David Shirk / El Universal
La lucha para combatir el consumo de drogas se inició con la conferencia de 1909 de la Comisión Internacional del Opio, en Shanghai, China, y resultó en el acuerdo de 1912 para controlar y restringir la industria del opio. Desde entonces, la lucha contra las drogas ilícitas se ha ampliado.
Siguiendo el ejemplo de Colombia, que buscó romper la influencia de los cárteles entre 1980 y 1990, México se encuentra en el centro del escenario en la lucha contra las drogas. El gobierno de Felipe Calderón ha aumentado la lucha contra la delincuencia organizada con el despliegue de más de 50 mil elementos del Ejército y de la policía federal en todo el país; la reorganización de agencias de policía, y un esfuerzo por erradicar la corrupción. Mientras tanto, la violencia entre grupos criminales ha dado lugar a mayores niveles de violencia, incluidos más de 28 mil homicidios de alto perfil desde que el Presidente asumió su cargo. Con más de 6 mil asesinatos en lo que va del año, estamos en el camino para superar todos los récords de violencia del país.
En este contexto, el Presidente ha tocado un tema tabú. ¿Qué pasa si legalizamos el consumo de algunas drogas, tal como la mariguana? ¿Qué pasa si declaramos que la guerra se ha terminado? Ha habido pocos intentos serios para medir las consecuencias de la legalización de las drogas en EU, México u otros países productores de droga. Quienes favorecen la legalización, suponen que eliminaría la delincuencia y la violencia relacionada con las drogas, ya que robaría las ganancias que crea el mercado negro para la delincuencia organizada y “despenalizaría” a miles de usuarios y distribuidores encarcelados.
Sin embargo, la delincuencia organizada es muy adaptable e incursionaría en otras actividades criminales de alto impacto (como el secuestro o robo de bancos). Por otra parte, al igual que con otras sustancias controladas como el tabaco y el alcohol, las drogas de recreo representan un daño potencialmente grave para los usuarios y para la sociedad. Así que, por un lado, la legalización podría resultar en un aumento significativo de los daños asociados al consumo de drogas, como accidentes de tráfico mortales, sobredosis, y la adicción. Probablemente por esto, las encuestas muestran una resistencia al plebiscito que tomará lugar este noviembre en California sobre la legalización de la mariguana.
Mientras la prohibición del consumo de drogas no parece un elemento muy eficaz para eliminar los problemas, presenta una enorme carga para los sistemas de justicia penal de EU y México. Además, hemos visto daños terribles causados por la lucha antidroga en Colombia, México, Guatemala y otros países centroamericanos. Por esto, para evaluar los méritos de la actual política en comparación con la legalización, se debe llevar a cabo un estudio de contabilidad cuidadosa de los posibles costos y beneficios.
Sin considerar seriamente la opción la legalización, no es posible evaluar los méritos de la política actual. Es poco probable que la legalización mejore la seguridad pública en México; los narcos han demostrado notable adaptabilidad a otras formas del crimen organizado. Sin embargo, en el mercado negro no existen fuentes sostenibles de ingreso tan lucrativas como las drogas. Legalizar la droga le quitaría un importante ingreso y debilitaría la capacidad del hampa para intimidar a la ciudadanía, sobornar al Estado, y operar con la impunidad que disfruta.
A pesar de que se necesita más estudio y un diálogo franco, las autoridades y los expertos en EU y México siempre se han mostrado reacios para hablar de la legalización de las drogas. Es un tabú y hay intereses institucionales y económicos muy establecidos en esta “guerra contra la droga”. Por esto, la repentina decisión de Calderón de entrarle a este tema es importante y puede cambiar el juego. Después de cien años de esta lucha, finalmente la hora para dialogar.
Director del Instituto Trans-Fronterizo de la Universidad de San Diego
La lucha para combatir el consumo de drogas se inició con la conferencia de 1909 de la Comisión Internacional del Opio, en Shanghai, China, y resultó en el acuerdo de 1912 para controlar y restringir la industria del opio. Desde entonces, la lucha contra las drogas ilícitas se ha ampliado.
Siguiendo el ejemplo de Colombia, que buscó romper la influencia de los cárteles entre 1980 y 1990, México se encuentra en el centro del escenario en la lucha contra las drogas. El gobierno de Felipe Calderón ha aumentado la lucha contra la delincuencia organizada con el despliegue de más de 50 mil elementos del Ejército y de la policía federal en todo el país; la reorganización de agencias de policía, y un esfuerzo por erradicar la corrupción. Mientras tanto, la violencia entre grupos criminales ha dado lugar a mayores niveles de violencia, incluidos más de 28 mil homicidios de alto perfil desde que el Presidente asumió su cargo. Con más de 6 mil asesinatos en lo que va del año, estamos en el camino para superar todos los récords de violencia del país.
En este contexto, el Presidente ha tocado un tema tabú. ¿Qué pasa si legalizamos el consumo de algunas drogas, tal como la mariguana? ¿Qué pasa si declaramos que la guerra se ha terminado? Ha habido pocos intentos serios para medir las consecuencias de la legalización de las drogas en EU, México u otros países productores de droga. Quienes favorecen la legalización, suponen que eliminaría la delincuencia y la violencia relacionada con las drogas, ya que robaría las ganancias que crea el mercado negro para la delincuencia organizada y “despenalizaría” a miles de usuarios y distribuidores encarcelados.
Sin embargo, la delincuencia organizada es muy adaptable e incursionaría en otras actividades criminales de alto impacto (como el secuestro o robo de bancos). Por otra parte, al igual que con otras sustancias controladas como el tabaco y el alcohol, las drogas de recreo representan un daño potencialmente grave para los usuarios y para la sociedad. Así que, por un lado, la legalización podría resultar en un aumento significativo de los daños asociados al consumo de drogas, como accidentes de tráfico mortales, sobredosis, y la adicción. Probablemente por esto, las encuestas muestran una resistencia al plebiscito que tomará lugar este noviembre en California sobre la legalización de la mariguana.
Mientras la prohibición del consumo de drogas no parece un elemento muy eficaz para eliminar los problemas, presenta una enorme carga para los sistemas de justicia penal de EU y México. Además, hemos visto daños terribles causados por la lucha antidroga en Colombia, México, Guatemala y otros países centroamericanos. Por esto, para evaluar los méritos de la actual política en comparación con la legalización, se debe llevar a cabo un estudio de contabilidad cuidadosa de los posibles costos y beneficios.
Sin considerar seriamente la opción la legalización, no es posible evaluar los méritos de la política actual. Es poco probable que la legalización mejore la seguridad pública en México; los narcos han demostrado notable adaptabilidad a otras formas del crimen organizado. Sin embargo, en el mercado negro no existen fuentes sostenibles de ingreso tan lucrativas como las drogas. Legalizar la droga le quitaría un importante ingreso y debilitaría la capacidad del hampa para intimidar a la ciudadanía, sobornar al Estado, y operar con la impunidad que disfruta.
A pesar de que se necesita más estudio y un diálogo franco, las autoridades y los expertos en EU y México siempre se han mostrado reacios para hablar de la legalización de las drogas. Es un tabú y hay intereses institucionales y económicos muy establecidos en esta “guerra contra la droga”. Por esto, la repentina decisión de Calderón de entrarle a este tema es importante y puede cambiar el juego. Después de cien años de esta lucha, finalmente la hora para dialogar.
Director del Instituto Trans-Fronterizo de la Universidad de San Diego
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