Víctor M. Quintana S. / La Jornada
La alimentación es uno
de los ejes críticos del milenio. Tan es así que, sin ser el tema
oficial, se ha convertido en el centro de la agenda del 13 congreso de
la Asociación Internacional de Sociología Rural que se celebra estos
días en Lisboa. No es porque la comida de pronto haya adquirido
relevancia teórica, sino porque el acceso o no acceso a ella es el
centro de una de las disputas más fuertes del siglo XXI, en el contexto
del cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y la
lucha por ellos, y el control por parte del sistema de negocios
agroalimentario.
Por esto en buena parte de los casi 70 grupos de trabajo de este
congreso se plantean toda una serie de interrogantes como: ¿por qué es
posible que se avance en la producción de alimentos y en números
absolutos y relativos aumente el número de personas con desnutrición y
malnutrición en el planeta? ¿Hasta qué punto debe evitarse que los
países más ricos o poderosos adquieran tierras en África –continente
donde hay más hambre en el mundo– para asegurar su suministro
alimentario? ¿Es posible que el planeta alimente adecuadamente a toda la
población con el actual paradigma alimentario de sobreconsumo de
productos animales, que, a su vez, demandan grandes volúmenes de agua?
¿Ante la crisis alimentaria y la crisis energética es ético optar por
los biocombustibles? ¿Por qué los campesinos, los productores de los
alimentos, no resultan beneficiados ni con las políticas de precios
altos ni con las de precios bajos?Se observa también que ante el gran poder del sistema agroalimentario hay múltiples intentos de producir de manera alternativa más alimentos, más sanos, más accesibles. En los países del norte hay toda una tendencia a la ruralización, a la producción urbana de alimentos, a la autosuficiencia. Sin embargo, ¿qué decir cuando a grandes mayorías de los países del sur, que viven no en las ciudades sino en el campo les está vedado producir siquiera lo mínimo para su subsistencia por la carencia de tierras, el no acceso al agua o por las vicisitudes del cambio climático? Puede ser que resulte muy satisfactorio que los estudiantes de una universidad californiana produzcan sus propias hortalizas, pero eso no resuelve para nada el problema de la hambruna en zonas como la tarahumara o la mixteca mexicanas.
Se presentan, asimismo, investigaciones que demuestran que hay una recuperación desde arriba, desde el poder del sistema de los agronegocios de conceptos y de prácticas tales como
agricultura verde,
producción orgánica,
sustentabilidade incluso
comercio justo. El marco de referencia en que se originaron como crítica práctica a la utilización intensiva de agroquímicos, a la sobrexplotación de recursos naturales, a la sobrexplotación del trabajo y de las comunidades campesinas e indígenas ha sido cooptado, se ha “wallmartizado” o “starbuckizado”, por lo que se hace necesaria una continua lucha de significados, una reflexión y trabajo de concientización con productores y consumidores, por eso se van generando conceptos y prácticas como
comida localo
comercio local, como alternativas desde abajo. Sin embargo, hay ciertas tentaciones de academicismo, de teoricismo, de predominancia de una forma de construir conocimiento desde la universidad, desde el norte, explícita en el hecho de que el único lenguaje del congreso es el inglés.
Por todo esto resulta sumamente aleccionadora la intervención
en el congreso, de Paul Nicholson, dirigente de Vía Campesina: ante el
problema del hambre, del desplazamiento, de la precarización, hay que
enfocarse bien: no se trata de una crisis de la alimentación, sino de
una crisis del sistema. Dicha crisis tiene tres principales causas: la
imposición de la agenda del libre comercio a nivel planetario, que
establece precios agrícolas bajo los costos de producción y delocaliza
la producción de alimentos, poniendo en peligro la viabilidad de las
comunidades. Segundo, la privatización de la tierra, de los recursos
naturales, de las semillas, y tercero, la imposición de un modelo de
producción con el uso intensivo de agroquímicos que pone en las
trasnacionales el control de la cadena alimentaria.
La Vía Campesina propone globalizar la lucha, para poder globalizar la esperanza, basándose en una triple estrategia: la soberanía alimentaria que pone el derecho de los pueblos a alimentarse y a producir sus alimentos en el centro; consolidar redes locales que se conviertan en un poder internacional y la interacción dinámica entre los diversos actores rurales y académicos, investigadores. La necesidad de esta interacción es precisamente enfatizada por uno de los líderes intelectuales del congreso y fundador de la sociología de la alimentación, William Friedland.
Desde otro nivel convergen con estas propuestas las sugerentes ideas del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, uno de los expositores magistrales del congreso: la sociología rural debe luchar contra el colonialismo cultural y por una justicia cognitiva global, construir una epistemología desde el sur que valore, certifique y explore la diversidad, aprovechando la gran experiencia práctica y de conocimiento de los pueblos del sur, de las comunidades indígenas todo esto para desarrollar la auto determinación desde abajo hacia arriba, concepto y práctica clave para superar la gran crisis que vivimos ahora, crisis que no es sólo alimentaria, sino del sistema globalizado.
La Vía Campesina propone globalizar la lucha, para poder globalizar la esperanza, basándose en una triple estrategia: la soberanía alimentaria que pone el derecho de los pueblos a alimentarse y a producir sus alimentos en el centro; consolidar redes locales que se conviertan en un poder internacional y la interacción dinámica entre los diversos actores rurales y académicos, investigadores. La necesidad de esta interacción es precisamente enfatizada por uno de los líderes intelectuales del congreso y fundador de la sociología de la alimentación, William Friedland.
Desde otro nivel convergen con estas propuestas las sugerentes ideas del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, uno de los expositores magistrales del congreso: la sociología rural debe luchar contra el colonialismo cultural y por una justicia cognitiva global, construir una epistemología desde el sur que valore, certifique y explore la diversidad, aprovechando la gran experiencia práctica y de conocimiento de los pueblos del sur, de las comunidades indígenas todo esto para desarrollar la auto determinación desde abajo hacia arriba, concepto y práctica clave para superar la gran crisis que vivimos ahora, crisis que no es sólo alimentaria, sino del sistema globalizado.
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