martes, 29 de junio de 2010

FRACTURA SOCIAL

Francisco Rojas / El Universal
El 4 de julio se ha vuelto obsesión del gobierno, su partido y anexos. Instituciones debilitadas, gobernabilidad disminuida, Estado de derecho agredido desde el poder. Desafortunadamente, esto es parte de la realidad que vive el país. Quienes debían abonar al ejercicio democrático, al acuerdo, a la conciliación, a la permanente búsqueda de soluciones a los graves problemas que enfrentamos, dinamitan los puentes de entendimiento entre los diversos actores sociales, políticos y económicos, y obstruyen la relación entre gobernantes y gobernados.
Las acciones del gobierno y su partido han polarizado a la sociedad y ahondado las graves divisiones que se empezaron a perfilar desde hace 10 años. Las elecciones locales en 14 entidades federativas el 4 de julio, incluyendo 12 gubernaturas, han potenciado la desesperación del Ejecutivo ante el descontento social por la falta de resultados positivos en los temas más importantes de la agenda nacional como el desempleo, la pobreza y la inseguridad.
Mientras fue oposición, el PAN consideró que la democracia era una bandera política de gran utilidad; ahora le parece inaceptable que, gracias al impulso del PRI, se hayan construido instituciones que reflejan la pluralidad de la sociedad mexicana. El gobierno y su partido tienen una concepción maniquea de los mexicanos: ellos son los buenos y quienes disienten de su ideología y critican responsablemente los resultados de sus acciones, son los malos.
Hagamos un alto en el camino y esforcémonos para entender el país que tenemos al inicio del siglo XXI; hay que repensar la sociedad y su conducción y tomar medidas serias, eficaces y de corto y largo plazos para volver a unirnos en torno a lo que a todos nos interesa, que es la recuperación de condiciones civilizadas de vida y desarrollo.
Ya no tenemos tiempo para jugar a la política como si fuera un torneo de frases publicitarias. Las condiciones nacionales e internacionales son adversas, por eso debemos tomar las decisiones más acertadas para proteger a los estratos sociales que están en condiciones vulnerables, como los pobres y las clases medias, y para impulsar a la mediana y pequeña industrias, que son fuertes generadoras de empleo, ingreso, demanda efectiva y mercado interno.
Hay que respetar a los ciudadanos en las contiendas políticas y plantearles propuestas para que ellos, informados, elijan con libertad, en vez de aventarles despliegues mediáticos y medidas fiscales electoreras de última hora. Es también vergonzoso pretender el voto ciudadano por medio del espionaje telefónico, conversaciones adulteradas y prácticas de “guerra sucia”, que fracturan a la sociedad y persiguen preparar el camino para reclamos postelectorales.
Podemos y debemos volver a ser la sociedad que a lo largo de varias décadas fue tejiendo acuerdos hasta culminar con una reforma electoral consecuente con la pluralidad política. Está en nuestra historia la demostración de que somos capaces de unirnos no para cualquier fin, sino para definir y alcanzar objetivos comunes.
Tenemos diferencias —las tienen todas las sociedades libres—, pero eso no nos hace enemigos ni nos impide discutir seriamente nuestros problemas y las posibles vías de solución e identificar aspiraciones comunes a toda la sociedad, como la construcción de una economía fuerte y creciente, la recuperación de la seguridad pública y la moderación de la desigualdad social, entre muchos más

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