domingo, 1 de agosto de 2010

INDIGNACIÓN

Sara Sefchovich / El Universal
Hace unos días recibí el siguiente correo electrónico de una persona a quien no conozco:
“Estimada Sara, Realmente es una verdadera pena que, como siempre, sólo tengamos que compartir malas noticias. Esta nueva y pésima noticia es acerca de la injusticia que se acaba de cometer en el tema de las pensiones a los derechohabientes del Seguro Social, es increíble, al menos para mí, que después de haber trabajado más de 30 años y siguiendo cada una de las reglas que han marcado nuestras autoridades, y ya estando cerca de solicitar mi pensión por cesantía en edad avanzada, me encuentre con que acaban de cambiar las reglas y ahora como máximo sólo puedo aspirar a una pensión topada en diez salarios mínimos.
¿Cómo es posible que nos cambien las reglas cada vez que se les pega la gana y a su verdadero antojo? ¿Qué no se dan cuenta que están condenando a nuestra generación a vivir una vejez miserable? Mi pregunta es ingenua, pero la tenía que hacer porque estoy seguro que sí saben lo que hacen, pero no les importa pisotearnos ya que piensan que en lo único que nos ocupamos es en seguir las adivinaciones del pulpo Paul. Están equivocados porque ya estamos llegando al límite de la paciencia y de la sensatez y no tardamos en organizarnos para castigarlos en las votaciones, ya sabremos cómo organizarnos. Se les olvida que nosotros sí somos una generación que todavía alcanzamos a estudiar o en la UNAM o en el “Poli” y que todavía pensamos, aunque nos tardamos en reaccionar. Que no olviden el México 68. Y lo digo esto sin ser un grillero ni un revolucionario, ya que siempre creí en las reglas y en su justicia, pero ahora sí ya es demasiado. ¿Cómo es posible que al Martín Esparza le vayan a entregar el dinero y el patrimonio del SME y a nosotros nos condenen a la pobreza cuando ya pagamos nuestras cuotas? ¿De verdad esto es lo que nos merecemos? Disculpe que le quite su tiempo pero algo tenía que hacer con mi frustración y me acordé de usted.”
¿Qué decirle a alguien que plantea las cosas de forma tan descarnada y con tanta verdad?
Esta fue mi respuesta: “Este país nos trata cada vez peor a los ciudadanos trabajadores; conviene más ser ladrón, político, líder sindical charro, lo que sea, menos alguien honesto y cumplido. Yo estoy en la misma situación que usted después de treinta y siete años de trabajo”.
Millones más podrían suscribir estas cartas. Los que a pesar de haber pagado rigurosamente nuestras cuotas a las instituciones de eso que eufemísticamente se llama “La seguridad social”, tenemos que conformarnos con un “es que no alcanza el dinero”, “es que la institución está en mala situación financiera”. ¡Como si no supiéramos que no alcanza porque sí sabemos a dónde fueron a parar nuestras cuotas! ¡Como si no supiéramos que es un castigo para los que no quisimos acogernos a su nueva ley del ISSSTE porque era un atraco! Y los que sí lo hicieron, de todos modos, sufren el atraco de las afores.
Pero los ciudadanos que trabajamos somos siempre los castigados: los cautivos a la hora de pagar impuestos, los atosigados a la hora de las obligaciones, los siempre sospechosos, pero los olvidados a la hora de las devoluciones y los beneficios. Ahora nos van a aplicar la ley retroactivamente, algo que está prohibido y no nos van a devolver lo que hemos venido pagando durante todos nuestros años productivos, y a todas estas ocurrencias las van a llamar con el pomposo nombre de “jurisprudencia”.
Habrá por supuesto otros que no suscriban estas cartas, porque a ellos no les van a bajar sus pensiones. Como los señores jueces que ahora nos la aplican a nosotros. Ellos se protegieron con fideicomisos que les garantizan “cubrir de por vida su sueldo base mensual” con cantidades que superan los cien mil pesos mensuales porque, según han dicho: “Necesitan mantener el nivel de vida al que están acostumbrados”, ¡Como si ese argumento no valiera para todos nosotros, los demás!
La suerte es que ya nuestros dilectos legisladores y legisladoras han manifestado “su preocupación”. ¿Qué haríamos sin eso?
Escritora e investigadora en la UNAM

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