Cada vez más son las voces que consideran que las nuevas políticas económicas planteadas por la administración Obama tendrán un impacto marginal sobre la economía estadounidense. En un informe de Bank of America Merrill Lynch, Ethan Harris, su director de Economía es bastante claro al afirmar que tendrán "un impacto insignificante sobre nuestras proyecciones de recesión de crecimiento".
En este sentido, el economista deja muy claro que aunque este paquete de medidas "representa un paso en la dirección correcta", todas estas propuestas tienen que recibir la aprobación del Congreso.
Harris pone de manifiesto cómo el pasado mes de julio la administración Obama no consiguió la aprobación de su propuesta de infraestructura por 4.000 millones de dólares por parte del Comité de Presupuesto (Appropriations Committee) de la cámara baja.
Ante una presunta victoria de los republicanos en las legislativas del próximo noviembre, donde podrían recuperar el control del Congreso, el éxito legislativo de las distintas propuestas "no está garantizado", ya que el partido de la oposición se negará a que se lleven a cabo "gastos federales adicionales".
Bajo este ambiente político, el informe de Bank of America Merrill Lynch adelanta una nueva era para el país, "donde la división del gobierno no es necesariamente el mejor esquema" para la recuperación económica.
De todas formas, si se aprobase el plan de inversión en infraestructuras por valor de 50.000 millones de dólares su impacto durante los próximos seis años será demasiado pequeño. De hecho, según los cálculos de los analistas de Merrill Lynch, "estaríamos hablando de 15.000 millones de dólares adicionales, o 0.1% del PIB, cada año".
Por otro lado, la web opensecrets.org adelantó que durante el pasado mes de junio, el 70% de las contribuciones de campaña realizadas por el sector financier fueron a manos de los republicanos. Según el periodista del New York Times, Andrew Ross Sorkin, esta repudia de Wall Street al presidente y a los demócratas no tiene como origen la reforma financiera sino las descalificaciones contra el sector realizadas por Barack Obama.
La campaña contra la industria finaciera emprendida por el mandatario durante el momento álgido de la recesión, que tachó de "gatos gordos" a los directivos del secto, no ha sentado nada bien entre los grandes inquilinos del sector financiero que, a comienzos del año pasado, destinaron cerca del 60% de sus contribuciones a los demócratas.
En este sentido, el economista deja muy claro que aunque este paquete de medidas "representa un paso en la dirección correcta", todas estas propuestas tienen que recibir la aprobación del Congreso.
Harris pone de manifiesto cómo el pasado mes de julio la administración Obama no consiguió la aprobación de su propuesta de infraestructura por 4.000 millones de dólares por parte del Comité de Presupuesto (Appropriations Committee) de la cámara baja.
Ante una presunta victoria de los republicanos en las legislativas del próximo noviembre, donde podrían recuperar el control del Congreso, el éxito legislativo de las distintas propuestas "no está garantizado", ya que el partido de la oposición se negará a que se lleven a cabo "gastos federales adicionales".
Bajo este ambiente político, el informe de Bank of America Merrill Lynch adelanta una nueva era para el país, "donde la división del gobierno no es necesariamente el mejor esquema" para la recuperación económica.
De todas formas, si se aprobase el plan de inversión en infraestructuras por valor de 50.000 millones de dólares su impacto durante los próximos seis años será demasiado pequeño. De hecho, según los cálculos de los analistas de Merrill Lynch, "estaríamos hablando de 15.000 millones de dólares adicionales, o 0.1% del PIB, cada año".
Por otro lado, la web opensecrets.org adelantó que durante el pasado mes de junio, el 70% de las contribuciones de campaña realizadas por el sector financier fueron a manos de los republicanos. Según el periodista del New York Times, Andrew Ross Sorkin, esta repudia de Wall Street al presidente y a los demócratas no tiene como origen la reforma financiera sino las descalificaciones contra el sector realizadas por Barack Obama.
La campaña contra la industria finaciera emprendida por el mandatario durante el momento álgido de la recesión, que tachó de "gatos gordos" a los directivos del secto, no ha sentado nada bien entre los grandes inquilinos del sector financiero que, a comienzos del año pasado, destinaron cerca del 60% de sus contribuciones a los demócratas.
Fuente: elEconomista.es
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