Una salida, por favor
“La
historia ha demostrado que los llamados visionarios son los verdaderos
realistas y que los dubitativos y titubeantes suelen quedarse a la zaga”.
Corrían los primeros meses de 1998 cuando el entonces canciller alemán, Helmut
Kohl, apremiaba con esta arenga a cumplir los plazos establecidos y a alumbrar
la moneda única que traería consigo “una verdadera estabilidad social”. Kohl se
salió con la suya —pese a la resistencia de muchos de sus conciudadanos, a
quienes acabó convenciendo con un liderazgo que hoy se recuerda con nostalgia
en las grandes capitales europeas— y el euro nació el 1 de enero de 1999. Han
pasado casi 14 años y la iniciativa más ambiciosa en la que se ha embarcado
Europa corre el riesgo de agrietarse por las carencias de un proyecto que, a
pesar de las dotes persuasivas de Kohl, estaba incompleto: no iba acompañado de
una auténtica unión política y económica.
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