Roberto Rock / El Universal
No parece haber tema que cause mayor frustración en el interior de la administración y del llamado “Sistema PAN”, cuyos integrantes —funcionarios, legisladores, líderes partidistas— se reúnen semana a semana en Los Pinos:
Tras una década de goboerno, Acción Nacional ha preservado y aun aumentado los privilegios a los empresarios de la televisión, y se encuentra en ellos falta de correspondencia, deslealtad o de plano, sabotaje a la causas del presidente Calderón; la más importante, el anhelo de que el panismo siga en el poder después de 2012.
La conducta obsequiosa del gobierno ha fluido sin cesar a la pantalla: partidas publicitarias exorbitantes, renovación de concesiones, exención de impuestos, canales digitales espejo, contratos de servicios, permisos para negocios alternos como telefonía, internet, casas de apuestas, financiamiento de encuestas... Pero todo eso, dicen voces oficiales, no ha atraído como respuesta apoyo político, alineamiento, deslinde frente a personajes como Enrique Peña Nieto y el priísmo en general en su marcha hacia la Presidencia.
Lo que las televisoras sí presentan, deploran esas mismas voces, son nuevas pretensiones, mayores exigencias, demandas judiciales cuando sus intereses son tocados, incluso superficialmente. Los amos de la tele, concluyen, no tienen llenadera.
Ese es el telón de fondo en la renuncia de Héctor Osuna como presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, el ente responsable de manejar la normatividad de radio y televisión, y actor clave también en el resto de los temas del ramo.
La cuestión es también si el gobierno y las televisoras deben preservar el modelo priísta de acuerdos de mutua conveniencia. La diferencia es que en la era priísta la televisión se subordinaba al gobierno, y ahora no sólo es al revés, sino que se ha erigido en un poder que diezma a dentelladas al Estado mismo.
Osuna fue un personaje intocable durante los cuatro años de su gestión, pese a denuncias documentadas de que su tarea estuvo regida por los intereses de aquellos a los que protestó vigilar. Tras fracasar en su intento de reelegirse, se fue con una declaración de que estaba satisfecho con los logros obtenidos —seguramente no a favor del consumidor, ni del Estado.
No parece haber tema que cause mayor frustración en el interior de la administración y del llamado “Sistema PAN”, cuyos integrantes —funcionarios, legisladores, líderes partidistas— se reúnen semana a semana en Los Pinos:
Tras una década de goboerno, Acción Nacional ha preservado y aun aumentado los privilegios a los empresarios de la televisión, y se encuentra en ellos falta de correspondencia, deslealtad o de plano, sabotaje a la causas del presidente Calderón; la más importante, el anhelo de que el panismo siga en el poder después de 2012.
La conducta obsequiosa del gobierno ha fluido sin cesar a la pantalla: partidas publicitarias exorbitantes, renovación de concesiones, exención de impuestos, canales digitales espejo, contratos de servicios, permisos para negocios alternos como telefonía, internet, casas de apuestas, financiamiento de encuestas... Pero todo eso, dicen voces oficiales, no ha atraído como respuesta apoyo político, alineamiento, deslinde frente a personajes como Enrique Peña Nieto y el priísmo en general en su marcha hacia la Presidencia.
Lo que las televisoras sí presentan, deploran esas mismas voces, son nuevas pretensiones, mayores exigencias, demandas judiciales cuando sus intereses son tocados, incluso superficialmente. Los amos de la tele, concluyen, no tienen llenadera.
Ese es el telón de fondo en la renuncia de Héctor Osuna como presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, el ente responsable de manejar la normatividad de radio y televisión, y actor clave también en el resto de los temas del ramo.
La cuestión es también si el gobierno y las televisoras deben preservar el modelo priísta de acuerdos de mutua conveniencia. La diferencia es que en la era priísta la televisión se subordinaba al gobierno, y ahora no sólo es al revés, sino que se ha erigido en un poder que diezma a dentelladas al Estado mismo.
Osuna fue un personaje intocable durante los cuatro años de su gestión, pese a denuncias documentadas de que su tarea estuvo regida por los intereses de aquellos a los que protestó vigilar. Tras fracasar en su intento de reelegirse, se fue con una declaración de que estaba satisfecho con los logros obtenidos —seguramente no a favor del consumidor, ni del Estado.
