Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
En lo económico ya empezábamos a sentirnos mejor, aunque con cierta cautela, cuando de pronto nos percatamos que venía de vuelta el monstruo de la recesión.
Al iniciarse el segundo semestre del año, los indicadores de tendencia económica en los Estados Unidos revelan una recesión que no se rinde y que amenaza con golpearlos una segunda vez, probablemente con la misma intensidad con la que les pegó en el terrible año de 2009.
La producción industrial, la demanda de bienes duraderos, como automóviles, el consumo en general, la demanda de nuevas viviendas y los demás indicadores de ambiente económico, como el creciente desempleo allá, transmiten --a quien quiera ver-- un mensaje pesimista que no se puede ignorar.
Para México, este escenario económico en nuestro principal y casi único socio --por su dimensión-- amenaza con revertir las expectativas optimistas de la primera mitad del 2010, que reportó un alto ritmo de crecimiento en el ingreso nacional (PIB), dándonos expectativas de poder recuperar lo perdido en el desplome económico del año pasado.
La recesión mundial, que inició a finales de 2008, y que se pensaba que ya iba de salida, nos afectará y no nos servirá la cercanía con nuestro principal motor de crecimiento –Estados Unidos-- para enfrentar sus efectos negativos en la economía mexicana, porque ese país estará en recesión.
Ahora debemos actuar nosotros y prender nuestros propios motores de defensa. Los tenemos y los hemos utilizado en el pasado. Por ello sabemos modular su ritmo e intensidad, para tener buenos resultados y evitar dificultades económicas posteriores. Se trata de generar demanda interna para activar el MERCADO INTERNO.
Tenemos tres principales instrumentos de política económica, que nos podrán ser de gran utilidad en esta emergencia, y estos son:
1) La política de gasto público;
2) La política monetaria y crediticia; y
3) La política comercial;
Porque no será con limosnas como podremos salvar a nuestros pobres y desempleados, sino con empleos y producción nacional, que proveerá la oferta de bienes y servicios ante la demanda que habremos de crear en nuestro mercado interno.
La política de gasto público, primeramente, aumentará los egresos más allá del de ingresos, promoviendo así un déficit estructurado y una demanda agregada adicional que inducirá producción y empleos, mismos que el momento recesivo requiere. Convendrá también que dicho déficit sea financiarlo con crédito externo y/o del Banco de México de manera que no compita y absorba recursos internos de la banca, para dejarlos disponibles al sector privado, que debe ser parte de la estrategia para enfrentar la crisis y necesitará ser beneficiado con la política crediticia.
Convendría usar el gasto gubernamental para apoyar la producción en diversos sectores y para inversión en infraestructura, de manera que se incremente la oferta de bienes y servicios y satisfaga la demanda, igualmente creciente, evitando así presiones inflacionarias.
La política monetaria y crediticia deberá enfocarse a satisfacer los requerimientos de crédito de los sectores público y privado. Será fundamental cuidar la calidad y productividad esperada de los proyectos receptores de tal financiamiento, para asegurar que se cumpla con el objetivo de aumentar la oferta interna.
La política comercial será también de suma importancia en este esquema. Por un lado, para diversificar nuestras exportaciones hacia los países “ganadores” en la actual coyuntura --por sus altos ritmos de crecimiento-- como son los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y sus exitosos vecinos en Asia, Europa Oriental y América Latina. Asimismo, será conveniente que los aranceles de importación y demás instrumentos disponibles en México, eviten que se drene vía importaciones toda la demanda agregada nueva, de manera que induzca producción interna y empleo en México.
Finalmente, en cuanto a la orientación de las políticas comercial y crediticia, es necesario apoyar al sector rural mexicano, que está muy necesitado, por su pobreza, y que cuenta con tierras subutilizadas y mano de obra desempleada y subempleada, especialmente ante el retorno de mexicanos de los Estados Unidos. Este sector tiene gran capacidad para elevar la producción de granos --maíz, trigo y sorgo-- si recibe crédito; y la coyuntura actual mundial es oportuna, dados los desastres agrícolas en Rusia y otros países.
Este es el momento para actuar sin perturbaciones ideológicas ni antagonismos conceptuales. Es importante ser prácticos y saber responder al momento de crisis que se nos ha presentado.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
En lo económico ya empezábamos a sentirnos mejor, aunque con cierta cautela, cuando de pronto nos percatamos que venía de vuelta el monstruo de la recesión.
