Alejandro Nadal / La Jornada
La débil recuperación no permite abatir el altísimo nivel de desempleo en Estados Unidos. Esta terquedad de la tasa de desempleo (9.5 por ciento) es inquietante y tiene muchas ramificaciones. La más grave es que puede conducir a un estancamiento de largo plazo en la medida en que la demanda agregada se mantenga deprimida. ¿Está relacionado esto con la pérdida de importancia de la industria manufacturera en la economía estadunidense?
Esta es una buena pregunta que rompe con el marco demasiado estrecho del debate sobre el estímulo fiscal de la administración Obama. El problema no es sólo si dicho estímulo funcionó o no, o si su efecto se agota (lo que es obvio), sino cómo se articula con el cambio estructural que requiere la economía estadunidense para alcanzar un desarrollo sustentable.
El sector manufacturero es importante como motor del crecimiento porque en él se expresan con mayor facilidad las economías de escala. Además, el proceso de cambio técnico y difusión de innovaciones en la industria manufacturera genera mayor crecimiento en la productividad. Todo esto es confirmado por la experiencia histórica en Estados Unidos, Europa y los países asiáticos. Finalmente, la industria manufacturera ha sido la fuente de empleos estables y mejor remunerados.
Por otra parte la industria manufacturera posee los multiplicadores de empleo más altos en la economía y por eso mantiene un número más elevado de empleos indirectos. Los multiplicadores de empleo permiten dilucidar si la pérdida total de empleos provocada por el cierre de una planta en la industria manufacturera es superior o menor a la pérdida de empleos derivada del cierre de un centro comercial.
Para Estados Unidos un estudio del Economic Policy Institute (www.epi.org) revela que en efecto los multiplicadores de empleo de la industria manufacturera son más altos que en los servicios o en el comercio. Por cada cien empleos en la industria manufacturera, el multiplicador es 2.91 (es decir se mantienen 291 empleos indirectos). El multiplicador en los servicios de salud es de 1.17, en los servicios profesionales de comercialización es de 1.54 y en el comercio al menudeo es de apenas 0.88. Es decir, la pérdida de empleos en la industria manufacturera tiene efectos indirectos mucho más intensos que en las demás actividades.
Al interior de la industria manufacturera existe una fuerte disparidad entre multiplicadores de empleo. El multiplicador de empleo más alto están en la industria automotriz (280) y en la producción de bienes de capital y bienes de consumo duraderos (232).
La generación o destrucción de empleos indirectos depende de dos factores importantes. El primero se encuentra en la intensidad de los llamados eslabonamientos. Estos eslabonamientos tienden a ser más intensos en la industria manufacturera. Cuando cierra una planta de automóviles, se ven afectadas un mayor número de empresas proveedoras (vidrio, cables, componentes, partes y refacciones, etcétera).
El segundo factor es el impacto sobre las industrias en las que los trabajadores y empleados de otra industria gastan sus ingresos. Por ejemplo, cuando cierra una empresa industrial los nuevos desempleados dejan de comprar artículos electrodomésticos, ropa o alimentación que son producidos en otras ramas o sectores. Esto también tiene un efecto sobre el empleo en esas industrias proveedoras de bienes de consumo (duradero y no duradero). Este componente también es más alto para la industria manufacturera.
En la década de los años 90 se habló mucho de la irrelevancia de la industria manufacturera en Estados Unidos. En esos años se intensificó el desmantelamiento de una buena parte de la matriz industrial en ese país, mientras plantas enteras de manufacturas cerraban sus operaciones en Nueva Jersey o Michigan y eran trasladadas a China. Muchos justificaron esto señalando que el trasplante de esos segmentos del proceso productivo correspondía a un proceso normal de maduración post-industrial. La economía de Estados Unidos podía guardarse las fases de mayor valor agregado y alta tecnología en la producción manufacturera (diseño y programación) y enviar a otros lugares los segmentos intensivos en mano de obra, de manipulación física del producto y de altos costos ambientales.
Esto recuerda la historia del ingeniero que fue condenado a ser decapitado en la guillotina. Cuando el verdugo jaló la palanca, la cuchilla no se movió. Nadie atinaba a explicar qué estaba pasando. Pero el valiente ingeniero, altamente capacitado como era, sabía cuál era el problema: la polea principal estaba oxidada y necesitaba aceite. El verdugo le agradeció la información de alto valor agregado y el ingeniero perdió su cabeza.
Es cierto que la industria manufacturera en Estados Unidos se quedó con segmentos del proceso productivo de un mayor valor agregado, pero los empleos se perdieron y ahora están en China. La recesión será más difícil de superar debido a este desmantelamiento de la planta industrial en la economía estadunidense.
