Samuel García / 24 Horas El Diario sin Límites
Ayer concluyeron las campañas electorales con sonoros mítines en Guadalajara, Monterrey, Distrito Federal y Aguascalientes.
Han terminado campañas electorales bastante aburridas, con poca
creatividad en su mercadotecnia política y una lamentable ausencia de
propuestas inteligentes, atrevidas y atractivas que desafíen la atención
y capturen el interés de los ciudadanos.
Un día después, difícilmente se recuerda una frase o una propuesta que se haya quedado en la memoria colectiva.
Sólo la irrupción del movimiento de estudiantes universitarios
#YoSoy132 logró alterar, con su frescura y sólo por unas cuantas
semanas, la línea sosa impuesta por unas campañas movidas por liderazgos
medianos e impregnadas de trivialidades.
Al terminar estos 90 días de un bombardeo inmisericorde de spots
publicitarios transmitidos a través de la radio, la televisión, las
redes sociales y las salas de cine, o los miles de pendones ensuciando
las calles de las ciudades, uno se pregunta: Y ¿dónde están las
propuestas económicas concretas que piden a gritos los ciudadanos y el
futuro del país?
Se ofrecieron empleos pero no se nos dijo cómo los van a generar, en
qué sectores, en qué regiones, con qué salarios, a cargo de qué
presupuesto público o con qué calidad. Como si estos cayeran del cielo.
Se ofrecieron vales para comprar medicamentos, pero tampoco se nos
dice quién los va a pagar, ni si se incrementarán los impuestos para
poder financiarlos.
Algunos dijeron que reducirán el precio de las gasolinas, del gas y
las tarifas eléctricas, pero no hay cuentas públicas de cuánto costará
esta reducción, ni quién terminará pagando estos generosos “obsequios”,
cortesía de candidatos en campaña.
Se prometió un seguro universal para toda la población y nadie
explicó que el costo probable de 5% del PIB (unos 600 mil millones de
pesos) en el que se evalúa un proyecto así, tendría que salir de alguna
parte.
Se dijo que la economía deberá crecer a 6% anual para generar los más
de 1.2 millones de empleos que necesitamos, pero no nos dijeron cómo lo
harán.
Se no ha prometido que nuestros hijos tendrán una nueva política
educativa pública, mejores escuelas con infraestructura de primer mundo,
horarios más amplios, maestros -ahora sí- comprometidos, y escuelas
normales de clase mundial; pero tampoco se nos ha dicho qué harán para
lograrlo.
Nos han prometido que tendremos trenes de alta velocidad corriendo
por el territorio nacional y nuevos aeropuertos en regiones de escaso
tráfico, pero nunca vimos en estos 90 días un plan maestro de
infraestructura y de logística de largo plazo que atienda a una visión
integral del país que se quiere construir.
Nada se nos dijo sobre qué harán con la política fiscal, financiera,
con su política para atraer inversiones o para desarrollar el mercado
interno que enfrente exitosamente la grave crisis económica que azota al
mundo desarrollado y del que no somos ajenos.
En fin, que después de 90 días de un molesto bombardeo publicitario
lleno de ideas vagas, de generalidades de políticas públicas, de
promesas económicas sin sustento, parecen excesivos los tres días
efectivos de “reflexión” para emitir el voto. Reflexión ¿sobre qué
propuestas?
Ya lo apuntaba el premio Nobel de Economía, Amartya Sen, que hay
sociedades que aún votan con el estómago y no con la cabeza. Pues bien,
en México los candidatos han planteado una elección para votar con el
estómago.
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