Francisco Rojas / El Universal
México está en vías de perder la esperanza, la tranquilidad y la cohesión social. No habíamos vivido niveles de violencia tan altos desde la etapa armada de la Revolución y la economía no se había estancado tanto desde la Gran Depresión de 1929-1932. Hemos pasado antes por periodos difíciles, pero había confianza en el rumbo y la conducción firme del país. Pero hoy, como pocas veces, impera el desánimo que nos inmoviliza.
Hoy la gente se sabe indefensa al ver que cada semana, cada día, se confirma que este es un gobierno fallido. Es inquietante que el gobierno crea que los problemas son sólo “percepciones”, pues esa lógica hace que se gobierne con discursos y campañas mediáticas que hablan de un país imaginario, y no con acciones reales y eficaces.
Pese a las complejas circunstancias electorales de 2006, los ciudadanos se sintieron aliviados por el paso de un gobierno frívolo e inepto a otro cuya campaña política lo había presentado como “el gobierno del empleo”. Pero la expectativa se esfumó cuando se vio que el mensaje era simple lema electoral y, en su lugar, se adoptaba una frase publicitaria más imprecisa: “Para vivir mejor”.
¿“Mejor”? ¿Vivimos mejor hoy que hace tres años y medio o hace 10? ¿Mejor en la inseguridad y la violencia en distintas partes del territorio nacional? ¿Vivimos mejor con una política económica recesiva y dos millones y medio de trabajadores sin trabajo? ¿Viven mejor los niños y jóvenes con una educación que ha caído en la desidia y el engaño y está desvinculada de la economía? ¿Vive mejor la mitad de la población que está en pobreza o a punto de caer en ella? ¿Mejor los hombres y mujeres que perdieron su empleo y no pueden encontrar otra colocación digna?
Entre discursos que intentan cambiar las “percepciones”, rencillas políticas y uso de los programas sociales con fines preelectorales, se ha perdido la primera mitad de otro sexenio, mientras los problemas diarios de la gente se agravan y el gobierno parece creer en el mundo ilusorio que ideó como eje de su política de persuasión colectiva. Contra las expectativas que ellos mismos generaron, en las administraciones panistas el PIB sólo ha crecido en promedio anual el 1.2%, a pesar de los cuantiosos recursos de que dispusieron antes de la fase aguda de la crisis internacional y su mal manejo interno.
Son del dominio público las estadísticas de la violencia y la inseguridad pública y los datos que cuantifican la desigualdad social y la pobreza en ascenso. No obstante, los voceros oficiosos del gobierno atribuyen a una supuesta “generación del no” la incapacidad para gobernar y la impericia para propiciar acuerdos y generar confianza en la conducción del país, cuando no existe motivación para el diálogo ni propuestas coherentes para llegar a los acuerdos que exige la sociedad.
Se entiende que el gobierno trate de generar optimismo con la versión de que estamos en el camino de la plena recuperación económica y que el empleo va en aumento, pero hay que tener cautela, como lo aconseja el gobernador del Banco de México al decir que la crisis europea ha encendido los “focos rojos” en la recuperación mundial, por lo que se prevé un menor crecimiento de la economía estadounidense para el segundo semestre de 2010.
Las voces de alerta se multiplican y no es prudente lanzar las campanas al vuelo por un crecimiento coyuntural del PIB, que al eliminar el efecto estacional se torna negativo; por una recuperación parcial de las exportaciones de la industria automotriz, que puede revertirse cuando las casas matrices reestructuren sus estados financieros, o por una elevación en el número de trabajadores registrados en el IMSS, que se contradice con las estadísticas del INEGI. Festinar estos avances parciales, nos hace perder de vista que todos los signos indican que pasará algún tiempo antes de recuperar los niveles previos a la crisis.
Para nadie pueden ser plausibles estos resultados, que atestiguan el fracaso de nueve años de gestión panista. Estamos dispuestos a trabajar conjuntamente con las autoridades con objeto de evitar descalabros futuros y propiciar que se adopten las medidas necesarias para que la recuperación sea real y duradera, pero el uso de datos aislados con fines electorales desorienta a la sociedad y no ayuda a la concordia, al entendimiento y al logro de los acuerdos necesarios.
