martes, 22 de junio de 2010

POBREZA Y MERCADO INTERNO

Luis Foncerrada Pascal / El Universal
Se es pobre cuando los ingresos personales o familiares no alcanzan para comprar los alimentos mínimos necesarios para vivir, ni alcanzan para vestirse adecuadamente, ni para transportarse, ni para vivir en una vivienda digna; se es pobre cuando los ingresos no alcanzan para lograr un desarrollo intelectual y humano como el que cualquier persona desea tener.
Se es pobre cuando los ingresos no permiten tener la educación y la salud deseada. La nueva definición y medición de pobreza multidimensional resultante de la excelente investigación realizada y reportada por Coneval recoge los conceptos y las ideas por largo tiempo desarrolladas y afinadas por los estudiosos de la pobreza, por Amartya Sen en particular, economista indio, premio Nobel de 1998, que ha profundizado en las características de la pobreza.
De acuerdo con esta nueva medición, en el año 2008 44.2% de la población nacional vivía en condiciones de pobreza multidimensional, es decir, aproximadamente 47.2 millones de personas en el país presentaban al menos una carencia social y no tenían un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades. Esta población presentó en promedio 2.7 carencias sociales, población con carencias en la mitad de los indicadores.
¿Qué consumen estos 47 millones de personas en pobreza multidimensional?
Sobre todo alimentos; tortillas, leguminosas, algunas frutas y verduras, algo de pollo, muy poca carne, poco pescado y refrescos. Leche y huevo cuando se puede. Harina con azúcar en forma de galletas baratas y comida enlatada.
¿Qué más compran? Ropa y calzado usados que entran por toneladas al país, ropa nueva muy barata de mala calidad y calzado de plástico. ¿Qué más? Vajillas de plástico, ollas de peltre o aluminio baratas. Música y películas piratas, una tele si se puede, o por lo menos una radio. Y sin duda desde hace algunos años, aun sacrificando otros importantes satisfactores, un celular con tarjeta prepagada que paga la tarifa más alta.
El consumo que acabamos de describir, el de los pobres, es el consumo de la mitad de la población del país y es una fracción importante de nuestro mercado interno. Se trata de un mercado delgado, de productos baratos de mala calidad, primitivos, hechos en fábricas sin estándares de calidad, donde evidentemente es la cantidad, no la calidad, lo relevante. Productos de empresas por lo general informales, en el anonimato, con gastos de sobornos, pero no de impuestos, sin seguridad social ni esperanza de jubilación para sus trabajadores.
Ninguno de esos productos tiene calidad de exportación. Son productos para un mercado cautivo, de pobres. Un círculo constituido por pobreza y por productos de mala calidad: es un mercado pobre, cautivo y estancado, no competitivo y, por supuesto, informal.
¿Qué hacer para mejorar esta importante fracción del mercado interno?, ¿para ampliarlo, profundizarlo y dignificar el consumo? El propósito es tener una mejor demanda: una demanda más amplia y más exigente y una producción formal y con seguridad para los trabajadores. Una pobreza que se reduzca y una clase media creciente.
Esto sólo puede suceder incrementando la capacidad adquisitiva de los salarios y haciendo crecer la masa salarial. Para esto se requiere incrementar la productividad y generar mayor empleo, lo que llevará a un proceso en el que los ingresos bajos de los pobres se irán convirtiendo en salarios medios. Y esto provocará también una mayor producción y de mejor calidad y terminará fortaleciendo esta importante fracción de nuestro mercado interno.
Esto no quiere decir que esa producción deba ser sólo para el mercado interno, ni que haya que proteger al productor ineficiente; al contrario, quiere decir que la producción interna debe ser de tan buena calidad, tan competitiva, que además de ser consumida internamente pueda ser exportable. Sólo con esos parámetros, los de la competitividad internacional, se puede lograr la productividad que elevará los salarios reales.
Mayor masa salarial y mejores salarios reales son, finalmente, producto de la misma variable: inversión. Sólo la inversión crea empleo y el avance en la productividad responde en gran parte a la inversión.
No hay más ciencia: facilitar e inducir la inversión, facilitar la contratación del trabajo, simplificar la regulación, simplificar el pago de impuestos y los pagos a la seguridad social. Abaratar el costo de la formalidad. Se trata de una alianza público-privada.
Así se reduciría la pobreza y simultáneamente se fortalecería nuestro mercado interno. Este es el tipo de crecimiento y desarrollo que requerimos. El desarrollo no es sólo incrementar el producto interno bruto; incrementar la producción y exportarla no es suficiente.
Así se fortalecería nuestra soberanía económica y también nuestra soberanía política, con un mercado interno amplio y fuerte. Con menos pobres en el país y con una clase media mucho más amplia.
Director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado


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