Arturo Balderas Rodríguez / La Jornada
Para quienes consideran la posibilidad de que los demócratas pierdan la mayoría en la Cámara de Representantes en las próximas elecciones y con ello le sea casi imposible al presidente Obama sacar adelante su programa de reformas y cambio, es difícil entender el porqué la Casa Blanca insiste en tratar con tersura a quienes lo han vituperado y puesto todo tipo de obstáculos a sus propuestas.
El martes pasado, el presidente Obama se dirigió a la nación para anunciar la conclusión de la etapa de guerra en Irak y la salida de buena parte de las tropas estadunidenses de aquel país. En su mensaje aludió, sólo tangencialmente, al astronómico costo de esa guerra, aproximadamente un billón de dólares, y del impacto de este gasto en el crecimiento de la deuda. Al día siguiente, en una entrevista por la cadena de televisión pública PBS, el vicepresidente Biden se refirió más o menos en los mismos términos a esa guerra. Llama la atención que no se enfatice en que el pretexto de esa guerra fue la supuesta existencia, nunca probada, “de armas de destrucción masiva” y el daño que ocasionó a Estados Unidos en su prestigio, su economía y su moral.
También es una incógnita que se eluda insistir en la irresponsable conducción de la economía de la administración anterior, cuyo resultado es la crisis económica y el alto desempleo en el país. En otra entrevista, la coordinadora de asesores económicos de Obama explicó las razones del porqué la economía y el empleo crecen tan lentamente, pero no se refirió a las razones históricas que condujeron a esa crisis ni al o los responsables de ella.
Pareciera que la administración de Obama ha caído en el garlito que los republicanos le han tendido, cuando dicen que ya se habló lo suficiente sobre la responsabilidad de la administración Bush en la crisis; ahora el responsable de resolverla, dicen, es este gobierno. Cualquiera que revise el daño que se ocasionó a la economía en ocho años del gobierno anterior se dará cuenta de que es imposible repararlo en dos años. Quienes observan el comportamiento político del gobierno afirman que se mueve en el terreno de lo posible, pero reconocen que es el momento de una mayor agresividad como superar en el impasse en el que ha caído.
Los republicanos han hecho lo posible por que el gobierno demócrata naufrague en su propósito de devolver al país la dignidad que perdió durante ocho años de guerra, en los que la mentira fue la justificación para enterrar a más de 4 mil 500 soldados estadunidenses y 100 mil iraquíes, buena parte de ellos civiles. También quieren evitar que se recupere la ruta perdida en las trapacerías de los señores de Wall Street, con la complaciente mirada del gobierno republicano. Por ello hay quienes se sorprenden cuando se quiere dar vuelta a una página tan manchada de atrocidades.
Para quienes consideran la posibilidad de que los demócratas pierdan la mayoría en la Cámara de Representantes en las próximas elecciones y con ello le sea casi imposible al presidente Obama sacar adelante su programa de reformas y cambio, es difícil entender el porqué la Casa Blanca insiste en tratar con tersura a quienes lo han vituperado y puesto todo tipo de obstáculos a sus propuestas.
El martes pasado, el presidente Obama se dirigió a la nación para anunciar la conclusión de la etapa de guerra en Irak y la salida de buena parte de las tropas estadunidenses de aquel país. En su mensaje aludió, sólo tangencialmente, al astronómico costo de esa guerra, aproximadamente un billón de dólares, y del impacto de este gasto en el crecimiento de la deuda. Al día siguiente, en una entrevista por la cadena de televisión pública PBS, el vicepresidente Biden se refirió más o menos en los mismos términos a esa guerra. Llama la atención que no se enfatice en que el pretexto de esa guerra fue la supuesta existencia, nunca probada, “de armas de destrucción masiva” y el daño que ocasionó a Estados Unidos en su prestigio, su economía y su moral.
También es una incógnita que se eluda insistir en la irresponsable conducción de la economía de la administración anterior, cuyo resultado es la crisis económica y el alto desempleo en el país. En otra entrevista, la coordinadora de asesores económicos de Obama explicó las razones del porqué la economía y el empleo crecen tan lentamente, pero no se refirió a las razones históricas que condujeron a esa crisis ni al o los responsables de ella.
Pareciera que la administración de Obama ha caído en el garlito que los republicanos le han tendido, cuando dicen que ya se habló lo suficiente sobre la responsabilidad de la administración Bush en la crisis; ahora el responsable de resolverla, dicen, es este gobierno. Cualquiera que revise el daño que se ocasionó a la economía en ocho años del gobierno anterior se dará cuenta de que es imposible repararlo en dos años. Quienes observan el comportamiento político del gobierno afirman que se mueve en el terreno de lo posible, pero reconocen que es el momento de una mayor agresividad como superar en el impasse en el que ha caído.
Los republicanos han hecho lo posible por que el gobierno demócrata naufrague en su propósito de devolver al país la dignidad que perdió durante ocho años de guerra, en los que la mentira fue la justificación para enterrar a más de 4 mil 500 soldados estadunidenses y 100 mil iraquíes, buena parte de ellos civiles. También quieren evitar que se recupere la ruta perdida en las trapacerías de los señores de Wall Street, con la complaciente mirada del gobierno republicano. Por ello hay quienes se sorprenden cuando se quiere dar vuelta a una página tan manchada de atrocidades.
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