Alberto Aziz Nassif / El Universal
Cuando uno escucha a los políticos hablar del actual momento del país, como sucedió con Felipe Calderón en su mensaje del Cuarto Informe de Gobierno, resulta muy difícil mantener un mínimo de credibilidad. Puede haber dos opciones: o la crítica no entiende al país o lo que dicen los políticos tiene poco que ver con el país real.
Según el Presidente de la República, México está bastante bien: su economía se recupera, en el combate al crimen se va ganando la partida, la política social va a toda velocidad, los compromisos se cumplen, la democracia se consolida y sólo hace falta que la clase política se ponga de acuerdo para sacar adelante unos cuantos pendientes legislativos. Pero, según lo que se puede observar, las voces críticas, los datos que no se dijeron, la percepción, las encuestas y la realidad de millones de ciudadanos, el país es muy diferente al imaginario que nos cuenta Calderón. Casi todas las propuestas de la agenda que se presentó hace un año se encuentran bastante atoradas, pero Calderón saca cuentas alegres y nos muestra la cara positiva de sus logros, aunque la realidad es muy diferente. Veamos por partes.
La pobreza creció con la crisis de forma importante. Se calculaba que el aumento era de poco más de 6 millones de personas, pero se nos vuelve a repetir que los beneficiarios de los programas de combate a la pobreza han crecido. No se quiere entender que estos programas no van a resolver la pobreza y sólo son un paliativo mientras no haya otro modelo de política económica. Lo mismo pasa con la salud; ahora Calderón dice que estamos a punto de la cobertura universal, cuando el deterioro en la atención es creciente. Lo que de plano fue un malabarismo es el tema de la educación, en donde ni siquiera se mencionaron las cifras de la prueba Enlace, que muestran el fracaso de la educación básica, una vergüenza nacional, generaciones de niños reprobados; era para haber hecho una severa autocrítica, pero el triunfalismo es más cómodo. Las finanzas públicas siguen manejadas con el mismo esquema de ahorro, acumulación récord de reservas, pero la calidad de vida de la mayoría se sigue deteriorando. Los impulsos para un desarrollo activo por parte del Estado siguen pendientes.
Ahora resulta que el mayor resultado para tener una economía competitiva es haber cerrado Luz y Fuerza del Centro. Pero, como se ha destacado, la novedad del informe, el conejo de la chistera, fue la propuesta para adelantar la transición de la televisión analógica a la digital, en la que, de acuerdo con el decreto emitido por Fox en 2004, el proceso terminaría en 2021. Parece que la decisión de adelantar los tiempos es una apuesta política. Pagamos por ver cómo se va a generar cobertura, convergencia y competencia en un mercado monopolizado, con reglas deficientes y con órganos reguladores capturados. Se tendrán que atender diversos retos para no generar más concentración; al mismo tiempo, se verá de qué forma se establece una ampliación de nuevos competidores y, finalmente, se tendrá que atender el acceso a las televisiones de tipo digital que al parecer no llegan al 14% de los televidentes en el país. El anuncio ya fue calificado de electorero y de tardío.
El tema de la política de seguridad sigue las mismas pautas de lo que se ha hecho desde diciembre del 2006, y seguirá hasta el final del sexenio. Así que las reuniones de diálogo no sirvieron para modificar ni un centímetro la criticada estrategia del gobierno calderonista. La reforma de trámites y reducción regulatoria es de los pocos asuntos que puede hacer el gobierno, sin embargo, todavía no se notan los resultados. Se anuncia que se han eliminado 7 mil normas, pero no se nota todavía una burocracia más eficiente.
Dos temas están en manos del Congreso: la reforma laboral, un proyecto que presentó el Ejecutivo, bastante retardatario por la restricción de derechos, está atorado en el Poder Legislativo, y la reforma política, que con el actual clima de polarización que hay en la clase política, no se ve muy viable cómo pueda salir adelante. En suma, lo que tenemos es un gobierno que ha decidido jugar las mismas fichas los dos últimos años del sexenio, con la única novedad del adelanto digital en la televisión. Las peticiones y reclamos presidenciales, con llamados a la unidad y a la colaboración, difícilmente pasarán del discurso a los consensos. De esta forma, el panorama es bastante oscuro y todo indica que la crisis de seguridad, la violencia y la impunidad, a pesar de la detención de grandes capos, seguirán cada día peor.
