sábado, 28 de agosto de 2010

EMPLEO Y DÉFICIT PARA SALIR DE LA CRISIS

Miguel Ángel Bernal Alonso / elEconomista.es
Con los últimos datos económicos aparecidos en Estados Unidos parece como si la recién estrenada película de Christopher Nolan: Inception (Origen), hubiese tomado cuerpo en este sueño estival, al menos en el plano económico.
Como en la referida película, alguien ha penetrado mientras dormitábamos este verano de enorme canícula en el sueño económico, llegando hasta el subconsciente y ha robado la convicción en la recuperación. Albergábamos la esperanza de dar la espalda a la pesadilla de la crisis económica, esperábamos confirmar el despegue económico de EEUU que debía propiciar el del resto de los países y nos encontramos nuevamente ante el abismo: la posibilidad de una nueva recesión.
La realidad de los datos
El último dato de ventas de nuevas viviendas cayó en Estados Unidos un 12,4% (mes de julio), por cierto, que los analistas esperaban que aumentara. Pero además no es un dato aislado, puesto que para el mismo periodo la caída de vivienda usada fue de un 27,2%.
De esta forma se sigue acumulando viviendas a la venta, lo que sin duda repercutirá en nuevas bajadas de sus precios, mercado donde constructores y vendedores de segunda mano tienen que competir con bancos y financieras en su intento de colocar los inmuebles embargados por ellos, lo que acelera y aumenta aún más la caída del valor de la vivienda.
No es de extrañar, por tanto, que el mercado inmobiliario americano vea cómo los precios de la vivienda han bajado hasta niveles de diciembre de 2003, en un contexto de tipos de interés para la financiación de la compra históricamente bajos. Nadie debe equivocarse pensando que esta debilidad es un problema centrado exclusivamente en el mercado de la vivienda, que la actual situación no contamina y no se extiende a otros sectores de la actividad.
Confianza norteamerica, mermada
Para que nadie albergue dudas debe señalarse que los empresarios americanos tienen una visión muy negativa de la situación, así el indicador de confianza empresarial de la Reserva Federal de Filadelfia, conocido el viernes 19 de agosto, caía con fuerza y se situaba en terreno negativo por primera vez desde julio de 2009, acumulando su tercera caída consecutiva.
Esta confianza tan negativa se ve corroborada por datos económicos reales: el mismo día que conocíamos el mal dato de venta de viviendas nuevas el Departamento de Comercio publicó la evolución de los pedidos de bienes duraderos, los cuales subieron sólo tres décimas durante el mes de julio. Por cierto, nuevamente los analistas erraban sus previsiones puesto que esperaban que se creciera tres puntos.
La demanda no responde ante los estímulos
La debilidad actual después de la intervención de los Estados y los Gobiernos, especialmente por parte de la Fed, no responde ya a dificultades bancarias como antaño, sino a la incapacidad por parte de la demanda privada de apuntalar la recuperación. Esta debilidad es la auténtica amenaza para al crecimiento económico, dado su peso en el producto interior bruto.
Y es que si anteriormente hablamos de desconfianza para el sector empresarial, la situación es aún más palpable y duradera en el área del consumidor. Basta ver los últimos datos de confianza del consumidor, que fueron publicados a mediados del mes pasado, para ver que durante julio el Coference Board (índice de confianza del consumidor americano) registró una fuerte caída, otro dato que confirma la pérdida de pulso de la primera economía mundial. Digo confirma porque otros indicadores macro ya venían adelantando, desde hace un tiempo, este anquilosamiento.
Mercado laboral
Si nos preguntamos ahora la fuente de esta desconfianza, la respuesta es clara: la situación del mercado laboral. Los salarios son la principal fuente de rentas para el consumidor, pero además el dinamizador de las expectativas de los mismos.
De todos es conocida la lógica aplastante de que cuando el desempleo disminuye, la confianza del consumidor aumenta a la vez que lo hace el consumo privado y a la inversa. Sin embargo, actualmente el mercado laboral en EEUU, así como en el resto de los países desarrollados, mantiene una tendencia negativa.
Julio se saldó con una destrucción de 130.000 puestos de trabajo, acompañada de una revisión a la baja de la cifra correspondiente a junio hasta los 221.000 empleos (frente a los 125.000 puestos de trabajo de la estimación inicial).
Estos malos datos se ven reforzados si tenemos presente que el sector privado sigue careciendo de dinamismo, además la duración media del desempleo permanece inamovible y anclada por encima de las 35 semanas, y el porcentaje de desempleados sin derecho a subsidio también está estable en el 45% del total de parados. Estos datos son negativos y pesan mucho en las expectativas de los consumidores y en sus planes de gasto.
Intervención estatal
Ante esta situación, los escalofríos vuelven a recorrer las previsiones económicas. Existe el temor, cada vez más fuerte y fundado, de que la principal economía mundial no sea capaz de seguir generando crecimiento. En estos momentos debería ser la demanda privada, las familias y empresas, quienes sostuvieran la economía, especialmente después del enorme esfuerzo realizado por su Gobierno vía déficit público, puesto que hasta el momento ha sido la intervención estatal la que ha limitado considerablemente los efectos de la crisis.
Muy recientemente hemos conocido por la Oficina de Presupuesto del Congreso americano que el equipo de Barack Obama cifraba el plan de incentivos en 814.000 millones de dólares, partida que ha aportado un crecimiento de 4,5 puntos durante este segundo trimestre.
Para que nos hagamos una idea de lo que supone este frío dato es necesario considerar que sin el plan de estímulos, el dato de PIB americano habría registrado un retroceso del 2%y algunos estudios sitúan la tasa de paro, ante este escenario, por encima del 10%. Se constata como estos estímulos pierden intensidad y se agotan, de ahí que la Casa Blanca intente que el Congreso de EEUU adopte nuevos paquetes de ayudas dirigidos principalmente a las pequeñas y medianas empresas, las mayores generadoras de empleo.
Éste es el auténtico sentido al que se debe dirigir el déficit público, máxime en los graves momentos por los que atravesamos: apoyar a los generadores de empleo, a las pequeñas y medianas empresas, a los emprendedores para que no se pierda empleo, sino que incluso pueda generarse.
Desde luego, un déficit dirigido al gasto como incremento momentáneo de la actividad es tan sólo maquillar los datos en el corto plazo y comprometer el crecimiento futuro.
Lo siento, pero no comparto esa idea general que ha invadido el pensamiento económico, el déficit público es una medida no deseable pero necesaria, especialmente en este momento. Otra cosa es el uso que se haga o se ha hecho de él, como señalaba hace un momento el empleo que se le debe dar al déficit y que debe ir dirigido al apoyo de las unidades que generan y mantienen el trabajo, no al gasto corriente.
Me despido como he comenzado y me permito parafrasear a Leonardo DiCaprio (Dom Cabb) en la referida película: "¿Cuál es la enfermedad más contagiosa ? Una idea. Es una pequeña semilla, que se propaga como un virus. Están en la cabeza. Y eso hace que las ideas sean vulnerables a la manipulación".
Miguel Ángel Bernal Alonso, profesor de la Fundación de Estudios Financieros.

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