Alberto Aziz Nassif / El Universal
Experiencias recientes muestran que los procesos electorales en otros países se llevan a cabo mediante estrategias modernas de comunicación. Los debates televisados se han convertido en los espacios más importantes para que los votantes tengan una perspectiva de los candidatos, de las diferencias y las opciones que se presentan. Lo vimos hace unas semanas en Inglaterra y en estos días también ha sucedido en Colombia. El debate, las campañas cortas y el contraste de propuestas forman las plataformas políticas sobre las que se llevan a cabo —con diferentes formatos y fórmulas— los procesos electorales en tiempos de la “modernidad líquida”, como ha dicho Zigmunt Bauman.
En cambio, nuestro modelo electoral todavía sigue anclado a los viejos referentes de otra época. A pesar de que se incorporan los medios y los debates, en México el peso fundamental está en las maquinarias y en las estructuras clientelares. Los medios son importantes, pero para el bombardeo de los spots. A pesar del cambio de modelo mediático en 2007, se dejaron los viejos usos; el debate es completamente secundario y cuando se da tiene tantos candados que prácticamente la ciudadanía no llega a conocer las propuestas, las diferencias y los perfiles de los candidatos.
Sobre las recientes elecciones en Inglaterra podemos aprender el hecho de que la parte más importante de la campaña se hizo sobre la base de tres debates televisados y todo el proceso duró unas cuantas semanas. De Colombia se puede aprender que en la campaña el debate público y las propuestas de los candidatos han elevado la calidad de la contienda. Estos dos países, Inglaterra y Colombia, con enormes diferencias de cultura política, de nivel de desarrollo económico, tipo de régimen político y por los problemas urgentes que enfrentan, tienen algo en común: la capacidad de poner el debate electoral por delante para que la ciudadanía pueda optar entre diversas opciones políticas.
Pero, ¿qué pasó en Colombia? Llama la atención las enormes fallas que tuvieron las encuestas de opinión que hablaban de un empate y resultó un dos por uno, sin dejar de lado que la participación no llegó al 50%. Así, Antanas Mockus, del Partido Verde, ex alcalde de Bogotá, con sus originales propuestas sobre legalidad y educación, sólo pudo llegar al 21.5% de la votación, a pesar de que las encuestas le daban casi un empate con el candidato Juan Manuel Santos, del oficialista Partido Social de Unidad Nacional, que logró un 46.5% del voto; el próximo 20 de junio se enfrentarán en una segunda vuelta, que será muy difícil para Mockus. Parece que Colombia nos lleva de forma directa a los méritos y al voto retrospectivo, el que premia y castiga. Santos ganó por la buena evaluación que se hace del gobierno de Uribe. Mockus cuando fue alcalde de Bogotá logró que la violencia se redujera en dos tercios; su candidato a la vicepresidencia, Sergio Fajardo, que fue alcalde de Medellín, hizo políticas públicas para que la violencia pasara de 6,500 homicidios anuales a 650 (El País, 29/V/2010). Cuando dos profesores de matemáticas y filosofía, que hace dos meses no pintaban en la contienda, se encuentran, por sus méritos y por sus propuestas, en la competencia por la presidencia, algo importante sucede en ese país.
¿Qué tenemos en México? Un sistema muy costoso, plagado de complejidades, que tiene por una parte una pesada presencia de maquinarias alimentadas por dinero público y aceitadas por programas sociales de transferencia de bienes y recursos a los sectores pobres, para usarlos con fines político-electorales, y, por la otra, un modelo de medios masivos en donde reina el spot y rara vez aparece el debate. Por estas razones se han fortalecido los partidos que tienen una mejor maquinaria para realizar una estrategia de tierra y se han posicionado los candidatos que tienen una mayor presencia mediática, cuyo modelo emblemático es el gobernador del estado de México. Este político, cuyo aparato de procuración de justicia fue “incapaz” de resolver un caso como el de la muerte de la niña Paulette, hoy puntea en la encuesta de intención de voto rumbo al 2012 por su estrategia mediática. ¿Qué pasa con la política en México cuando el puntero para el 2012 es un gobernador al que sólo se le conoce por su presencia mediática, pero no por algún proyecto, idea o propuesta original?
Con todas las complejidades de dos países como Colombia y México, tenemos que en un caso quizá la política abre expectativas de transformación; en cambio en el otro caso, la política está arrinconada y secuestrada por la partidocracia y no abre expectativas viables de futuro.
