Samuel García / 24 Horas El Diario sin Límites
El desánimo se contagia y el segundo semestre ha comenzado con un clima cargado de una fuerte dosis de incertidumbre que ha minado el ánimo entre los especialistas que pronostican el futuro de la economía.
Razones
no les faltan, comenzando porque algunas señales e indicadores económicos
recientes en Estados Unidos muestran una evolución desfavorable, a lo que se
suman previsiones de una recesión más duradera en algunas economías europeas, a
lo que se agregan brotes inflacionarios por los efectos climáticos adversos que
están impactando los precios agrícolas internacionales. Si a lo anterior
añadimos una dosis nada despreciable de incertidumbre local por el clima
político postelectoral, junto a la reiteración de ráfagas de violencia desde
las organizaciones criminales en un franco desafío y envío de advertencias a
los gobernantes locales, entonces lo que tenemos es un coctel de factores
negativos suficiente como para tirar por la borda cualquier asomo de ánimo en
las previsiones económicas.
Los
resultados de la más reciente encuesta mensual que realiza el Banco de México
caminan en ese sentido a pesar del rally de optimismo sobre el crecimiento de
la economía que vimos hasta hace un par de meses. El índice de confianza del
sector privado a julio se estancó en 116 puntos, por debajo de los 128 puntos
de marzo y abril pasados, y aunque hay un reconocimiento de que la economía está
mejor que a finales del año pasado, ha crecido el pesimismo sobre su evolución
futura. De hecho la tasa de crecimiento esperada se estancó en 3.7% para el año
-mientras que las previsiones públicas del presidente Calderón apuntan a 4% o
más- y la inflación esperada creció notablemente en los últimos dos meses, de
3.65% a 3.91%.
Claro que
con estas expectativas no estamos frente a un escenario pesimista y mucho menos
catastrófico sobre la evolución de la economía mexicana en el corto plazo, pero
las respuestas de los analistas hacen ver un ambiente menos optimista y mucho
más cauteloso, acorde con las inciertas circunstancias de la economía global.
¿Por qué
importa tanto cómo piensan el conjunto de estos expertos y grupos de análisis
de bancos y empresas? Quizá porque es una de las pocas señales cercanas que
tenemos sobre la orientación que tendrán las decisiones de inversión en el país
en el corto plazo. Y esas decisiones de inversión productivas sí que nos
afectan a todos a través del empleo, de los salarios y de los ingresos
tributarios.
Exceptuando
las importantes inversiones que están en marcha en el sector automotriz, en
general las inversiones que se registran en el país no están a la altura del
potencial de la economía y, comparativamente, tampoco de nuestros principales
competidores por los capitales. Las expectativas que tienen los expertos
encuestados por Banxico para la inversión extranjera directa en 2012 son
modestas y no alcanzan siquiera los 20 mil millones de dólares. Para 2013 -ya
con un cambio de gobierno- el monto esperado es ligeramente superior en 10%, lo
que hace suponer que los especialistas aún no están convencidos de la capacidad
política del nuevo gobierno -que encabezaría Enrique Peña Nieto- para lanzar
reformas estructurales de gran calado que se traduzcan en un imán para los
capitales externos.
Las dudas
se han multiplicado y prevalece la cautela.
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