LORENZO MEYER / REFORMA
Agenda
ciudadana
"Pues
bien, ya se llegó el tiempo de iniciar el juicio sobre el calderonismo. Habrá
varios y quizá sean más los negativos que los positivos"— Lorenzo Meyer
El Tiempo de la Evaluación. Tras la elección
presidencial, la administración que concluye es historia. Y aunque quien la
encabeza todavía mantiene el control del aparato burocrático y puede declarar
"gobernaré hasta el último minuto de mi sexenio", en la práctica ya
sólo pueden marcar el paso. Se inicia entonces el tiempo del juicio histórico;
juicio que nunca concluirá, pues cada época lo volverá a hacer de nuevo.
Obviamente
el "Juicio de la Historia" como tal no existe. Lo que hay son las
apreciaciones de ciudadanos, historiadores y estudiosos de la época: su juicio
es sobre quiénes ejercieron el poder, cómo, en beneficio de quién y con qué
resultados. Estos juicios pueden o no coincidir -a la coincidencia se suele
llamar "juicio de la historia"- y su naturaleza depende de los
intereses, prejuicios y capacidades de quienes los formulan. Toda visión sobre
lo que ya ocurrió siempre estará influida por los grandes temas del tiempo en
que se hace. Nunca habrá un veredicto unánime e inmutable sobre personajes y
eventos del pasado, su enjuiciamiento es permanente.
El Marco General.
El gobierno de Felipe Calderón Hinojosa (FCH) lo encuadra la naturaleza del
proyecto histórico del PAN, un partido de clase media, conservador, que nació
en septiembre de 1939 al calor de la reacción contra la política de masas del
cardenismo y del inicio de la II Guerra Mundial, cuando la derecha mundial se
lanzó a una gran ofensiva contra el comunismo y contra la democracia liberal.
En tanto
"oposición leal" al régimen autoritario de la Revolución Mexicana, el
PAN enarboló la primacía del "interés nacional"-definido desde la
derecha-, del "bien común" sobre cualquier interés parcial -como el
de los campesinos y/o los trabajadores- y la "dignidad de la persona
humana" como un valor más alto que el Estado o el capital. Se trató de
metas muy generales y casi inobjetables en tanto no se pusieran en práctica.
Ahora bien, cuando el PAN logró el poder en algunos estados primero y a nivel
nacional en 2000 ¿En qué se tradujeron sus conceptos de interés nacional, bien
común, dignidad de la persona y el resto de su ideario? En muy poco.
El
sexenio presidido por Vicente Fox (2000-2006) devaluó, y mucho, el conjunto de
principios panistas, pero FCH terminó por hacer aún más evidente el divorcio
entre lo altisonante del discurso y la mezquindad de la práctica. Finalmente,
el interés nacional resultó ser el de los intereses creados, el "interés
común" se hizo humo al chocar con los intereses nada comunes y muy
corporativos del SNTE y la "dignidad de la persona humana" se topó
con las violaciones a los derechos humanos y las denuncias de Javier Sicilia y
su agrupación. Así, no fue sorpresa que en julio de 2012 una mayoría de
ciudadanos optara por relegar al PAN a un sitio marginal donde incluso corre el
peligro de desaparecer (FCH dixit, Reforma, 28 de julio).
El Panismo
Real. FCH llegó al poder apoyándose poco en propuestas constructivas y mucho en
el ambiente de miedo al cambio que generaron sus hábiles publicistas. Le
resultó más redituable buscar el corrupto favor de Elba Esther Gordillo, el
SNTE y sus operadores electorales, que el apoyo que pudieran generar sus ideas
del "bien común". El "haiga sido como haiga sido" con que
FCH justificó su triunfo electoral y su rechazo a un recuento de los votos,
-indispensable para dar certeza a un triunfo por apenas el 0.56% del total de
sufragios- resultó ser el sello indeleble de su presidencia.
La
necesidad de ganar la legitimidad plena que no logró en el proceso electoral,
llevó a FCH a iniciar su gobierno con una acción espectacular, contundente, una
que supuso se transformaría en signo indiscutible de autoridad y robustecería
su endeble legitimidad inicial, tal y como lo intentó Carlos Salinas tras el
fraude de 1988. Así, a días de asumir el poder, FCH lanzó -sin dilación, pero
sin planeación adecuada-, una "guerra contra el narco" que resultó
muy espectacular, pero finalmente poco efectiva. Fue una jugada a varias bandas
que, en teoría, aparecía de lo más interesante para alguien en su posición. Por
un lado, su gobierno necesitaba enfrentar la ya muy obvia y desafiante presencia
territorial de los cárteles de la droga, pues si la violencia ilegítima del
narco se mantenía tan pública y exitosa, entonces la esencia del Estado -su
monopolio de la violencia considerada legítima- significaría cada vez menos.
