Orlando Delgado Selley / La Jornada
Con cierto aire triunfalista, el Banco de México anunció que las reservas internacionales en su poder superaron los 100 mil millones de dólares, lo que significa 1.3 billones de pesos. El año pasado la suma total de lo que la economía mexicana produjo fue de 11.8 billones, de modo que la reserva equivale a 11 por ciento del PIB. Se trata, por supuesto, de una cantidad importante de dólares que el Banco de México invierte en papeles seguros. Estas reservas del país, no del gobierno, están invertidas en papel gubernamental estadunidense a una tasa de alrededor de uno por ciento y contribuyen a financiar su enorme déficit fiscal.
Las reservas tienen un fin: respaldar la capacidad de pago de importaciones y apoyar el tipo de cambio peso/dólar. Las reservas sirven, además, para enfrentar choques externos que sacuden al país. Tenerlas da seguridad y permite que la colocación de deuda, tanto pública como privada, sea posible a tasas de interés razonables. Las importaciones mexicanas en 2009 sumaron 234.4 mil millones de dólares, lo que significa que si hubiera una catástrofe y todas nuestras exportaciones, incluyendo el petróleo, se interrumpieran, lo que es altamente improbable, con las reservas podríamos seguir pagando lo que importamos durante más de cinco meses.
El tipo de cambio, por su parte, sufrió una significativa devaluación en octubre de 2008, cuando pasó de 10.8 a 12.8, deteriorándose hasta febrero al llegar a 14.9 pesos por dólar. Desde entonces la paridad se ha movido dentro de una banda relativamente estrecha de 13.2-13.6, lo que permite sostener que existe estabilidad cambiaria. Los sostenidos aumentos de las reservas se explican porque ha habido ingresos de divisas de entidades gubernamentales, principalmente Pemex. A esta posibilidad se ha sumado la decisión de acumular reservas.
En las difíciles condiciones que ha vivido la economía mexicana desde principios de 2009 el Banco de México ha acumulado reservas. Hace tres meses las reservas eran de 94.9 mil millones de dólares, hace seis de 87.1, hace nueve meses de 76.5 y un año atrás de 74.4 miles de millones de dólares. ¿Se justifica que en medio de una recesión que redujo el PIB en 6.5 puntos porcentuales se acumulen 25 mil millones de dólares? ¿No podrían haberse utilizado para detener la crisis evitando que millones de mexicanos sufrieran por haber perdido su empleo? ¿No era posible que esos dólares acumulados compensaran a quienes habían dejado de recibir remesas porque sus familiares perdieron su trabajo en Estados Unidos?
Los gobiernos de otros países decidieron enfrentar los embates de la crisis con las herramientas de la política fiscal. Aumentaron el gasto público y disminuyeron los impuestos a ciertos sectores de la población. Evidentemente esto significó que su posición fiscal se debilitara. No se trató de regalos de dinero, sino de utilización de recursos de los contribuyentes para paliar los impactos de la crisis. Estas acciones fueron decisivas para detener la crisis y regresar a esas economías a una senda de crecimiento. Ocurrieron en todas las latitudes: en países desarrollados, como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, etcétera, y también en Brasil, Chile, Argentina, China. Algunos hicieron uso de los bancos estatales para evitar que la contracción del crédito de los bancos privados afectara a las empresas y a sus trabajadores.
Todos los recursos de los que disponían esos gobiernos fueron usados para enfrentar la crisis. El gobierno mexicano dijo que enfrentaría la crisis con programas y más programas, pero en realidad el gasto público aumentó sólo 2.2 puntos del producto, cuando hacía falta mucho más para lograr detener los impactos que nos llegaban de la industria estadunidense y del congelamiento de sector de la construcción. Había recursos en dólares que se guardaron en un momento en el que podían haberse utilizado sensata y provechosamente. No se aprovecharon. En realidad quien los aprovechó fue el gobierno estadunidense y no nosotros.
