Alfonzo Zarate / El Universal
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario
Nunca nos derrotó la derrota, que no nos derrote ahora la victoria.
—Luis H. Álvarez
Lo
que hasta ahora perfilan todos los estudios de opinión, el regreso del
PRI a Los Pinos, es un desenlace que, más allá de sus profundos efectos
sociopolíticos, económicos y aun culturales, afectará severamente al
titular del Poder Ejecutivo.
Por su propia biografía —hijo de uno
de los fundadores de Acción Nacional, el partido que nació en 1939 “para
oponerse a los excesos del cardenismo”—, devolverle la Presidencia al
partido que, en su visión, representa la corrupción y el autoritarismo,
sería algo doloroso. Pero, además, sería una derrota íntima, personal,
porque una elección es, de algún modo, un referéndum sobre el desempeño
del gobierno que concluye.
La derrota del PAN en la elección
presidencial, aderezada por el llamado de Vicente Fox a votar por el
puntero y la decisión de Manuel Espino de sumarse a Peña, exhibiría el
fracaso de un proyecto que se proponía instaurar la moralidad en el
ejercicio del poder, significaría un descalabro mayor para los gobiernos
de Acción Nacional y una experiencia frustrante, dolorosa, para
millones de mexicanos que recibieron con entusiasmo la alternancia.
Primero
fue la decepción foxiana, la frivolidad hecha gobierno: el toallagate,
su gabinete de gerentes, la improvisación e inoperancia como sello de la
casa, los “mapas mentales”, la inefable señora Marta y sus hijos, los
muchachos Bribiesca, el despilfarro del bono democrático… Después vino
el gobierno de los cuates, el desempeño mediocre de la economía y los
nuevos ricos: esos jóvenes calderonistas que no resistieron las
tentaciones del dinero fácil, del tráfico de influencias. Pero, sin
asomo de duda, el tema mayor que hereda Calderón a una sociedad
lastimada es el ascenso y la brutalidad de la delincuencia.
Calderón
intentó imponerle a su partido al candidato presidencial, como ocurría
en los días de la República priísta, pero fracasó. Quizás esto explique
que en la primera etapa de la campaña, Josefina Vázquez Mota haya
experimentado el desamparo.
Sin muchas ganas, Calderón rectificó.
El 23 de febrero, poco antes del comienzo formal de las campañas, al
acudir a una reunión “privada” con varios cientos de consejeros del
Grupo Financiero Banamex, negó que la elección estuviera ya decidida y
para probarlo presentó una encuesta que acercaba a Josefina a sólo
cuatro puntos del puntero. Ante la impugnación promovida por el PRI y el
PRD, el IFE declaró infundado el procedimiento especial sancionador.
Pero el escándalo generado lo llevó a comprometerse a no intervenir en
el proceso electoral.
Así lo hizo durante algunos meses, pero de
pronto le ganaron las ansias. Su reacción a las cuentas (¿o cuentos?) de
Andrés Manuel quedó en un tuit al que siguieron los dichos de su
secretario de Hacienda, Juan Antonio Meade: “un programa económico que
descansa en la ficción es el principal ingrediente para la tragedia
griega que hoy estamos viviendo”, la descalificación de Ernesto Cordero y
el reto a los candidatos de Bruno Ferrari, el doctor en Derecho
Canónico que se desempeña como secretario de Economía, a un debate
económico… ¿o ecuménico?
Comparada con la de Fox, la intervención
de Calderón es casi insignificante, pero aun así crispa y polariza a
quienes, cosas de la vida, no se escandalizan por el abierto apoyo de
los gobernadores a sus respectivos candidatos. Pero una pregunta surge:
¿sirve de algo en términos electorales la intromisión presidencial? En
el caso de “la pareja presidencial” resultó contraproducente.
Para
bien o para mal, después de dejar el poder, el PAN tendría que recoger
la pedacería para luego emprender la tarea titánica de refundarse o
refundirse, porque los derrotó la victoria.
El “cuchi cuchi” en la antigüedad
“En
la fiesta de Lenea, el 411, rió toda Atenas. Aristófanes presentó su
obra maestra, Lisístrata, en la que describía la abierta rebelión de las
mujeres. Las mujeres estaban tan cansadas de la guerra que hicieron la
huelga de amor. ¡Se acabaron las caricias conyugales hasta que el mundo
de los hombres estuviera en paz! La agudeza del genio puso al desnudo la
causalidad sexual de los acontecimientos mundiales. La comedia hizo
historia. El calvo y con él toda Atenas dijeron: ¡Paz, paz a cualquier
precio!” (René Kraus, La vida privada y pública de Sócrates).
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