Investigador del CIESAS
Experiencias recientes muestran que los procesos electorales en otros países se llevan a cabo mediante estrategias modernas de comunicación. Los debates televisados se han convertido en los espacios más importantes para que los votantes tengan una perspectiva de los candidatos, de las diferencias y las opciones que se presentan. Lo vimos hace unas semanas en Inglaterra y en estos días también ha sucedido en Colombia. El debate, las campañas cortas y el contraste de propuestas forman las plataformas políticas sobre las que se llevan a cabo —con diferentes formatos y fórmulas— los procesos electorales en tiempos de la “modernidad líquida”, como ha dicho Zigmunt Bauman.
En cambio, nuestro modelo electoral todavía sigue anclado a los viejos referentes de otra época. A pesar de que se incorporan los medios y los debates, en México el peso fundamental está en las maquinarias y en las estructuras clientelares. Los medios son importantes, pero para el bombardeo de los spots. A pesar del cambio de modelo mediático en 2007, se dejaron los viejos usos; el debate es completamente secundario y cuando se da tiene tantos candados que prácticamente la ciudadanía no llega a conocer las propuestas, las diferencias y los perfiles de los candidatos.
Sobre las recientes elecciones en Inglaterra podemos aprender el hecho de que la parte más importante de la campaña se hizo sobre la base de tres debates televisados y todo el proceso duró unas cuantas semanas. De Colombia se puede aprender que en la campaña el debate público y las propuestas de los candidatos han elevado la calidad de la contienda. Estos dos países, Inglaterra y Colombia, con enormes diferencias de cultura política, de nivel de desarrollo económico, tipo de régimen político y por los problemas urgentes que enfrentan, tienen algo en común: la capacidad de poner el debate electoral por delante para que la ciudadanía pueda optar entre diversas opciones políticas.
Pero, ¿qué pasó en Colombia? Llama la atención las enormes fallas que tuvieron las encuestas de opinión que hablaban de un empate y resultó un dos por uno, sin dejar de lado que la participación no llegó al 50%. Así, Antanas Mockus, del Partido Verde, ex alcalde de Bogotá, con sus originales propuestas sobre legalidad y educación, sólo pudo llegar al 21.5% de la votación, a pesar de que las encuestas le daban casi un empate con el candidato Juan Manuel Santos, del oficialista Partido Social de Unidad Nacional, que logró un 46.5% del voto; el próximo 20 de junio se enfrentarán en una segunda vuelta, que será muy difícil para Mockus. Parece que Colombia nos lleva de forma directa a los méritos y al voto retrospectivo, el que premia y castiga. Santos ganó por la buena evaluación que se hace del gobierno de Uribe. Mockus cuando fue alcalde de Bogotá logró que la violencia se redujera en dos tercios; su candidato a la vicepresidencia, Sergio Fajardo, que fue alcalde de Medellín, hizo políticas públicas para que la violencia pasara de 6,500 homicidios anuales a 650 (El País, 29/V/2010). Cuando dos profesores de matemáticas y filosofía, que hace dos meses no pintaban en la contienda, se encuentran, por sus méritos y por sus propuestas, en la competencia por la presidencia, algo importante sucede en ese país.
¿Qué tenemos en México? Un sistema muy costoso, plagado de complejidades, que tiene por una parte una pesada presencia de maquinarias alimentadas por dinero público y aceitadas por programas sociales de transferencia de bienes y recursos a los sectores pobres, para usarlos con fines político-electorales, y, por la otra, un modelo de medios masivos en donde reina el spot y rara vez aparece el debate. Por estas razones se han fortalecido los partidos que tienen una mejor maquinaria para realizar una estrategia de tierra y se han posicionado los candidatos que tienen una mayor presencia mediática, cuyo modelo emblemático es el gobernador del estado de México. Este político, cuyo aparato de procuración de justicia fue “incapaz” de resolver un caso como el de la muerte de la niña Paulette, hoy puntea en la encuesta de intención de voto rumbo al 2012 por su estrategia mediática. ¿Qué pasa con la política en México cuando el puntero para el 2012 es un gobernador al que sólo se le conoce por su presencia mediática, pero no por algún proyecto, idea o propuesta original?
Con todas las complejidades de dos países como Colombia y México, tenemos que en un caso quizá la política abre expectativas de transformación; en cambio en el otro caso, la política está arrinconada y secuestrada por la partidocracia y no abre expectativas viables de futuro.
Investigador del CIESAS
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