México está en vías de perder la esperanza, la tranquilidad y la cohesión social. No habíamos vivido niveles de violencia tan altos desde la etapa armada de la Revolución y la economía no se había estancado tanto desde la Gran Depresión de 1929-1932. Hemos pasado antes por periodos difíciles, pero había confianza en el rumbo y la conducción firme del país. Pero hoy, como pocas veces, impera el desánimo que nos inmoviliza.
Hoy la gente se sabe indefensa al ver que cada semana, cada día, se confirma que este es un gobierno fallido. Es inquietante que el gobierno crea que los problemas son sólo “percepciones”, pues esa lógica hace que se gobierne con discursos y campañas mediáticas que hablan de un país imaginario, y no con acciones reales y eficaces.
Pese a las complejas circunstancias electorales de 2006, los ciudadanos se sintieron aliviados por el paso de un gobierno frívolo e inepto a otro cuya campaña política lo había presentado como “el gobierno del empleo”. Pero la expectativa se esfumó cuando se vio que el mensaje era simple lema electoral y, en su lugar, se adoptaba una frase publicitaria más imprecisa: “Para vivir mejor”.
¿“Mejor”? ¿Vivimos mejor hoy que hace tres años y medio o hace 10? ¿Mejor en la inseguridad y la violencia en distintas partes del territorio nacional? ¿Vivimos mejor con una política económica recesiva y dos millones y medio de trabajadores sin trabajo? ¿Viven mejor los niños y jóvenes con una educación que ha caído en la desidia y el engaño y está desvinculada de la economía? ¿Vive mejor la mitad de la población que está en pobreza o a punto de caer en ella? ¿Mejor los hombres y mujeres que perdieron su empleo y no pueden encontrar otra colocación digna?
Entre discursos que intentan cambiar las “percepciones”, rencillas políticas y uso de los programas sociales con fines preelectorales, se ha perdido la primera mitad de otro sexenio, mientras los problemas diarios de la gente se agravan y el gobierno parece creer en el mundo ilusorio que ideó como eje de su política de persuasión colectiva. Contra las expectativas que ellos mismos generaron, en las administraciones panistas el PIB sólo ha crecido en promedio anual el 1.2%, a pesar de los cuantiosos recursos de que dispusieron antes de la fase aguda de la crisis internacional y su mal manejo interno.
Son del dominio público las estadísticas de la violencia y la inseguridad pública y los datos que cuantifican la desigualdad social y la pobreza en ascenso. No obstante, los voceros oficiosos del gobierno atribuyen a una supuesta “generación del no” la incapacidad para gobernar y la impericia para propiciar acuerdos y generar confianza en la conducción del país, cuando no existe motivación para el diálogo ni propuestas coherentes para llegar a los acuerdos que exige la sociedad.
Se entiende que el gobierno trate de generar optimismo con la versión de que estamos en el camino de la plena recuperación económica y que el empleo va en aumento, pero hay que tener cautela, como lo aconseja el gobernador del Banco de México al decir que la crisis europea ha encendido los “focos rojos” en la recuperación mundial, por lo que se prevé un menor crecimiento de la economía estadounidense para el segundo semestre de 2010.
Las voces de alerta se multiplican y no es prudente lanzar las campanas al vuelo por un crecimiento coyuntural del PIB, que al eliminar el efecto estacional se torna negativo; por una recuperación parcial de las exportaciones de la industria automotriz, que puede revertirse cuando las casas matrices reestructuren sus estados financieros, o por una elevación en el número de trabajadores registrados en el IMSS, que se contradice con las estadísticas del INEGI. Festinar estos avances parciales, nos hace perder de vista que todos los signos indican que pasará algún tiempo antes de recuperar los niveles previos a la crisis.
Para nadie pueden ser plausibles estos resultados, que atestiguan el fracaso de nueve años de gestión panista. Estamos dispuestos a trabajar conjuntamente con las autoridades con objeto de evitar descalabros futuros y propiciar que se adopten las medidas necesarias para que la recuperación sea real y duradera, pero el uso de datos aislados con fines electorales desorienta a la sociedad y no ayuda a la concordia, al entendimiento y al logro de los acuerdos necesarios.
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