martes, 29 de junio de 2010

LA SUERTE DE LOS "FAT TAILS" -O LOS COLEROS- ANTE SU LENTO CRECIMIENTO

Por Jesús Alberto Cano Vélez (*) / Excelsior
Entre el inicio de la tercera década del Siglo XX (1932) y de su penúltima década (1982) –medio siglo-- el ingreso nacional de México (PIB) creció a un ritmo anual de poco más de 6%, sin registrar ni una sola contracción económica, no obstante años de conflictos mundiales.
Y ahora, el cuarto de siglo que transcurre hasta 2009, devela una economía con años buenos y años malos, pero en promedio con un crecimiento del ingreso nacional de poco más de 2% anual, habiéndose también registrado contracciones económicas en 6 de esos 25 años. Nos hemos convertido en “fat tail”.
Es evidente que algo estamos haciendo mal los mexicanos, porque no todo el resto del continente –ni del mundo— ha seguido la misma tendencia.
Cada región del globo vive sus historias comunes, en que los países vecinos tienden a compartir similares experiencias. Cada región tiene sus países exitosos y sus “fat tails” o coleros, si bien la globalización de la economía mundial afecta a todos en lo bueno y en lo malo.
Por ejemplo: China, India y los países de esa región asiática han registrado en el último cuarto de siglo un extraordinario crecimiento, mientras que Europa Occidental ha tenido tasas relativamente bajas de crecimiento, pero con economías solidas, en lo general. Las excepciones, o “fat tails” –España, Portugal, Grecia, Italia e Irlanda— han dado causa de preocupación por el impacto negativo que podrían causarle a la economía mundial, en estos momentos en que se está luchando contra intensas fuerzas recesivas.
Por su parte, Europa Oriental ha sostenido tasas altas de crecimiento, en la medida en que se ha estado emparejando a sus vecinos occidentales; también aquí, con algunas excepciones.
Luego está el Continente Americano, con experiencias diferentes recientes, esencialmente por las acciones de políticas económicas de sus gobiernos.
Hace un par de décadas, el gobierno conservador norteamericano, con una férrea decisión, promovió su famoso “Consenso de Washington”, para favorecer la implantación de políticas neoliberales, de mercado, y que se eliminaran las intervenciones de los gobiernos en sus economías.
En lo general, los países del continente se plegaron a dicho esquema ideológico, pero ante el crecimiento desbordante de la pobreza y la consiguiente concentración del ingreso en pocas manos de gente muy rica, la mayoría de los países de Suramérica, siguiendo el liderazgo de Brasil, cambiaron sus políticas, quedando sólo unos cuantos dentro de la ortodoxia neoliberal; entre ellos México, Canadá, Colombia, El Salvador, Haití, Jamaica y Belice. En Europa Occidental y Japón también predominó ese esquema.
En América Latina fue impresionante el viraje en el comportamiento de las economías que retornaron a políticas económicas con participación del Estado: Argentina, Brasil, Bolivia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
Todas esas, en algún año de principios de la primera década del siglo actual empezaron a registrar crecimientos importantes. Algunos, hasta aproximarse al doble dígito, después de haber sostenido tasas de crecimiento anual de entre 1% y 2%, por varios años.
Años después, en los Estados Unidos, a la entrada del nuevo Presidente Barack Obama, se dió un fuerte viraje en la política económica, y la de los países europeos, con la intervención del Estado en la economía, a fin de revertir las tendencias recesivas en sus países y en la economía mundial.
En sus reuniones del G-20 y el G-8 de estos últimos días, en Canadá, los presidentes de los principales países del mundo, incluyendo el mexicano, ratificaron su decisión de seguir luchando contra las fuerzas recesivas para evitar que se vuelva a repetir una Gran Depresión como la de 1929-1932.
El próximo artículo tratará ese tema.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas

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