Jesusa Cervantes / Proceso
Hace un par de semanas se comentaron en este espacio las maniobras realizadas por Carlos Navarrete, coordinador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el Senado, para evitar la comparecencia de Juan Molinar Horcasitas ante la Comisión Permanente.
Se habló entonces de los cuestionamientos que no sólo al interior del PRD se desataron, sino también del asombro de otra fuerza política, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), por la clara intención del perredista por proteger a uno de los secretarios más cuestionados del actual gobierno federal panista.
Ahora, después de lo ocurrido el pasado jueves en el Campo Marte, lugar en que se realizaron los llamados Diálogos por la Seguridad –por cierto un espacio donde quienes acudieron no son los que cuestionan, menos los que se atreven a pensar distinto al gobierno ni los que defienden principios diferentes a los del Ejecutivo federal--, la situación se aclaró un poco más.
Carlos Navarrete, el perredista de la corriente Nueva Izquierda (NI), el político de “la izquierda combativa”, el que es capaz de sostener ante sus adversarios sus diferencias de opinión, ha decidido quitarse esas caretas y militar muy cerca del poder, no de alguien quien lucha por el poder.
La presencia de Navarrete en el Campo Marte fue una muestra del grado de servilismo al que puede llegar un político ambicioso. Y para muestra su propio comunicado de prensa de tres cuartillas, en donde se dio cuenta de sus dichos.
Desde el primer párrafo, uno se pregunta si el boletín es del Partido Acción Nacional (PAN) o de algún funcionario al servicio del gobierno de Felipe Calderón.
Con el cargo por delante, “coordinador de los senadores del PRD”, Carlos Navarrete reiteró su exigencia al gobierno federal para que informe al Congreso de la Unión “si la presencia de las Fuerzas Armadas llegó para quedarse o habrá un plazo para su retiro”.
Quizá el perredista desconoce que la presencia del Ejército en las calles es ilegal, por lo tanto, el representante de otro poder (del que se encarga de hacer las leyes) no debiera preguntar si la presencia del Ejército llegó para quedarse, sino más bien exigir que los militares regresen a sus cuarteles, pues su patrullaje en poco ha reducido los niveles de violencia o la venta de drogas.
Pero el segundo párrafo es aún más vergonzante para quien se asuma como “oposición” al gobierno en turno: “Navarrete pidió al Ejecutivo que en el momento que él considere pueda informar al Congreso si las Fuerzas Armadas continuarán después del último día de noviembre de 2012”.
En primer lugar, de acuerdo a la Carta Magna, el titular del Ejecutivo federal ya no estará en el cargo el primero de diciembre de 2012, sino que habrá otro político en busca de mejorar la situación de los mexicano, a menos ¡claro! que Navarrete sepa algo que el resto de los mexicanos ignora: que la sucesión ya está pactada, que Calderón Hinojosa impondrá a su candidato, el cual le obedecerá en todo o por lo menos ya se habrá comprometido con él a continuar con un gobierno transexenal.
Aunque lo más servil del comunicado de Carlos Navarrete se desprende de la segunda línea, en donde dice “que en el momento en que él considere” informe al Congreso.
¡Ah caray! Ahora resulta que el contrapeso del Ejecutivo, en este caso el Poder Legislativo, no le exige o solicita, sino le comenta: “No se preocupe por nosotros, usted venga aquí cuando quiera a decirnos cómo va a estar todo, ¡para eso es usted el señor Presidente!” Esto es lo que se alcanza a leer entrelíneas, ¡vergonzoso, sin duda!
Y sin importar acuerdos internos de su partido, el vicecoordinador del PRD en la Cámara de Diputados, Guadalupe Acosta Naranjo --de la misma corriente que Navarrete, de NI-- decidió no respetar lo acordado e hizo fuerte a Navarrete en el Campo Marte.
El coordinador de los diputados, Alejandro Encinas, decidió no ir y advirtió que la determinación de Naranjo era a “título personal”. Y decidió no ir porque ese había sido el acuerdo de su bancada, pero a Naranjo no le importó y fue al foro convocado por Calderón.
En la última parte de su boletín, Navarrete se dedica a justificar su presencia al lado de Felipe Calderón. Dijo que es tal el problema de la seguridad en el país, que “en esta materia no valen cálculos políticos, no vale cuidar figuras, no vale especular si asistir o no asistir”, por eso es que acordó, “junto con Guadalupe Acosta Naranjo”, acudir a ese espacio.
De nuevo la sorpresa: no se trataba de especular entre acudir o no, era una resolución de la bancada perredista, tomada por la mayoría y no respetada por algunos de sus integrantes.