Con cierto aire triunfalista, el Banco de México anunció que las reservas internacionales en su poder superaron los 100 mil millones de dólares, lo que significa 1.3 billones de pesos. El año pasado la suma total de lo que la economía mexicana produjo fue de 11.8 billones, de modo que la reserva equivale a 11 por ciento del PIB. Se trata, por supuesto, de una cantidad importante de dólares que el Banco de México invierte en papeles seguros. Estas reservas del país, no del gobierno, están invertidas en papel gubernamental estadunidense a una tasa de alrededor de uno por ciento y contribuyen a financiar su enorme déficit fiscal.
Las reservas tienen un fin: respaldar la capacidad de pago de importaciones y apoyar el tipo de cambio peso/dólar. Las reservas sirven, además, para enfrentar choques externos que sacuden al país. Tenerlas da seguridad y permite que la colocación de deuda, tanto pública como privada, sea posible a tasas de interés razonables. Las importaciones mexicanas en 2009 sumaron 234.4 mil millones de dólares, lo que significa que si hubiera una catástrofe y todas nuestras exportaciones, incluyendo el petróleo, se interrumpieran, lo que es altamente improbable, con las reservas podríamos seguir pagando lo que importamos durante más de cinco meses.
El tipo de cambio, por su parte, sufrió una significativa devaluación en octubre de 2008, cuando pasó de 10.8 a 12.8, deteriorándose hasta febrero al llegar a 14.9 pesos por dólar. Desde entonces la paridad se ha movido dentro de una banda relativamente estrecha de 13.2-13.6, lo que permite sostener que existe estabilidad cambiaria. Los sostenidos aumentos de las reservas se explican porque ha habido ingresos de divisas de entidades gubernamentales, principalmente Pemex. A esta posibilidad se ha sumado la decisión de acumular reservas.
En las difíciles condiciones que ha vivido la economía mexicana desde principios de 2009 el Banco de México ha acumulado reservas. Hace tres meses las reservas eran de 94.9 mil millones de dólares, hace seis de 87.1, hace nueve meses de 76.5 y un año atrás de 74.4 miles de millones de dólares. ¿Se justifica que en medio de una recesión que redujo el PIB en 6.5 puntos porcentuales se acumulen 25 mil millones de dólares? ¿No podrían haberse utilizado para detener la crisis evitando que millones de mexicanos sufrieran por haber perdido su empleo? ¿No era posible que esos dólares acumulados compensaran a quienes habían dejado de recibir remesas porque sus familiares perdieron su trabajo en Estados Unidos?
Los gobiernos de otros países decidieron enfrentar los embates de la crisis con las herramientas de la política fiscal. Aumentaron el gasto público y disminuyeron los impuestos a ciertos sectores de la población. Evidentemente esto significó que su posición fiscal se debilitara. No se trató de regalos de dinero, sino de utilización de recursos de los contribuyentes para paliar los impactos de la crisis. Estas acciones fueron decisivas para detener la crisis y regresar a esas economías a una senda de crecimiento. Ocurrieron en todas las latitudes: en países desarrollados, como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, etcétera, y también en Brasil, Chile, Argentina, China. Algunos hicieron uso de los bancos estatales para evitar que la contracción del crédito de los bancos privados afectara a las empresas y a sus trabajadores.
Todos los recursos de los que disponían esos gobiernos fueron usados para enfrentar la crisis. El gobierno mexicano dijo que enfrentaría la crisis con programas y más programas, pero en realidad el gasto público aumentó sólo 2.2 puntos del producto, cuando hacía falta mucho más para lograr detener los impactos que nos llegaban de la industria estadunidense y del congelamiento de sector de la construcción. Había recursos en dólares que se guardaron en un momento en el que podían haberse utilizado sensata y provechosamente. No se aprovecharon. En realidad quien los aprovechó fue el gobierno estadunidense y no nosotros.
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