El
resultado de tanta desregulación y austeridad es la desesperación social
No está nada claro que la Cumbre
europea suponga el fin de unas políticas tan injustas como fracasadas
La Unión
Europea solo saldrá de la espiral de crisis en la que está sumida tomando
importantes decisiones políticas. Entre estas hay algunas que afectan
directamente al destino común que une a los ciudadanos europeos. Europa solo
saldrá victoriosa de la crisis mediante el fortalecimiento de la cohesión y la
solidaridad.
Esta es
la tarea a la que se está dedicando la Confederación Europea de Sindicatos
(CES). Reunidos los días 5 y 6 de junio pasados, los líderes sindicales
europeos votaron por unanimidad a favor de un nuevo contrato social para
Europa. Dicho contrato, que deberá ser debatido a todos los niveles, debe
basarse en tres pilares: la democracia social —incluyendo especialmente el
respeto a la negociación colectiva—, la gobernanza económica al servicio de un
crecimiento sostenible y empleos de calidad, y por último, la justicia
económica y social (a través de las políticas de redistribución y protección
social).
Hoy en
día, Europa se encuentra atrapada por el fracaso de las políticas de
austeridad. Los recortes presupuestarios acentúan la recesión, la cual agrava
el déficit. El deterioro de las finanzas públicas lleva a los Gobiernos, bajo
presión europea, a reforzar las políticas de austeridad. El círculo está
cerrado, la trampa se cierra. En esta espiral desesperada, la mayoría de los
Gobiernos ataca los sistemas de protección social, los salarios, los derechos
laborales e incluso los derechos fundamentales.
El resultado de casi tres años de políticas de
austeridad, desregulación y privatización: la explosión del desempleo, la
asfixia de la economía, la creciente desigualdad, la aparición de una “nueva
precariedad” y, en última instancia, la desesperación social. La CES está en
posición de evaluar todos los riesgos que comporta este cóctel explosivo.
Incluso más allá de la cuestión social, es la propia democracia la que está en
peligro, al tiempo que se refuerzan las derechas nacionalistas en Europa, un
poco por todas partes. La historia nos demuestra que cuando la democracia vacila
corren riesgo los derechos fundamentales.
Europa
debe cambiar radicalmente de rumbo. Salir victoriosos de la crisis significa
sin duda reforzar la gobernanza económica, pero sin imponer devaluaciones
internas o un amplio programa de recortes presupuestarios, sociales y
laborales. Al contrario: esta nueva gobernanza debe establecerse con el fin de
afrontar los retos de una prosperidad sostenible. En otras palabras, debe
apoyar la cooperación y la coordinación de las políticas económicas y de las
inversiones para lograr una economía baja en carbono. Debe inscribirse en un
marco político e institucional claro, que refleje este destino común, en
particular por la vía de la creación de eurobonos, el reforzamiento del papel
del Banco Central Europeo en la gestión de la crisis, una convergencia y una
armonización de las políticas fiscales (bases imponibles de las empresas tanto
como los tipos), la implementación rápida del impuesto a las transacciones
financieras y una lucha mucho más decidida contra los paraísos fiscales.
Para
permanecer fiel al objetivo de “mejorar las condiciones de vida y de trabajo y
conseguir su equiparación por la vía del progreso”, consagrado en los Tratados,
esta nueva gobernanza también debe garantizar empleos de calidad, salarios justos,
igualdad de trato y una protección social adecuada.
La Unión
Europea no puede permanecer por más tiempo sin garantizar la sostenibilidad de
la deuda pública de todos sus Estados y sin hacer nada para salir de la
recesión; es decir, sin adoptar medidas que promuevan el crecimiento económico
y el empleo. La cumbre del Consejo Europeo, prevista para los días 28 y 29 de
junio, tiene que adoptar medidas contundentes que puedan ser implementadas sin
demora. Hasta la creación de los eurobonos, el BCE tiene que comprar deuda de
los Estados que lo necesiten, con carácter ilimitado, o actuar como garante de
las compras que efectúen los fondos —FEEF o MEDE—. La Unión Europea tiene que
prohibir las operaciones especulativas bajistas.
La CES
lleva cuatro años demandando la aplicación de un urgente programa europeo de
inversiones. Los líderes de los Gobiernos de Alemania, Francia, Italia y España
han anunciado, tras su reciente reunión, que propondrán a la cumbre del Consejo
la aprobación de un plan de inversiones por un importe equivalente al 1% del
PIB europeo. Lo celebramos, pero, ante la ausencia de cualquier otra
explicación adicional, llamamos la atención sobre la necesidad de que sea
inversión nueva, que puede ser financiada a través del BEI y de la emisión de euroobligaciones
y no una simple reordenación de las partidas de los fondos estructurales ya
aprobados. Además, nos parece necesario que se aprueben programas de ayuda al
crecimiento para Grecia y los demás países rescatados.
Sin
embargo, por las declaraciones de varios líderes europeos, no está nada claro
que la cumbre del Consejo suponga el fin de unas políticas tan injustas como
fracasadas, las de austeridad y reformas estructurales. Las emprendidas en los
mercados de trabajo ni promueven el crecimiento ni una prosperidad sostenible.
La UE
tampoco tiene futuro sin un modelo social justo. Por ello, la CES llama a todos
los actores de la escena europea (Comisión, Consejo, Parlamento Europeo,
también a los Gobiernos nacionales, las organizaciones patronales, etcétera) a
un gran debate por un nuevo contrato social para Europa.
Bernadette
Segol es
secretaria general de la Confederación Europea de Sindicatos e Ignacio
Fernández Toxo es presidente de la Confederación Europea de Sindicatos
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