El papel que juega el banco central para determinar el nivel del tipo de cambio es muy importante.
En la medida en que aumenta o disminuye la oferta de pesos en
circulación puede hacer que nuestra moneda se deprecie o encarezca con
respecto a las demás. Es decir, si el Banco de México aumenta la
cantidad de pesos en circulación lo más probable es que suba el precio
del dólar (porque el dólar se hace escaso en relación al peso); y si por
otra parte, disminuye la cantidad de pesos provocará que el dólar baje
de precio (porque el peso se hace escaso en relación al dólar).
Hemos
dicho en diversas ocasiones que a México le favorece un tipo de cambio
que esté en su nivel de equilibrio técnico, de tal manera que no haya sobrevaluación ni subvaluación del peso.
Esto significa que la paridad peso-dólar debe ser de aproximadamente
$13.53 en función de los diferenciales de inflación acumulados desde
1997 entre México y Estados Unidos.
En comparación con el tener una moneda sobrevaluada,
al país le va mejor cuando se tiene un tipo de cambio en su nivel de
equilibrio técnico ya que es más fácil que puedan crecer las
exportaciones porque los productos nacionales se vuelven relativamente
más baratos en términos de dólares; y se evita que se nos inunde de
productos importados, ya que las compras del exterior se vuelven
relativamente más caras en pesos. Y otro punto importante es el impacto
en el turismo, ya que cuando tenemos un peso sobrevaluado les sale más
caro a los turistas extranjeros venir a México (y muchos dejan de venir)
y a los turistas nacionales les sale más barato viajar al extranjero
(muchos dejan de vacacionar en destinos nacionales).
Ante
esto lo natural debería ser que las autoridades busquen que el tipo de
cambio sea competitivo en todo momento; sin embargo, hay que reconocer
que el Banco de México tiene un incentivo para que el dólar esté “barato” o
de manera técnica, tendería a preferir que el peso esté sobrevaluado.
Esto porque no hay que olvidar que el mandato constitucional del Banxico
es preservar el poder adquisitivo de la moneda nacional (que no haya
inflación) y entonces cuando el peso está sobrevaluado los productos
importados son más baratos y así se le facilita al banco cumplir sus
metas inflacionarias. Es decir, para fines de controlar la inflación al
Banxico le sirve más un dólar a $10 pesos que uno a $15 pesos.
De esta manera, en la historia de México desde que tenemos un tipo de cambio de libre flotación (desde 1995),
han sido comunes los episodios de sobrevaluación del peso en perjuicio
del turismo y la planta productiva nacional por las razones ya
expuestas. ¿Quién podrá olvidar el largo episodio de un dólar por debajo
de los $10 pesos en el año 2008 y a Guillermo Ortiz negando que ese
fenómeno existiera? ¿Y en función de esa excesiva sobrevaluación quién
podrá olvidar el traumático ajuste en el tipo de cambio que llevo al
tipo de cambio hasta una paridad de $15.47 pesos por dólar en marzo de
2009?
Y
es que también ha sido común en la historia del Banco de México negar
que exista un peso sobrevaluado, cuando esto ha ocurrido. Por lo general
cuando hemos vivido los tiempos del “Super peso” salen a declarar los
funcionarios que el peso es el que es y que no existe tal cosa como la
“sobrevaluación”, ya que el tipo de cambio se determina en base a la
libre interacción de fuerzas de la oferta y la demanda. Y desde luego
que estas declaraciones en muchas ocasiones se han hecho abusando del
pueblo mexicano, ya que han pretendido desconocer que un factor
determinante en el nivel de paridad es la determinación de la base
monetaria existente, tal como ya se explicó líneas arriba.
Es
por todo lo anterior que llama mucho la atención de manera gratificante
que el Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, haya dicho el
pasado 19 de junio: "Yo creo que (el peso) está a un nivel adecuado,
dadas las circunstancias, pero sí tiene el potencial de fortalecerse". Y
es que si bien el funcionario está admitiendo que la actual paridad es
producto del aumento de la percepción de riesgo global dados los
problemas en Europa, también está dejando entre ver que no le preocupa
demasiado que el tipo de cambio se encuentre en un nivel cercano a los
$14 pesos por dólar.
Esto
es de un gran valor para la planta productiva nacional, ya que si el
Banco de México no ve mayores complicaciones en un peso ligeramente
subvaluado, pues entonces existen grandes probabilidades de que no le
meta mano para tratarlo de bajar a un nivel que implique nuevamente
sobrevaluación de nuestra moneda e invasión de importaciones que
desplazan la producción nacional.
Hasta este momento no se han escuchado críticas hacía el Banco de México
por su actuar en cuanto al nivel del tipo de cambio, y por ello hay que
aplaudirle a Carstens por permitir que esta variable tan importante
para el desarrollo de las manufacturas nacionales, puede estar en un
nivel que permite sobrellevar la desaceleración económica en los Estados
Unidos y Europa. Es decir, que bueno que el Banxico no ha estado
activamente en el mercado vendiendo dólares en aras de bajar la paridad.
Y
es que en la medida en que estas naciones desarrolladas enfrentan
problemas de bajo o nulo crecimiento, el ajuste en el tipo de cambio
permitirá a los productores nacionales vender más barato que hace un
año, y de esta manera se podrán conservar mercados e inclusive ganar
algunos nuevos, lo cual se traducirá en más empleos y crecimiento de la
producción.
Ojalá que Carstens
y la Junta de Gobierno del Banxico no cambien de opinión, sigan sin
meterle mano al tipo de cambio y continúen creando las condiciones
necesarias para que la paridad peso-dólar no regrese a un nivel de
sobrevaluación del peso. Hemos señalado que el tipo de cambio
técnico es de $13.53 pesos, por lo que cualquier paridad por encima de
este nivel ayudará a la creación de empleos y expansión del aparato
productivo nacional.
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