Olvídense de Grecia. España es el
lugar donde se decidirá el destino de Europa
Los mercados no han tardado ni
medio segundo en darse cuenta de que el rescate no resolvía nada
Paul Krugman / El País
Entre los
economistas que conocen su historia, la simple mención de ciertos años provoca
escalofríos. Por ejemplo, hace tres años, Christina Romer, por entonces
directora del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama, advertía a
los políticos de que no recreasen lo sucedido en 1937 (el año en que Roosevelt
pasó, con demasiada precipitación, del estímulo fiscal a la austeridad, con lo
que volvió a hundir en la recesión una economía que se estaba recuperando).
Desgraciadamente, se hizo caso omiso de este consejo. Pero ahora escucho hablar
cada vez más de un año todavía más fatídico. De repente, economistas
normalmente sosegados hablan de 1931, el año en que todo se vino abajo.
Empezó
con una crisis bancaria en un pequeño país europeo: Austria. Austria trató de
intervenir con un rescate bancario; pero al dispararse el coste del rescate, se
dudaba de la solvencia del Gobierno. Los problemas de Austria no deberían haber
sido lo bastante grandes para tener repercusiones importantes en la economía
mundial, pero, en la práctica, generaron un pánico que se extendió por todo el
mundo. ¿Les resulta conocido?
Sin embargo, la lección realmente crucial de 1931
tuvo que ver con los peligros de la abdicación política. Los Gobiernos europeos
más fuertes podrían haber ayudado a Austria a resolver sus problemas. Los
bancos centrales, especialmente el Banco de Francia y la Reserva Federal, podrían
haber hecho mucho más para limitar el daño. Pero nadie con poder para frenar la
crisis dio un paso al frente; todos los que podrían y deberían haber actuado
declararon que la responsabilidad era de otros.
Y está volviendo a suceder tanto en Europa como
en Estados Unidos.
Fíjense
primero en el modo en que los dirigentes europeos han estado haciendo frente a
la crisis bancaria en España. (Olvídense de Grecia, que es en gran medida una
causa perdida; España es el lugar donde se decidirá el destino de Europa). Como
Austria en 1931, España tiene bancos con problemas que necesitan
desesperadamente más capital, pero ahora el Gobierno español, como entonces el
Gobierno de Austria, ve en entredicho su solvencia.
¿Y qué
deberían hacer los dirigentes europeos (a quienes les interesa enormemente
contener la crisis española)? Parece evidente que los países acreedores
europeos necesitan, de una forma u otra, asumir algunos de los riesgos
financieros a los que se enfrentan los bancos españoles. Y no, a Alemania no va
a gustarle, pero con la propia supervivencia del euro en juego, un poco de
riesgo financiero debería ser un problema menor.
Pero no.
La “solución” de Europa ha sido prestar dinero al Gobierno español y decirle a
este que rescate sus propios bancos. Los mercados financieros no han tardado ni
un segundo en darse cuenta de que esto no resolvía nada, que simplemente
endeudaba todavía más al Gobierno de España. Y la crisis europea es ahora más
profunda que nunca. Pero no ridiculicemos a los europeos, porque muchos de
nuestros dirigentes políticos están actuando igual de irresponsablemente. Y no
me refiero solo a los republicanos del Congreso, que a menudo dan la impresión
de estar intentando sabotear la economía deliberadamente.
Hablemos
mejor de la Reserva Federal. La Reserva tiene lo que se conoce como una doble
misión: se supone que aspira a lograr tanto la estabilidad de los precios como
el pleno empleo. Y la semana pasada, la Reserva publicó su más reciente
conjunto de pronósticos económicos, que mostraban que prevé que fracasará en
ambos aspectos de su misión, con una inflación por debajo del objetivo y un
paro muy por encima del objetivo durante los próximos años.
Esta es una perspectiva terrible, y la Reserva
Federal lo sabe. Ben Bernanke, el presidente de la Reserva, ha advertido en
concreto sobre el daño que está infligiendo a Estados Unidos el nivel sin
precedentes de paro de larga duración.
¿Y qué
propone hacer al respecto la Reserva Federal? Prácticamente nada. Es cierto
que, la semana pasada, la Reserva anunció algunas medidas que supuestamente
estimularán la economía. Pero creo que es justo decir que cualquiera que esté
mínimamente familiarizado con la situación considera estas medidas
lamentablemente inadecuadas (un gesto poco menos que simbólico para eludir las
acusaciones de que no está haciendo nada en absoluto).
¿Por qué
no actúa la Reserva Federal? Yo supongo que se siente intimidada por esos
congresistas republicanos, que tiene miedo de hacer algo que pueda considerarse
como una ayuda política al presidente Obama, es decir, cualquier cosa que pueda
ayudar a la economía. Puede que haya alguna otra explicación, pero el hecho es
que la Reserva Federal, al igual que el Banco Central Europeo, al igual que el
Congreso de Estados Unidos, y al igual que el Gobierno de Alemania, ha decidido
que evitar el desastre económico es responsabilidad de otros.
No
debería estar sucediendo nada de esto. Como en 1931, los países occidentales
tienen los recursos que necesitan para evitar la catástrofe y, de hecho, recuperar
la prosperidad (y tenemos la ventaja añadida de saber mucho más que nuestros
bisabuelos sobre cómo se producen las depresiones y la manera de ponerles fin).
Pero el conocimiento y los recursos no sirven de nada si quienes los poseen se
niegan a utilizarlos.
Y eso es
lo que parece estar ocurriendo. Los fundamentos de la economía mundial no son,
en sí, tan preocupantes; es la casi universal abdicación de la responsabilidad
la que me llena, a mí y a muchos otros economistas, de una sensación de
angustia cada vez mayor.
Paul
Krugman es
profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía de 2008.
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