Por otro lado, la movilización masiva de soldados, marinos y policías
acompañada de una publicidad adecuada, daría la sensación de seguridad
recuperada y, sobre todo, proyectaría urbi et orbi la imagen de un Ejecutivo
fuerte y decidido que incluso, siendo civil, aparecía como general de cinco
estrellas. Finalmente, era obvio que el gobierno norteamericano apoyaría esta
política -Iniciativa Mérida- y a su arquitecto (Obama calificaría a FCH del
nuevo Eliot Ness).
La
decisión de ir contra los cárteles de la droga tomada en 2006 suponía grandes
ganancias, pero implicaba grandes riesgos: su fracaso no sólo sería el de FCH y
su partido sino también el de las fuerzas armadas. Casi seis años más tarde y
alrededor de 60 mil muertos más desaparecidos y desplazados y un aumento notable
en la brutalidad de la violencia y del gasto en seguridad nacional -en 2012 ese
renglón fue mayor que el de desarrollo social, de salud o de comunicaciones y
transporte-, resulta que los cárteles siguen tan desafiantes como en el inicio,
el trasiego y comercialización de drogas no han variado: hoy el gramo de
cocaína pura en el mercado norteamericano -177.26 dólares- es 16% más barato
que en 2001 y el 95% de esa droga pasa por México, (The New York Times, 3 de
julio). Por otra parte, el principal capo mexicano, Joaquín "El
Chapo" Guzmán, no solamente sigue libre sino que de rutina aparece en la
lista de los multimillonarios del mundo publicada por Forbes (26 de marzo, p.
232) y ha extendido sus operaciones a Europa, Asia y Australia, (The New York
Times, 15 de junio).
Además,
al poner al ejército y a la armada a cumplir tareas que la policía federal
sigue sin poder hacer -en julio, por ejemplo, fue necesario cambiar a todo el
personal policiaco federal en el aeropuerto de la Ciudad de México porque la
corrupción ya lo hacía inútil en ese punto vital para impedir el tránsito de la
droga, (Reforma, 17 de julio)-, ha desgastado a esas instituciones en un tipo
de lucha que simplemente no se puede ganar. Como para subrayar lo anterior, al
final del sexenio se ha procedió a detener a altos mandos del ejército
-incluido un general de división- bajo la sospecha de complicidad con los capos
de la droga, (Proceso, 20 de mayo).
En
contraste, el calderonismo simplemente decidió no usar la fuerza del Estado en
un campo donde con menos sangre, con menos gasto y con menos violaciones de
derechos humanos, hubiera podido dar golpes fuertes en la zona que más hubiera
afectado a los señores de la droga: el del lavado de dinero. Las armas del
narco no son para derrotar a ningún gobierno sino para ayudar a maximizar sus
enormes ganancias Entonces ¿por qué no se le atacó desde el inicio a fondo en
la cadena del dinero y usando no a la Sedena sino a Hacienda? Sólo al final del
sexenio y gracias a investigaciones del Senado norteamericano, se ha hecho
público que la filial mexicana del gran banco británico HSBC había llevado a
cabo tan sólo entre 2007 y 2008, transferencias a su sucursal norteamericana
por 7 mil millones de dólares, y que lo hizo de tal manera que los
narcotraficantes pudieron blanquear millones de dólares. Antes de renunciar en
2008, el inútil encargado de vigilar que no se lavara dinero en HSBC México,
informó a sus superiores que su tarea era imposible porque dentro de la
institución había "una cultura de búsqueda de ganancias a toda costa"
y que era cosa de tiempo que el banco fuera acusado de actividades criminales,
(The Independent, 18 de julio). Al final, HSCB México fue castigado con una
ridícula multa de 379 millones de pesos, lo que terminó por comprobar que es racional
para cualquier banco continuar con el lavado de dinero y para los
narcotraficantes mantener su actividad.
Conclusión.
La política que FCH puso en el centro de la agenda nacional fue bien vista
fuera, pero no convenció dentro. El tipo de inseguridad que afectaba al
ciudadano de a pie provino menos de personajes como "El Chapo" -su
mercado principal es externo- y más del crimen que vive de los de dentro. Y ese
crimen incluyó lo mismo a asaltantes, extorsionadores y secuestradores que a
funcionarios corruptos, a banqueros blanqueadores, a contratistas abusivos o a
monopolistas. La guerra de Calderón fue contra los primeros, pero dejó de lado
a los segundos.
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