La débil recuperación no permite abatir el altísimo nivel de desempleo en Estados Unidos. Esta terquedad de la tasa de desempleo (9.5 por ciento) es inquietante y tiene muchas ramificaciones. La más grave es que puede conducir a un estancamiento de largo plazo en la medida en que la demanda agregada se mantenga deprimida. ¿Está relacionado esto con la pérdida de importancia de la industria manufacturera en la economía estadunidense?
Esta es una buena pregunta que rompe con el marco demasiado estrecho del debate sobre el estímulo fiscal de la administración Obama. El problema no es sólo si dicho estímulo funcionó o no, o si su efecto se agota (lo que es obvio), sino cómo se articula con el cambio estructural que requiere la economía estadunidense para alcanzar un desarrollo sustentable.
El sector manufacturero es importante como motor del crecimiento porque en él se expresan con mayor facilidad las economías de escala. Además, el proceso de cambio técnico y difusión de innovaciones en la industria manufacturera genera mayor crecimiento en la productividad. Todo esto es confirmado por la experiencia histórica en Estados Unidos, Europa y los países asiáticos. Finalmente, la industria manufacturera ha sido la fuente de empleos estables y mejor remunerados.
Por otra parte la industria manufacturera posee los multiplicadores de empleo más altos en la economía y por eso mantiene un número más elevado de empleos indirectos. Los multiplicadores de empleo permiten dilucidar si la pérdida total de empleos provocada por el cierre de una planta en la industria manufacturera es superior o menor a la pérdida de empleos derivada del cierre de un centro comercial.
Para Estados Unidos un estudio del Economic Policy Institute (www.epi.org) revela que en efecto los multiplicadores de empleo de la industria manufacturera son más altos que en los servicios o en el comercio. Por cada cien empleos en la industria manufacturera, el multiplicador es 2.91 (es decir se mantienen 291 empleos indirectos). El multiplicador en los servicios de salud es de 1.17, en los servicios profesionales de comercialización es de 1.54 y en el comercio al menudeo es de apenas 0.88. Es decir, la pérdida de empleos en la industria manufacturera tiene efectos indirectos mucho más intensos que en las demás actividades.
Al interior de la industria manufacturera existe una fuerte disparidad entre multiplicadores de empleo. El multiplicador de empleo más alto están en la industria automotriz (280) y en la producción de bienes de capital y bienes de consumo duraderos (232).
La generación o destrucción de empleos indirectos depende de dos factores importantes. El primero se encuentra en la intensidad de los llamados eslabonamientos. Estos eslabonamientos tienden a ser más intensos en la industria manufacturera. Cuando cierra una planta de automóviles, se ven afectadas un mayor número de empresas proveedoras (vidrio, cables, componentes, partes y refacciones, etcétera).
El segundo factor es el impacto sobre las industrias en las que los trabajadores y empleados de otra industria gastan sus ingresos. Por ejemplo, cuando cierra una empresa industrial los nuevos desempleados dejan de comprar artículos electrodomésticos, ropa o alimentación que son producidos en otras ramas o sectores. Esto también tiene un efecto sobre el empleo en esas industrias proveedoras de bienes de consumo (duradero y no duradero). Este componente también es más alto para la industria manufacturera.
En la década de los años 90 se habló mucho de la irrelevancia de la industria manufacturera en Estados Unidos. En esos años se intensificó el desmantelamiento de una buena parte de la matriz industrial en ese país, mientras plantas enteras de manufacturas cerraban sus operaciones en Nueva Jersey o Michigan y eran trasladadas a China. Muchos justificaron esto señalando que el trasplante de esos segmentos del proceso productivo correspondía a un proceso normal de maduración post-industrial. La economía de Estados Unidos podía guardarse las fases de mayor valor agregado y alta tecnología en la producción manufacturera (diseño y programación) y enviar a otros lugares los segmentos intensivos en mano de obra, de manipulación física del producto y de altos costos ambientales.
Esto recuerda la historia del ingeniero que fue condenado a ser decapitado en la guillotina. Cuando el verdugo jaló la palanca, la cuchilla no se movió. Nadie atinaba a explicar qué estaba pasando. Pero el valiente ingeniero, altamente capacitado como era, sabía cuál era el problema: la polea principal estaba oxidada y necesitaba aceite. El verdugo le agradeció la información de alto valor agregado y el ingeniero perdió su cabeza.
Es cierto que la industria manufacturera en Estados Unidos se quedó con segmentos del proceso productivo de un mayor valor agregado, pero los empleos se perdieron y ahora están en China. La recesión será más difícil de superar debido a este desmantelamiento de la planta industrial en la economía estadunidense.
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