La respuesta de las televisoras, indirecta, cifrada, ha sido mostrar disgusto y cargar las tintas a la “doña Bárbara” de Los Pinos, Patricia Flores, integrante del primer círculo de confianza del presidente Calderón. Esos ataques se equivocan intencionalmente, pues su verdadero destinatario es el Presidente mismo.
Por todos es conocido que el cierre de espacios a Osuna fue manejado no por Flores, sino por la consejería jurídica de Presidencia, que encabeza Miguel Alessio Robles, bajo la mirada atenta de Javier Lozano, secretario del Trabajo y uno de los mayores conocedores del tema de telecomunicaciones en el gobierno. Lozano no fue —o no ha sido- secretario del ramo por un rígido veto de los principales empresarios en este ámbito.
Juan Molinar Horcasitas, titular de la SCT y también hombre cercano al Presidente, no es tampoco sospechoso en este caso. En su búsqueda por deslindarse de su antecesor, Luis Téllez, que dejó el puesto a raíz de una escandalosa extorsión, Molinar tendió puentes con Osuna —uno de los operadores de la defenestración de Téllez—. Ha logrado, con muchos afanes, tener independencia ante los intereses del sector, pero está al centro de un intenso golpeteo que se agudizó por su rol en la tragedia en la guardería ABC de Hermosillo. El desgaste alcanza a su subsecretaria de Telecomunicaciones, Gabriela Hernández, de quien se rumoró al cierre de la semana que había renunciado, sea para irse a Cofetel, sea simplemente para tirar la toalla.
En las próximas horas, Calderón deberá definir quién es el nuevo comisionado de Cofetel. Una vez completos, sus cinco miembros deben designar a quien presidirá el organismo, pero el Presidente tiene en su mano la capacidad de que aquel o aquella que designe, exhiba el impulso suficiente para alcanzar la presidencia.
Fuera de Los Pinos —lo que no quiere decir fuera del gobierno—, los grupos de interés parecen inclinarse en favor de Gonzalo Martínez Pous para relevar a Osuna. Estos grupos están ofreciendo al Presidente que si los complace, las televisoras, ahora sí, apoyarán al régimen.
Se trata de una dura decisión presidencial, que marcará no sólo el resto del actual gobierno, sino, acaso, el destino del PAN en la Presidencia de la República
Por todos es conocido que el cierre de espacios a Osuna fue manejado no por Flores, sino por la consejería jurídica de Presidencia, que encabeza Miguel Alessio Robles, bajo la mirada atenta de Javier Lozano, secretario del Trabajo y uno de los mayores conocedores del tema de telecomunicaciones en el gobierno. Lozano no fue —o no ha sido- secretario del ramo por un rígido veto de los principales empresarios en este ámbito.
Juan Molinar Horcasitas, titular de la SCT y también hombre cercano al Presidente, no es tampoco sospechoso en este caso. En su búsqueda por deslindarse de su antecesor, Luis Téllez, que dejó el puesto a raíz de una escandalosa extorsión, Molinar tendió puentes con Osuna —uno de los operadores de la defenestración de Téllez—. Ha logrado, con muchos afanes, tener independencia ante los intereses del sector, pero está al centro de un intenso golpeteo que se agudizó por su rol en la tragedia en la guardería ABC de Hermosillo. El desgaste alcanza a su subsecretaria de Telecomunicaciones, Gabriela Hernández, de quien se rumoró al cierre de la semana que había renunciado, sea para irse a Cofetel, sea simplemente para tirar la toalla.
En las próximas horas, Calderón deberá definir quién es el nuevo comisionado de Cofetel. Una vez completos, sus cinco miembros deben designar a quien presidirá el organismo, pero el Presidente tiene en su mano la capacidad de que aquel o aquella que designe, exhiba el impulso suficiente para alcanzar la presidencia.
Fuera de Los Pinos —lo que no quiere decir fuera del gobierno—, los grupos de interés parecen inclinarse en favor de Gonzalo Martínez Pous para relevar a Osuna. Estos grupos están ofreciendo al Presidente que si los complace, las televisoras, ahora sí, apoyarán al régimen.
Se trata de una dura decisión presidencial, que marcará no sólo el resto del actual gobierno, sino, acaso, el destino del PAN en la Presidencia de la República
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