Si la presencia del PRD modificara la situación de seguridad, si los diálogos fueran realmente eso y no monólogos, si todos los que encabezan el aparato estatal en materia de seguridad, incluyendo al propio Calderón, escucharan, atendieran, podría ser válida la presencia de perredistas, priistas, petistas o quien fuera.
Pero no es así. Calderón lleva casi cuatro años en el poder y nunca ha escuchado las voces sectoriales que han pedido en distintos momentos la modificación de la estrategia contra el narcotráfico, que el Ejército vuelva a sus cuarteles, en resumen, nada de lo que se le ha pedido o sugerido ha sido tomado en cuenta. Peor aún, Calderón ha demostrado a lo largo de estos ya largos meces que a nadie escucha, que a nadie atiende y que seguirá por el mismo camino.
Pero al PRD de Nueva Izquierda parece no importarle eso, sino más bien estar cerca de quien detenta el poder presidencial. Bueno, ya ni el PRI, de quien se dijo desde el primer día de desgobierno de Calderón que tenía un pacto, que se había aliado y que le resolvía todo a cambio de otros favores, se sumó al besamanos que representó el Diálogo por la Seguridad.
Navarrete ya perdió todo, incluida la vergüenza, porque resulta vergonzoso que ante las carencias que hay en el país, el legislador se dedique a colocar espectaculares en los principales puntos de la Ciudad de México para anunciar su informe como “presidente del Senado”.
Para empezar, ese cargo no existe, sí el de presidente de la Mesa Directiva del Senado y, segundo, el dinero para pagar esos espectaculares bien los puede utilizar para su área de gestión, que para eso está como senador, para buscar el beneficio de la gente, no para promover su persona.
Algunos reportes sostienen que en la difusión de su informe gastó aproximadamente 400 mil pesos, y uno se pregunta, ¿a alguien le interesa saber qué fue a hacer a Marruecos o a otro país, como no sea “turismo legislativo”, pues esos viajes nunca han servido para nada?
Navarrete dijo en algún momento que nada tomaba del Senado y que con sus propios recursos, incluido su salario, es que pagaba su informe. Cierto, nadie lo esta acusando de malversar fondos, lo que algunos parecen cuestionarse es dónde está su congruencia como político.
Como si no bastaran todos esos desatinos, Navarrete ahora anuncia que quiere competir por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal (GDF). ¿Usted cree que alguien podría votar por él? Sin embargo, a lo mejor y sí habrá quién desee tener a este tipo de político al frente de la gran ciudad de México.
Hace un par de semanas se comentaron en este espacio las maniobras realizadas por Carlos Navarrete, coordinador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el Senado, para evitar la comparecencia de Juan Molinar Horcasitas ante la Comisión Permanente.
Se habló entonces de los cuestionamientos que no sólo al interior del PRD se desataron, sino también del asombro de otra fuerza política, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), por la clara intención del perredista por proteger a uno de los secretarios más cuestionados del actual gobierno federal panista.
Ahora, después de lo ocurrido el pasado jueves en el Campo Marte, lugar en que se realizaron los llamados Diálogos por la Seguridad –por cierto un espacio donde quienes acudieron no son los que cuestionan, menos los que se atreven a pensar distinto al gobierno ni los que defienden principios diferentes a los del Ejecutivo federal--, la situación se aclaró un poco más.
Carlos Navarrete, el perredista de la corriente Nueva Izquierda (NI), el político de “la izquierda combativa”, el que es capaz de sostener ante sus adversarios sus diferencias de opinión, ha decidido quitarse esas caretas y militar muy cerca del poder, no de alguien quien lucha por el poder.
La presencia de Navarrete en el Campo Marte fue una muestra del grado de servilismo al que puede llegar un político ambicioso. Y para muestra su propio comunicado de prensa de tres cuartillas, en donde se dio cuenta de sus dichos.
Desde el primer párrafo, uno se pregunta si el boletín es del Partido Acción Nacional (PAN) o de algún funcionario al servicio del gobierno de Felipe Calderón.
Con el cargo por delante, “coordinador de los senadores del PRD”, Carlos Navarrete reiteró su exigencia al gobierno federal para que informe al Congreso de la Unión “si la presencia de las Fuerzas Armadas llegó para quedarse o habrá un plazo para su retiro”.
Quizá el perredista desconoce que la presencia del Ejército en las calles es ilegal, por lo tanto, el representante de otro poder (del que se encarga de hacer las leyes) no debiera preguntar si la presencia del Ejército llegó para quedarse, sino más bien exigir que los militares regresen a sus cuarteles, pues su patrullaje en poco ha reducido los niveles de violencia o la venta de drogas.
Pero el segundo párrafo es aún más vergonzante para quien se asuma como “oposición” al gobierno en turno: “Navarrete pidió al Ejecutivo que en el momento que él considere pueda informar al Congreso si las Fuerzas Armadas continuarán después del último día de noviembre de 2012”.
