Hace cinco años, centenares de mexicanos indocumentados llegaron a la devastada Nueva Orleáns tras el paso del huracán Katrina. Ellos caminaron entre el lodo para levantar escombros por sólo ocho dólares la hora. Hoy las cosas son totalmente distintas. El legislador republicano Joe Harrison intenta introducir una iniciativa que busca criminalizar la presencia de inmigrantes indocumentados en Louisiana
Jaime Hernández y Silvia Otero / El Universal
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) documentó una serie de ataques de odio contra mexicanos que viven y trabajan en Nueva York, registrados desde septiembre de 2009 hasta julio de 2010.
En el sector de Port Richmond —Staten Island—, entre abril y julio de este año las autoridades han reportado un total de 11 ataques, en seis de los cuales las víctimas “elegidas” fueron mexicanos que sobrevivieron, pero con daños irreversibles. Los agresores, en la mayoría de los casos, son ciudadanos afroamericanos.
Mario Vera Rivera, quien fue golpeado hace 11 meses por tres afroamericanos, en Brooklyn, Nueva York, sólo por ser mexicano, presenta hoy “pérdida de memoria y del habla y camina con dificultad ”, según registros de la SRE.
Pero Nueva York es sólo un punto más donde se puede documentar un aumento en la tensión racial contra paisanos. Hace cinco años, centenares de mexicanos indocumentados llegaron a la devastada Nueva Orleáns tras el paso del huracán Katrina. Fueron bien recibidos: eran capaces de caminar entre el lodo para levantar escombros, barrer calles y reparar viviendas por sólo ocho dólares la hora. Toda una ganga para las aseguradoras.
Hoy las cosas son totalmente distintas. El legislador republicano Joe Harrison renovó sus intentos por introducir y hacer prosperar una iniciativa (la HB1215) que busca criminalizar la presencia de inmigrantes indocumentados en Louisiana. Es el ejemplo de Arizona que cada vez encuentra más simpatizantes entre una población molesta por la presencia de esos mismos “ilegales” y sus familias que hace cinco años rescataron su ciudad.
“Estos trabajadores, de origen mexicano en su mayoría, le han cambiado la piel demográfica a Nueva Orleáns, para convertirla en una ciudad donde la enchilada se ha convertido en algo tan común como la jambalaya (un platillo tradicional)”, asegura José Torres Tama, un artista y escritor de origen ecuatoriano que reside desde 1984 en Nueva Orleáns
Jaime Hernández y Silvia Otero / El Universal
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) documentó una serie de ataques de odio contra mexicanos que viven y trabajan en Nueva York, registrados desde septiembre de 2009 hasta julio de 2010.
En el sector de Port Richmond —Staten Island—, entre abril y julio de este año las autoridades han reportado un total de 11 ataques, en seis de los cuales las víctimas “elegidas” fueron mexicanos que sobrevivieron, pero con daños irreversibles. Los agresores, en la mayoría de los casos, son ciudadanos afroamericanos.
Mario Vera Rivera, quien fue golpeado hace 11 meses por tres afroamericanos, en Brooklyn, Nueva York, sólo por ser mexicano, presenta hoy “pérdida de memoria y del habla y camina con dificultad ”, según registros de la SRE.
Pero Nueva York es sólo un punto más donde se puede documentar un aumento en la tensión racial contra paisanos. Hace cinco años, centenares de mexicanos indocumentados llegaron a la devastada Nueva Orleáns tras el paso del huracán Katrina. Fueron bien recibidos: eran capaces de caminar entre el lodo para levantar escombros, barrer calles y reparar viviendas por sólo ocho dólares la hora. Toda una ganga para las aseguradoras.
Hoy las cosas son totalmente distintas. El legislador republicano Joe Harrison renovó sus intentos por introducir y hacer prosperar una iniciativa (la HB1215) que busca criminalizar la presencia de inmigrantes indocumentados en Louisiana. Es el ejemplo de Arizona que cada vez encuentra más simpatizantes entre una población molesta por la presencia de esos mismos “ilegales” y sus familias que hace cinco años rescataron su ciudad.
“Estos trabajadores, de origen mexicano en su mayoría, le han cambiado la piel demográfica a Nueva Orleáns, para convertirla en una ciudad donde la enchilada se ha convertido en algo tan común como la jambalaya (un platillo tradicional)”, asegura José Torres Tama, un artista y escritor de origen ecuatoriano que reside desde 1984 en Nueva Orleáns
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