sábado, 2 de junio de 2012

MANTENER HABITABLE EL PLANETA


Guillermo Knochenhauer / El Financiero
En 2012 la humanidad debería celebrar dos aniversarios importantes: el vigésimo de la reunión de jefes de Estado en Río de Janeiro, que fue convocada ante la celeridad de la pérdida de bosques, selvas, manglares, arrecifes y, con ellos, animales, vegetales y microorganismos.
También deberíamos celebrar el 40 aniversario de la primera edición de los Límites del crecimiento, publicación del Club de Roma que fue pionera en ofrecer una visión multidisciplinaria, multisectorial y de largo plazo que sirvió de advertencia acerca de los desafíos de la humanidad, destacadamente el de la sustentabilidad ambiental.
No hay nada que celebrar, sin embargo, porque a pesar de las evidencias científicas de aquellos y varios planteamientos semejantes, el poder político de los Estados y gobiernos está cada vez más sometido -como corresponde en el capitalismo- a los intereses económicos de las grandes corporaciones. Por esa principalísima causa, la pérdida de los ecosistemas no sólo no se ha detenido, sino que va en aumento.
El Centro Tepoztlán Víctor L. Urquidi, AC, que preside Rodolfo Stavenhagen, recibió el sábado pasado a José Sarukhán, promotor en el Instituto de Ecología de la UNAM del principal grupo de investigación de México en esa materia, y a Gerardo Gil, presidente de la Sección Mexicana del Club de Roma, para dialogar acerca de los escenarios que anticipaban hace 40 y 20 años aquellos planteamientos y de la situación actual.
El patrón de desarrollo industrial del mundo, dijo Gerardo Gil, "ha provocado un profundo deterioro del medio ambiente, del cual el calentamiento global es sólo una de sus manifestaciones, y la sobreexplotación de los recursos naturales a nivel global ha sobrepasado los límites de su recuperación en varios ámbitos. Esta situación se da en el contexto de una creciente desigualdad y polarización social".
Es terrible, pero ya se dan por perdidas muchas opciones de desarrollo sustentable para el futuro. Dennis Meadows, quien coordina el "Informe sobre los límites del crecimiento", documento que ha sido actualizado a los 20 y 30 años de su publicación, considera que ya es demasiado tarde para lograr el desarrollo sustentable en el planeta.
Otros expertos citados por Gil, como Jürgen Randers, están preocupados por el futuro de la vida humana en la Tierra, aunque paradójicamente consideran que las soluciones técnicas a las limitaciones ambientales tendrían un costo sorprendentemente bajo.
Una manera en que la humanidad tendría que adaptarse a las limitaciones ambientales es que decrecieran las actividades económicas creadoras de necesidades artificiales y de cosas fútiles y desechables.
México ya enfrenta severos problemas en dos recursos esenciales para la vida: agua y suelos. A nivel nacional, dijo el doctor Sarukhán, "se proyecta una reducción de 10 por ciento anual en la disponibilidad de agua bajo escenario de cambio climático al 2030".
El mal manejo de suelos, muchas veces contaminados por agroquímicos, ha causado que 64 por ciento de la tierra agrícola en México esté entre moderada y severamente degradada, lo que quiere decir que han perdido capacidad nutriente, de la que depende la productividad agrícola. Ya tenemos grandes extensiones de suelos infértiles en México.
No se trata, como dijo el doctor Sarukhán, de salvar al planeta, que se salvará solo, sino de "mantenerlo habitable para nuestra especie, a niveles dignos de vida para todas las generaciones, actuales y futuras". Es imperativo, dijo el doctor Sarukhán, que la producción de alimentos sea sustentable, que el desarrollo energético e industrial baje sus emisiones de CO2, el ordenamiento del uso del territorio, y considerar los recursos naturales que se utilizan en las actividades económicas, como un costo en las cuentas nacionales.
El mayor problema es que los gobiernos y las sociedades son presas de la visión de los grandes negocios, contraria a la que se necesita para reconocer que la especie humana está en peligro.
¿Por qué, ante la abrumadora evidencia del peligro de su extinción, la humanidad no hace lo necesario para salvarse? La explicación del absurdo, sugirió el doctor Sarukhán, es que los humanos no nos asumimos como especie, como parte de la naturaleza, sino como estadounidenses, chinos o mexicanos, como blancos, negros o amarillos, como católicos, cristianos, judíos o musulmanes. Esas diferencias impiden que veamos el común destino que nos depara nuestro planeta

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