En primer lugar, de acuerdo a la Carta Magna, el titular del Ejecutivo federal ya no estará en el cargo el primero de diciembre de 2012, sino que habrá otro político en busca de mejorar la situación de los mexicano, a menos ¡claro! que Navarrete sepa algo que el resto de los mexicanos ignora: que la sucesión ya está pactada, que Calderón Hinojosa impondrá a su candidato, el cual le obedecerá en todo o por lo menos ya se habrá comprometido con él a continuar con un gobierno transexenal.
Aunque lo más servil del comunicado de Carlos Navarrete se desprende de la segunda línea, en donde dice “que en el momento en que él considere” informe al Congreso.
¡Ah caray! Ahora resulta que el contrapeso del Ejecutivo, en este caso el Poder Legislativo, no le exige o solicita, sino le comenta: “No se preocupe por nosotros, usted venga aquí cuando quiera a decirnos cómo va a estar todo, ¡para eso es usted el señor Presidente!” Esto es lo que se alcanza a leer entrelíneas, ¡vergonzoso, sin duda!
Y sin importar acuerdos internos de su partido, el vicecoordinador del PRD en la Cámara de Diputados, Guadalupe Acosta Naranjo --de la misma corriente que Navarrete, de NI-- decidió no respetar lo acordado e hizo fuerte a Navarrete en el Campo Marte.
El coordinador de los diputados, Alejandro Encinas, decidió no ir y advirtió que la determinación de Naranjo era a “título personal”. Y decidió no ir porque ese había sido el acuerdo de su bancada, pero a Naranjo no le importó y fue al foro convocado por Calderón.
En la última parte de su boletín, Navarrete se dedica a justificar su presencia al lado de Felipe Calderón. Dijo que es tal el problema de la seguridad en el país, que “en esta materia no valen cálculos políticos, no vale cuidar figuras, no vale especular si asistir o no asistir”, por eso es que acordó, “junto con Guadalupe Acosta Naranjo”, acudir a ese espacio.
De nuevo la sorpresa: no se trataba de especular entre acudir o no, era una resolución de la bancada perredista, tomada por la mayoría y no respetada por algunos de sus integrantes.
Si la presencia del PRD modificara la situación de seguridad, si los diálogos fueran realmente eso y no monólogos, si todos los que encabezan el aparato estatal en materia de seguridad, incluyendo al propio Calderón, escucharan, atendieran, podría ser válida la presencia de perredistas, priistas, petistas o quien fuera.
Pero no es así. Calderón lleva casi cuatro años en el poder y nunca ha escuchado las voces sectoriales que han pedido en distintos momentos la modificación de la estrategia contra el narcotráfico, que el Ejército vuelva a sus cuarteles, en resumen, nada de lo que se le ha pedido o sugerido ha sido tomado en cuenta. Peor aún, Calderón ha demostrado a lo largo de estos ya largos meces que a nadie escucha, que a nadie atiende y que seguirá por el mismo camino.
Pero al PRD de Nueva Izquierda parece no importarle eso, sino más bien estar cerca de quien detenta el poder presidencial. Bueno, ya ni el PRI, de quien se dijo desde el primer día de desgobierno de Calderón que tenía un pacto, que se había aliado y que le resolvía todo a cambio de otros favores, se sumó al besamanos que representó el Diálogo por la Seguridad.
Navarrete ya perdió todo, incluida la vergüenza, porque resulta vergonzoso que ante las carencias que hay en el país, el legislador se dedique a colocar espectaculares en los principales puntos de la Ciudad de México para anunciar su informe como “presidente del Senado”.
Para empezar, ese cargo no existe, sí el de presidente de la Mesa Directiva del Senado y, segundo, el dinero para pagar esos espectaculares bien los puede utilizar para su área de gestión, que para eso está como senador, para buscar el beneficio de la gente, no para promover su persona.
Algunos reportes sostienen que en la difusión de su informe gastó aproximadamente 400 mil pesos, y uno se pregunta, ¿a alguien le interesa saber qué fue a hacer a Marruecos o a otro país, como no sea “turismo legislativo”, pues esos viajes nunca han servido para nada?
Navarrete dijo en algún momento que nada tomaba del Senado y que con sus propios recursos, incluido su salario, es que pagaba su informe. Cierto, nadie lo esta acusando de malversar fondos, lo que algunos parecen cuestionarse es dónde está su congruencia como político.
Como si no bastaran todos esos desatinos, Navarrete ahora anuncia que quiere competir por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal (GDF). ¿Usted cree que alguien podría votar por él? Sin embargo, a lo mejor y sí habrá quién desee tener a este tipo de político al frente de la gran ciudad de México.
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