El presidente de EE UU anuncia medidas adicionales con el objetivo de crear empleo mientras clama para que el Congreso apruebe sus propuestas
SANDRO POZZI - EL PAÍS
Hasta el presidente Barack Obama lo dice. La economía de Estados Unidos crece, pero no lo suficientemente rápido como para combatir la lacra del paro. Y aunque admite que no hay una "solución mágica" o una "bala de plata" con la que matar al monstruo de la crisis, ayer intentó ofrecer un rayo de esperanza al decir que su equipo prepara nuevas medidas para reactivar el crecimiento y la creación de empleo. Usando terminología bélica, aseguró que hace falta "un ataque a gran escala" contra la crisis.
El que supuestamente iba a ser el verano de la recuperación se le escapa a Obama. Los retos que tiene EE UU ante sí, dijo, "son serios, nadie lo pone en duda". "Llevó una década excavar este agujero y llevará más de lo que nos gustaría salir", advirtió tras reunirse en la Casa Blanca con su equipo económico, para hacer balance de la situación e identificar "medidas adicionales" que detallará "en los próximos días o semanas".
"Demasiados negocios siguen sufriendo y demasiadas personas siguen buscando empleo", reiteró Obama, que garantizó que su equipo está comprometido a diario con hacer lo posible para generar el crecimiento que permita restaurar el daño creado por la recesión. Por eso habló de un "esfuerzo a gran escala, un ataque a gran escala". Obama explicó que sus nuevas medidas "para promover el crecimiento y la contratación a corto plazo y aumentar la competitividad a largo plazo" pasan por redoblar la inversión en energías limpias e investigación y desarrollo, extender los recortes de impuestos a la clase media, modernizar las infraestructuras y fomentar la inversión empresarial en EE UU con incentivos fiscales.
Obama intentó así mostrar un cierto control de la situación. Pero el nerviosismo del presidente, en una intervención entrecortada por problemas de sonido, era evidente. El pobre dato de crecimiento de la primavera y el desplome en las ventas de vivienda, publicados mientras estaba de vacaciones, alimentan la inquietud sobre la fragilidad de la economía, que se ve lastrada por un paro persistentemente alto. El próximo viernes se publica la evolución del empleo de agosto, para el que se esperan 105.000 despidos netos y un repunte de una décima del paro, al 9,6%.
Como señala el presidente "no se crece lo rápido que sería necesario". Los economistas de Goldman Sachs calculan que haría falta una expansión a una tasa anualizada del 5% para que se notara una mejora en el empleo. En el segundo trimestre se creció al 1,6%. Esto plantea un dilema a la Casa Blanca, que debe reconfortar al ciudadano a la vez que se hace eco de su frustración.
Y a la incertidumbre macroeconómica se le suma la política. La economía se está colocando en el centro del debate ante las legislativas del 2 de noviembre, donde los demócratas se arriesgan a perder la doble mayoría en el Congreso. Y los republicanos aprovechan la ansiedad para cargar contra la estrategia económica de la Casa Blanca.
El paquete de estímulos adoptado en la primavera de 2009, valorado en 862.000 millones de dólares, empieza a perder vigor. Y desde el ala conservadora del Capitolio se remiten a los datos de crecimiento, empleo y vivienda para cuestionar su eficacia y poner en evidencia que este gasto colosal está hipotecando la prosperidad de generaciones futuras.
Obama responde diciendo que la prioridad ahora pasa por seguir apoyando el crecimiento, con una política económica que va en dirección contraria a la de Europa, donde han triunfado los halcones del déficit y las políticas de austeridad, empezando por Alemania. Frente a ese enfoque y ante la persistencia de altas cifras de paro, el presidente estadounidense reclamó con crudeza en su intervención que se apruebe su iniciativa para ampliar el crédito a las pymes, las principales generadoras de empleo del país. Ese plan también incluye la suspensión del pago de determinados impuestos vinculados a las ganancias de capital.
"No hay motivos para que se dilate más el proceso", dijo, "las pymes y las comunidades que viven de ellas no están para juegos políticos, no pueden esperar". Su frustración es evidente, porque ese minipaquete de estímulos orientado a la generación de empleo lleva meses bloqueado. Y las futuras medidas que presente pueden correr la misma suerte. La parálisis en el Capitolio, según Obama, va en detrimento de la recuperación.
Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, garantizó el viernes que si pasa algo inesperado, actuará para evitar un escenario deflacionista al estilo japonés. Wall Street, que no confía en la capacidad del presidente para lidiar con la situación actual, sobre todo si su partido pierde la mayoría en el Congreso, concentra ahora toda su atención en los datos de empleo que se publicarán esta semana.