Al iniciarse el segundo semestre del año, los indicadores de tendencia económica en los Estados Unidos revelan una recesión que no se rinde y que amenaza con golpearlos una segunda vez, probablemente con la misma intensidad con la que les pegó en el terrible año de 2009.
La producción industrial, la demanda de bienes duraderos, como automóviles, el consumo en general, la demanda de nuevas viviendas y los demás indicadores de ambiente económico, como el creciente desempleo allá, transmiten --a quien quiera ver-- un mensaje pesimista que no se puede ignorar.
Para México, este escenario económico en nuestro principal y casi único socio --por su dimensión-- amenaza con revertir las expectativas optimistas de la primera mitad del 2010, que reportó un alto ritmo de crecimiento en el ingreso nacional (PIB), dándonos expectativas de poder recuperar lo perdido en el desplome económico del año pasado.
La recesión mundial, que inició a finales de 2008, y que se pensaba que ya iba de salida, nos afectará y no nos servirá la cercanía con nuestro principal motor de crecimiento –Estados Unidos-- para enfrentar sus efectos negativos en la economía mexicana, porque ese país estará en recesión.
Ahora debemos actuar nosotros y prender nuestros propios motores de defensa. Los tenemos y los hemos utilizado en el pasado. Por ello sabemos modular su ritmo e intensidad, para tener buenos resultados y evitar dificultades económicas posteriores. Se trata de generar demanda interna para activar el MERCADO INTERNO.
Tenemos tres principales instrumentos de política económica, que nos podrán ser de gran utilidad en esta emergencia, y estos son:
1) La política de gasto público;
2) La política monetaria y crediticia; y
3) La política comercial;
Porque no será con limosnas como podremos salvar a nuestros pobres y desempleados, sino con empleos y producción nacional, que proveerá la oferta de bienes y servicios ante la demanda que habremos de crear en nuestro mercado interno.
La política de gasto público, primeramente, aumentará los egresos más allá del de ingresos, promoviendo así un déficit estructurado y una demanda agregada adicional que inducirá producción y empleos, mismos que el momento recesivo requiere. Convendrá también que dicho déficit sea financiarlo con crédito externo y/o del Banco de México de manera que no compita y absorba recursos internos de la banca, para dejarlos disponibles al sector privado, que debe ser parte de la estrategia para enfrentar la crisis y necesitará ser beneficiado con la política crediticia.
Convendría usar el gasto gubernamental para apoyar la producción en diversos sectores y para inversión en infraestructura, de manera que se incremente la oferta de bienes y servicios y satisfaga la demanda, igualmente creciente, evitando así presiones inflacionarias.
La política monetaria y crediticia deberá enfocarse a satisfacer los requerimientos de crédito de los sectores público y privado. Será fundamental cuidar la calidad y productividad esperada de los proyectos receptores de tal financiamiento, para asegurar que se cumpla con el objetivo de aumentar la oferta interna.
La política comercial será también de suma importancia en este esquema. Por un lado, para diversificar nuestras exportaciones hacia los países “ganadores” en la actual coyuntura --por sus altos ritmos de crecimiento-- como son los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y sus exitosos vecinos en Asia, Europa Oriental y América Latina. Asimismo, será conveniente que los aranceles de importación y demás instrumentos disponibles en México, eviten que se drene vía importaciones toda la demanda agregada nueva, de manera que induzca producción interna y empleo en México.
Finalmente, en cuanto a la orientación de las políticas comercial y crediticia, es necesario apoyar al sector rural mexicano, que está muy necesitado, por su pobreza, y que cuenta con tierras subutilizadas y mano de obra desempleada y subempleada, especialmente ante el retorno de mexicanos de los Estados Unidos. Este sector tiene gran capacidad para elevar la producción de granos --maíz, trigo y sorgo-- si recibe crédito; y la coyuntura actual mundial es oportuna, dados los desastres agrícolas en Rusia y otros países.
Este es el momento para actuar sin perturbaciones ideológicas ni antagonismos conceptuales. Es importante ser prácticos y saber responder al momento de crisis que se nos ha presentado.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
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