Guillermo
Knochenhauer / El Financiero
En 2012 la
humanidad debería celebrar dos aniversarios importantes: el vigésimo de la
reunión de jefes de Estado en Río de Janeiro, que fue convocada ante la
celeridad de la pérdida de bosques, selvas, manglares, arrecifes y, con ellos,
animales, vegetales y microorganismos.
También
deberíamos celebrar el 40 aniversario de la primera edición de los Límites del
crecimiento, publicación del Club de Roma que fue pionera en ofrecer una visión
multidisciplinaria, multisectorial y de largo plazo que sirvió de advertencia
acerca de los desafíos de la humanidad, destacadamente el de la sustentabilidad
ambiental.
No hay nada
que celebrar, sin embargo, porque a pesar de las evidencias científicas de
aquellos y varios planteamientos semejantes, el poder político de los Estados y
gobiernos está cada vez más sometido -como corresponde en el capitalismo- a los
intereses económicos de las grandes corporaciones. Por esa principalísima
causa, la pérdida de los ecosistemas no sólo no se ha detenido, sino que va en
aumento.
El Centro
Tepoztlán Víctor L. Urquidi, AC, que preside Rodolfo Stavenhagen, recibió el
sábado pasado a José Sarukhán, promotor en el Instituto de Ecología de la UNAM
del principal grupo de investigación de México en esa materia, y a Gerardo Gil,
presidente de la Sección Mexicana del Club de Roma, para dialogar acerca de los
escenarios que anticipaban hace 40 y 20 años aquellos planteamientos y de la
situación actual.
El patrón de
desarrollo industrial del mundo, dijo Gerardo Gil, "ha provocado un
profundo deterioro del medio ambiente, del cual el calentamiento global es sólo
una de sus manifestaciones, y la sobreexplotación de los recursos naturales a
nivel global ha sobrepasado los límites de su recuperación en varios ámbitos.
Esta situación se da en el contexto de una creciente desigualdad y polarización
social".
Es terrible,
pero ya se dan por perdidas muchas opciones de desarrollo sustentable para el
futuro. Dennis Meadows, quien coordina el "Informe sobre los límites del
crecimiento", documento que ha sido actualizado a los 20 y 30 años de su
publicación, considera que ya es demasiado tarde para lograr el desarrollo
sustentable en el planeta.
Otros
expertos citados por Gil, como Jürgen Randers, están preocupados por el futuro
de la vida humana en la Tierra, aunque paradójicamente consideran que las
soluciones técnicas a las limitaciones ambientales tendrían un costo
sorprendentemente bajo.
Una manera
en que la humanidad tendría que adaptarse a las limitaciones ambientales es que
decrecieran las actividades económicas creadoras de necesidades artificiales y
de cosas fútiles y desechables.
México ya
enfrenta severos problemas en dos recursos esenciales para la vida: agua y
suelos. A nivel nacional, dijo el doctor Sarukhán, "se proyecta una
reducción de 10 por ciento anual en la disponibilidad de agua bajo escenario de
cambio climático al 2030".
El mal
manejo de suelos, muchas veces contaminados por agroquímicos, ha causado que 64
por ciento de la tierra agrícola en México esté entre moderada y severamente
degradada, lo que quiere decir que han perdido capacidad nutriente, de la que
depende la productividad agrícola. Ya tenemos grandes extensiones de suelos
infértiles en México.
No se trata,
como dijo el doctor Sarukhán, de salvar al planeta, que se salvará solo, sino
de "mantenerlo habitable para nuestra especie, a niveles dignos de vida
para todas las generaciones, actuales y futuras". Es imperativo, dijo el
doctor Sarukhán, que la producción de alimentos sea sustentable, que el
desarrollo energético e industrial baje sus emisiones de CO2, el ordenamiento
del uso del territorio, y considerar los recursos naturales que se utilizan en
las actividades económicas, como un costo en las cuentas nacionales.
El mayor
problema es que los gobiernos y las sociedades son presas de la visión de los
grandes negocios, contraria a la que se necesita para reconocer que la especie
humana está en peligro.
¿Por qué,
ante la abrumadora evidencia del peligro de su extinción, la humanidad no hace
lo necesario para salvarse? La explicación del absurdo, sugirió el doctor
Sarukhán, es que los humanos no nos asumimos como especie, como parte de la
naturaleza, sino como estadounidenses, chinos o mexicanos, como blancos, negros
o amarillos, como católicos, cristianos, judíos o musulmanes. Esas diferencias
impiden que veamos el común destino que nos depara nuestro planeta
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