SANDRO POZZI - EL PAÍS
Hasta el presidente Barack Obama lo dice. La economía de Estados Unidos crece, pero no lo suficientemente rápido como para combatir la lacra del paro. Y aunque admite que no hay una "solución mágica" o una "bala de plata" con la que matar al monstruo de la crisis, ayer intentó ofrecer un rayo de esperanza al decir que su equipo prepara nuevas medidas para reactivar el crecimiento y la creación de empleo. Usando terminología bélica, aseguró que hace falta "un ataque a gran escala" contra la crisis.
El que supuestamente iba a ser el verano de la recuperación se le escapa a Obama. Los retos que tiene EE UU ante sí, dijo, "son serios, nadie lo pone en duda". "Llevó una década excavar este agujero y llevará más de lo que nos gustaría salir", advirtió tras reunirse en la Casa Blanca con su equipo económico, para hacer balance de la situación e identificar "medidas adicionales" que detallará "en los próximos días o semanas".
"Demasiados negocios siguen sufriendo y demasiadas personas siguen buscando empleo", reiteró Obama, que garantizó que su equipo está comprometido a diario con hacer lo posible para generar el crecimiento que permita restaurar el daño creado por la recesión. Por eso habló de un "esfuerzo a gran escala, un ataque a gran escala". Obama explicó que sus nuevas medidas "para promover el crecimiento y la contratación a corto plazo y aumentar la competitividad a largo plazo" pasan por redoblar la inversión en energías limpias e investigación y desarrollo, extender los recortes de impuestos a la clase media, modernizar las infraestructuras y fomentar la inversión empresarial en EE UU con incentivos fiscales.
Obama intentó así mostrar un cierto control de la situación. Pero el nerviosismo del presidente, en una intervención entrecortada por problemas de sonido, era evidente. El pobre dato de crecimiento de la primavera y el desplome en las ventas de vivienda, publicados mientras estaba de vacaciones, alimentan la inquietud sobre la fragilidad de la economía, que se ve lastrada por un paro persistentemente alto. El próximo viernes se publica la evolución del empleo de agosto, para el que se esperan 105.000 despidos netos y un repunte de una décima del paro, al 9,6%.
Como señala el presidente "no se crece lo rápido que sería necesario". Los economistas de Goldman Sachs calculan que haría falta una expansión a una tasa anualizada del 5% para que se notara una mejora en el empleo. En el segundo trimestre se creció al 1,6%. Esto plantea un dilema a la Casa Blanca, que debe reconfortar al ciudadano a la vez que se hace eco de su frustración.
Y a la incertidumbre macroeconómica se le suma la política. La economía se está colocando en el centro del debate ante las legislativas del 2 de noviembre, donde los demócratas se arriesgan a perder la doble mayoría en el Congreso. Y los republicanos aprovechan la ansiedad para cargar contra la estrategia económica de la Casa Blanca.
El paquete de estímulos adoptado en la primavera de 2009, valorado en 862.000 millones de dólares, empieza a perder vigor. Y desde el ala conservadora del Capitolio se remiten a los datos de crecimiento, empleo y vivienda para cuestionar su eficacia y poner en evidencia que este gasto colosal está hipotecando la prosperidad de generaciones futuras.
Obama responde diciendo que la prioridad ahora pasa por seguir apoyando el crecimiento, con una política económica que va en dirección contraria a la de Europa, donde han triunfado los halcones del déficit y las políticas de austeridad, empezando por Alemania. Frente a ese enfoque y ante la persistencia de altas cifras de paro, el presidente estadounidense reclamó con crudeza en su intervención que se apruebe su iniciativa para ampliar el crédito a las pymes, las principales generadoras de empleo del país. Ese plan también incluye la suspensión del pago de determinados impuestos vinculados a las ganancias de capital.
"No hay motivos para que se dilate más el proceso", dijo, "las pymes y las comunidades que viven de ellas no están para juegos políticos, no pueden esperar". Su frustración es evidente, porque ese minipaquete de estímulos orientado a la generación de empleo lleva meses bloqueado. Y las futuras medidas que presente pueden correr la misma suerte. La parálisis en el Capitolio, según Obama, va en detrimento de la recuperación.
Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, garantizó el viernes que si pasa algo inesperado, actuará para evitar un escenario deflacionista al estilo japonés. Wall Street, que no confía en la capacidad del presidente para lidiar con la situación actual, sobre todo si su partido pierde la mayoría en el Congreso, concentra ahora toda su atención en los datos de empleo que se publicarán esta semana.
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