tejido productivo norteamericano, así como a las economías cuyas exportaciones están íntimamente relacionadas con la producción en EU. El mercado de trabajo continúa en situación crítica: en julio se perdieron 131 mil empleos, con una tasa de desempleo de 9.5% y pérdida neta de 8 millones de puestos de trabajo a partir del inicio de la recesión.
Estos datos han reducido las estimaciones de crecimiento en EU para el segundo trimestre, de 2.4% a 1.4%. Pero incluso antes de que se conocieran estas cifras negativas, desde la propia Reserva Federal se advertía una situación “más incierta de lo normal” y se confirmaba una política monetaria expansiva.
La zona euro, por su parte, creció a 1% en el segundo trimestre, guiada por un buen desempeño de Alemania con una expansión de 2.2%, pero enfrentando serios desequilibrios con los países del sur de la Unión Europea.
Las noticias de Asia no ayudan al optimismo. A partir de junio se hizo patente que el crecimiento de las manufacturas en China reducía su dinamismo, lo que apunta a que el gigante asiático no será capaz de mantener el paso con el que arrancó el año. Con todo, las previsiones oficiales sitúan en 9% el crecimiento chino para el segundo semestre de 2010, ritmo que, sin embargo, no conseguirá jalar al resto de las economías. Eso lo evidencia Japón, que apenas creció 0.4% en el trimestre abril-junio y vio caer sus exportaciones en 23.5% respecto a junio de 2009.
Al escenario de bajo crecimiento de la economía mundial, inferior al estimado hace unos meses, hay que agregar la persistencia de los desequilibrios financieros. Aunque las preocupaciones se han concentrado en la situación de la deuda soberana, no es principalmente la deuda pública la que genera peligros. Un análisis de Ángel Laborda (El País, 25/07/2010) revelaba que la deuda acumulada por los hogares, las empresas, las sociedades financieras y el sector público suma en la eurozona y en Estados Unidos alrededor del 350% del PIB, y en Japón y Reino Unido el 500%. O sea que existe un muy elevado endeudamiento global, en su mayoría del sector privado, lo que afecta directamente los balances de la banca, restringe el crédito para la producción y puede hacer necesarios nuevos rescates de entidades financieras privadas con recursos públicos.
En México el crecimiento en el segundo trimestre fue de 7.6%, que no alcanza para compensar la caída de 10% del mismo periodo de 2009. A este paso cerraremos 2010 con una economía aún menor que la que se alcanzó en 2008. Por supuesto, no somos inmunes a lo que ocurre en el exterior: creció el déficit comercial en julio como efecto del menor dinamismo de las exportaciones. El frágil crecimiento de la economía mexicana se refleja también en el nivel de precios, que avanza por debajo de las estimaciones y evidencia una economía que se enfría y no en reactivación.
La nave de la economía mexicana está varada y no hay viento a favor. En la sala de máquinas se encuentran los responsables de Hacienda y el Congreso de la Unión. Veremos si, como el año pasado, se encomiendan vanamente a la mejora del clima externo o si, al fin, deciden poner en marcha los motores de la reactivación.
Profesor en la Facultad de Economía de la UNAM
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