Es increíble que México sea un mercado tan fácilmente
traspasable en materia de tráfico de productos ilegales, de baja
calidad, piratas y que no cumplen con apropiadas reglas de sanidad.
En este calidoscopio predominan los productos Made in
China, algunos representan riesgos para la salud en forma de productos
alimenticios, medicinas y hierbas para bajar de peso; fórmulas mágicas
para la líbido así como cremas quitamanchas para la piel y algunas que
prometen aclarar la tez en más de un tono.
La realidad es que el país tiene una frontera porosa en
ambos lados de la geografía patria, tanto al norte como al sur, y el
significado es claramente entendible tanto por la corrupción como por la
falta de mejores sistemas de monitoreo para evitar todo tipo de
contrabando y tráfico ilegal de productos que además de dañar a las
personas, provocan efectos negativos tanto en la micro, pequeña y
mediana empresa, como en la hacienda pública del país.
A lo largo de diversos años hemos escuchado en los
medios de comunicación de tal o cual contenedor de origen chino
detectado por las autoridades e inspeccionado por salud con resultados
de ingredientes nocivos.
El meollo es que son unos pocos los cargamentos
detenidos, los demás se cuelan por los mercados, mercadillos y tianguis
donde la gente acude a comprarlos sin siquiera pensar en la veracidad
del contenido.
Como hace un par de años, cuando la Procuraduría
Federal del Consumidor (Profeco) y la Secretaría de Economía advirtieron
de una crema en polvo de imitación tipo coffee breake que contenía
melamina.
Tampoco podemos olvidar el caso de la leche en polvo,
varias toneladas también con melamina y otros químicos, que inclusive
provocaron la muerte de bebés en China. No obstante, no se impidió la
exportación de esta leche que llegó a América Latina, entre éstos,
México y al Continente Africano.
O la pasta dental de los hoteles, igualmente
manufacturada en China. La Organización Mundial de la Salud (OMS) debió
lanzar una alerta mundial para que países y productores del ramo se
pusieran atentos para no comprar (o retirar de la circulación) pasta
dental con el ingrediente dietileno glycol que provocó más de un
centenar de muertes en Panamá.
Hasta en Costa Rica y Nigeria detectaron el dentífrico
en mercados donde la gente acude a comprar por el bajo precio de los
productos y no pagan impuestos directos al consumo.
A COLACIÓN
Estados Unidos tiene una lista de
sustancias cancerígenas utilizadas en la producción de al menos 216
productos de uso común, muchas de éstas ligadas con casos de cáncer de
mama.
Principalmente se trata de disolventes
utilizados en los tintes para el pelo, sartenes antiadherentes,
medicamentos, aditivos para mejorar el aroma y el sabor de la comida
(cuidado con los polvos de caldo de pollo, res, pescado, etc).
Otros más están en productos con
ingredientes como el benceno y acrilamida (papas fritas), dos de los
químicos más comunes en la compra del supermercado.
Asimismo, las sustancias químicas
dañinas están en los textiles sintéticos: alfombras con tratamiento
anticombustible, materiales para la construcción como el PVC, plásticos,
barnices, lentes de contacto, pesticidas, insecticidas, suplementos
para aumentar la masa muscular, saborizantes de helados, chicles y
pastelería; sustancias de limpieza en casa, potentes blanqueadores para
ropa, cloros, jabones y detergentes.
En especial, para las mujeres la
advertencia está relacionada directamente con la utilización de hormonas
sintéticas, fármacos para la terapia de la menopausia, anticonceptivos,
lociones y champúes.
No perder de vista los ingredientes del
maquillaje indeleble, de larga duración e insisto, tintes para pelo y
uñas. Cuando estas sustancias entran en contacto con las personas con
predisposición genética al cáncer (en especial las mujeres hacia el
cáncer de mama), se desarrolla una alta probabilidad de padecer la
mortal enfermedad.
El informe de Estados Unidos señala que
"las mujeres portadoras de mutaciones en los genes BRCA1 y 2 tienen
entre un 50% y un 85% de posibilidades de padecerlo", al entrar en
contacto con cualesquiera de los 216 productos de uso común elaborados
con sustancias químicas peligrosas.
Como consumidor hay que detenerse a leer
más de una vez el ingrediente de los productos que pasarán a formar
parte de la cotidianidad de las personas.
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