Italia,
España y Francia forzaron el acuerdo que logró las medidas de urgencia
La buena noticia es que la prima
de riesgo bajó 70 puntos, la mala es que se trata de los mismos niveles de hace
una semana
La
canciller alemana Angela Merkel durante la segunda jornada de la cumbre de la
UE en Bruselas. / OLIVIER HOSLET (EFE)
Y
entonces sucede el hecho: Italia y España bloquean la supercumbre del euro durante unas horas ante la falta
de medidas urgentes para tranquilizar a los mercados y empieza una discusión
subida de tono, con algún que otro contrapunto dramático, y un director de
escena que no es ni la dama de hierro europea, la canciller Angela Merkel, ni la
nueva figura de la escena política continental, el francés François Hollande, ni español Mariano Rajoy ni mucho
menos los líderes comunitarios. “Aquello fue un completo show de Mario Monti”,
explica en los aledaños del Consejo Europeo un diplomático de un país
mediterráneo. “Monti amenazó con algo más. ‘Voy a dimitir’, llegó a decir en un
momento de la noche. Hubo algo de chantaje, algo de farol. Como casi siempre,
la cumbre fue menos dramática de lo que ha trascendido, pero sí hubo momentos
de tensión”, afirma un dirigente comunitario del más alto nivel. Con Monti en el papel de director de orquesta, Europa dio ayer un paso al
frente. Empezó a rediseñar el edificio institucional del euro en el largo plazo, con medidas
para el crecimiento (algo timoratas para la gravedad de la recesión en el Sur),
con una hoja de ruta repleta de grandes palabras (unión bancaria, unión fiscal,
unión política), pero también, al final, con medidas urgentes ante la
endiablada situación en los mercados, que desde hace semanas se empeñan en
pasearse al borde del accidente financiero en Madrid y Roma por hacer del euro
el epicentro de una crisis existencial.
En torno
a las tres de la madrugada la situación se desatascó en una reunión bilateral
entre Monti y Merkel, según las fuentes consultadas. Antes, los socios europeos
habían venido fraguando un acuerdo en el G-20 de Los Cabos (México), y después en sendas reuniones
en Roma y París, en las que se tenían ya prácticamente
perfiladas las medidas. Al llegar a Bruselas y arrancar la cumbre, sin embargo,
“todo aquello se había convertido en papel mojado”, apuntaron fuentes de la
Moncloa. Ya desde la foto de familia, Monti y Rajoy decidieron poner pie en
pared y bloquear el pacto para estimular el crecimiento de 120.000 millones de euros. Hablaron con Hollande (el padre
de esa idea, que pasa por contrarrestar el dogmatismo alemán de la austeridad a
rajatabla) y consiguieron el aval de Francia. “A partir de ahí se desarrolló
ese pulso entre España e Italia, con la ayuda de Francia, y Alemania, que contó
con el apoyo de Finlandia y un cierto aliento de Holanda”, según un diplomático
europeo. Para la citada alta fuente europea, “al final no hubo grandes sorpresas
y se acordó lo que se había venido hablando sobre recapitalización directa de la banca y la flexibilización de los
fondos de rescate para la compra de bonos con condiciones. En todo caso, la
campanada puede ser lo clara que queda la situación para la banca española e irlandesa, pero en el caso de la compra de bonos no se va
tan lejos como quería Monti: habrá condiciones y el control de la Comisión y el
BCE para quienes pidan esa medida”.
El
acuerdo fue recibido forma muy positiva por los mercados. Las Bolsas subieron con fuerza: el mercado español escaló un
5,7%, y los tipos de interés de la deuda bajaron notablemente, hasta el 6,3% en
el caso del bono a 10 años. La buena noticia es que la prima de riesgo (el
mejor termómetro acerca del nerviosismo de los mercados con España) bajó ayer
70 puntos de una tacada, a niveles de hace una semana. La mala noticia es
exactamente esa: se trata de los mismos niveles de hace una semana, y siguen
siendo insostenibles. Al cabo, el acuerdo se basa en la habitual fórmula de
compromiso europea y está plagado de condiciones difusas, que en muchos casos solo se concretarán más
adelante. No es la primera vez que un acuerdo se recibe con alegría
inicialmente y con creciente escepticismo a medida que pasan los días y los
mercados descubren sus debilidades. “No puede minimizarse el hecho de que
Europa ha dado pasos clave tanto a corto como a largo plazo. Había un test
clave en los mercados. Pero la tensión no ha desaparecido: la reunión del BCE
de la semana próxima y las condiciones de la ayuda financiera a España, el 9 de
julio, serán también exámenes finales”, indicaron fuentes comunitarias.
Al margen
de los números de la cumbre, ayer se vio a un Mariano Rajoy extremadamente
cansado ante la prensa, acertado al evitar el triunfalismo pero incapaz de dar un mensaje
ilusionante. A una Merkel enrocada que asegura que nada ha cambiado y rechaza la idea
de que Alemania esté aislada y haya salido perdiendo en Bruselas. Pero tal vez
fue Hollande quien mejor resumió el espíritu de la cita al ser preguntado por ganadores
y perdedores. "¿Ha perdido Alemania? Hemos alcanzado un compromiso y una
nueva dinámica. Madame Merkel ha participado en esa búsqueda y en la voluntad
de avanzar. Ahora Merkel puede ir a su Parlamento y decir: ‘No he tocado los
textos, no he ido más allá de mi mandato, nos hemos comprometido a movilizar
las herramientas que tenemos para garantizar la estabilidad’. Y yo puedo decir
que he respetado mis compromisos". Así es Europa: todo el mundo se da por
ganador, no hay perdedores claros sino soluciones de compromiso, pequeños
pasos, a menudo patadas a seguir, es de esperar que esta vez algo más para que
la crisis empieza a doblar la esquina.
Rajoy, Merkel y Hollande se marcharon a casa con
los tradicionales mensajes destinados al consumo interno. Monti es otra cosa.
Sin ser político, en los últimos tiempos se ha mostrado como el más hábil de
todos ellos. A mediados de semana utilizó la cumbre para pedir a los partidos
políticos que le aprobaran la controvertida reforma laboral. Ese sería, según
les dijo, su aval ante Bruselas, su demostración de que Italia estaba entre los
"países virtuosos". Y, ahora, el acuerdo logrado en la línea de sus
aspiraciones –amenazando precisamente con una crisis política en Roma— le permite volver a Italia investido de una autoridad
añadida. Lo
curioso, además, es que tanto en Roma como en Bruselas, Mario Monti --el tan
elegante y mesurado profesor Monti-- ha vuelto a utilizar un arma que ya había
enseñado en los primeros compases de su gobierno técnico: el farol de la
dimisión.
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