En suma, la característica de este Cuarto Informe es la gran desconexión del discurso presidencial sobre el país real.
Investigador del CIESAS
Según el Presidente de la República, México está bastante bien: su economía se recupera, en el combate al crimen se va ganando la partida, la política social va a toda velocidad, los compromisos se cumplen, la democracia se consolida y sólo hace falta que la clase política se ponga de acuerdo para sacar adelante unos cuantos pendientes legislativos. Pero, según lo que se puede observar, las voces críticas, los datos que no se dijeron, la percepción, las encuestas y la realidad de millones de ciudadanos, el país es muy diferente al imaginario que nos cuenta Calderón. Casi todas las propuestas de la agenda que se presentó hace un año se encuentran bastante atoradas, pero Calderón saca cuentas alegres y nos muestra la cara positiva de sus logros, aunque la realidad es muy diferente. Veamos por partes.
La pobreza creció con la crisis de forma importante. Se calculaba que el aumento era de poco más de 6 millones de personas, pero se nos vuelve a repetir que los beneficiarios de los programas de combate a la pobreza han crecido. No se quiere entender que estos programas no van a resolver la pobreza y sólo son un paliativo mientras no haya otro modelo de política económica. Lo mismo pasa con la salud; ahora Calderón dice que estamos a punto de la cobertura universal, cuando el deterioro en la atención es creciente. Lo que de plano fue un malabarismo es el tema de la educación, en donde ni siquiera se mencionaron las cifras de la prueba Enlace, que muestran el fracaso de la educación básica, una vergüenza nacional, generaciones de niños reprobados; era para haber hecho una severa autocrítica, pero el triunfalismo es más cómodo. Las finanzas públicas siguen manejadas con el mismo esquema de ahorro, acumulación récord de reservas, pero la calidad de vida de la mayoría se sigue deteriorando. Los impulsos para un desarrollo activo por parte del Estado siguen pendientes.
Ahora resulta que el mayor resultado para tener una economía competitiva es haber cerrado Luz y Fuerza del Centro. Pero, como se ha destacado, la novedad del informe, el conejo de la chistera, fue la propuesta para adelantar la transición de la televisión analógica a la digital, en la que, de acuerdo con el decreto emitido por Fox en 2004, el proceso terminaría en 2021. Parece que la decisión de adelantar los tiempos es una apuesta política. Pagamos por ver cómo se va a generar cobertura, convergencia y competencia en un mercado monopolizado, con reglas deficientes y con órganos reguladores capturados. Se tendrán que atender diversos retos para no generar más concentración; al mismo tiempo, se verá de qué forma se establece una ampliación de nuevos competidores y, finalmente, se tendrá que atender el acceso a las televisiones de tipo digital que al parecer no llegan al 14% de los televidentes en el país. El anuncio ya fue calificado de electorero y de tardío.
El tema de la política de seguridad sigue las mismas pautas de lo que se ha hecho desde diciembre del 2006, y seguirá hasta el final del sexenio. Así que las reuniones de diálogo no sirvieron para modificar ni un centímetro la criticada estrategia del gobierno calderonista. La reforma de trámites y reducción regulatoria es de los pocos asuntos que puede hacer el gobierno, sin embargo, todavía no se notan los resultados. Se anuncia que se han eliminado 7 mil normas, pero no se nota todavía una burocracia más eficiente.
Dos temas están en manos del Congreso: la reforma laboral, un proyecto que presentó el Ejecutivo, bastante retardatario por la restricción de derechos, está atorado en el Poder Legislativo, y la reforma política, que con el actual clima de polarización que hay en la clase política, no se ve muy viable cómo pueda salir adelante. En suma, lo que tenemos es un gobierno que ha decidido jugar las mismas fichas los dos últimos años del sexenio, con la única novedad del adelanto digital en la televisión. Las peticiones y reclamos presidenciales, con llamados a la unidad y a la colaboración, difícilmente pasarán del discurso a los consensos. De esta forma, el panorama es bastante oscuro y todo indica que la crisis de seguridad, la violencia y la impunidad, a pesar de la detención de grandes capos, seguirán cada día peor.
En suma, la característica de este Cuarto Informe es la gran desconexión del discurso presidencial sobre el país real.
Investigador del CIESAS
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