El BCE aplaza las medidas extraordinarias hasta que los Gobiernos
soliciten auxilio
El eurobanco reabre la puerta a la compra de bonos
El Gobierno de Mariano Rajoy se ve en la endiablada tesitura de pedir otro rescate o arder en el fuego de los mercado
No hay duda de que un nuevo rescate obligaría a España a firmar otro memorando de entendimiento, un contrato con una serie de condiciones
Draghi cortó de raíz las especulaciones sobre la posibilidad de conceder la ficha bancaria al Mecanismo Europeo de Estabilidad
El eurobanco reabre la puerta a la compra de bonos
El Gobierno de Mariano Rajoy se ve en la endiablada tesitura de pedir otro rescate o arder en el fuego de los mercado
No hay duda de que un nuevo rescate obligaría a España a firmar otro memorando de entendimiento, un contrato con una serie de condiciones
Draghi cortó de raíz las especulaciones sobre la posibilidad de conceder la ficha bancaria al Mecanismo Europeo de Estabilidad
Luis Doncel Fráncfort / El País
Un grupo
de indignados acampados a la puerta de la sede del Banco Central Europeo (BCE)
exigen a los mandamases del continente ayuda para los griegos que peor lo están
pasando. A solo dos kilómetros de la torre desde donde se pilota la unión
monetaria está el banco central alemán o Bundesbank, máximo representante de la
política de rigor y ortodoxia que reclaman los países del norte. A caballo
entre estas dos recetas diametralmente opuestas para salir de la crisis del
euro, el presidente del BCE, Mario Draghi, dio este jueves una respuesta que no
contenta del todo a nadie.
El
presidente del eurobanco dejó claro que habrá ayuda para los países que sufren
una escalada insoportable en sus costes de financiación, sí. Pero para que esta
llegue, serán los Gobiernos los que tendrán que solicitar al fondo de rescate
europeo que se lance a comprar deuda. Solo entonces intervendrá el BCE. Así, de
una tacada, Draghi desplaza toda la presión hacia los países al borde de la
intervención. Es decir, hacia España.
El
Gobierno de Mariano Rajoy se ve así en la endiablada tesitura de elegir entre
pedir un rescate —el segundo, después del destinado a la banca hace menos de dos meses— o de
arder en los mercados. La decisión que tanto ha tratado de evitar el Ejecutivo,
y que muchos analistas pronosticaban para la vuelta del verano, está ahora un
poco más cerca.
Draghi
admite que las “circunstancias excepcionales de los mercados y los riesgos para
la estabilidad financiera” obligan al BCE a tomar decisiones. Pero ni aclaró el
alcance de estas, ni cuándo se tomarán. “En las próximas semanas diseñaremos
las modalidades apropiadas”, aseguró en la conferencia de prensa celebrada tras
la reunión mensual del Consejo de Gobierno de la institución que lidera desde hace nueve meses. Sí dejó claro dos aspectos: que
el primer impulso corresponde al país que aspire a recibir la ayuda y que, una
vez que solicite el salvavidas, el Gobierno quedará sujeto a una
condicionalidad “estricta y efectiva”.
Esta
condicionalidad supone reducir hasta la nada el margen de maniobra de los
países auxiliados, que tendrán que acatar los dictámenes de Berlín y Bruselas
para asegurarse de que cumplen el camino marcado para ajustar sus cuentas
públicas. Una vez más queda un aspecto en el aire. No hay duda de que un nuevo
rescate obligaría a España a firmar otro memorando de entendimiento —el
contrato por el que a cambio de recibir un préstamo se le impone una serie de
condiciones—, pero Draghi no dejó claro si este nuevo documento conllevaría la
imposición de reformas y recortes aún más duros o implicaría tan solo una mayor
presión para llevar a cabo los ya previstos. Para cumplir con los requisitos ya
existentes, el Gobierno de Rajoy aprobará este viernes —con unos días de retraso sobre el calendario pactado— el
presupuesto para los dos próximos años. Deberá además acometer más recortes si
pretende cumplir el objetivo de reducir el déficit por debajo del 3% en 2014.
El plan
diseñado por Draghi, que dijo que en la reunión no se habló específicamente de
España, pasaría por una petición formal para que el fondo de rescate —cuyo
nombre oficial es Facilidad Europea de Estabilidad Financiera, FEEF— se lance a
comprar deuda. No está claro si lo haría en el mercado primario —donde los
Estados emiten bonos directamente— o en el secundario, que es el de segunda
mano. Los países más recalcitrantes en su ortodoxia, como Finlandia, apuestan
por la primera opción. Solo entonces el BCE podría reanudar su programa de
adquisición de bonos, paralizado desde el pasado marzo, para bajar la prima de
riesgo.
Pero esta
intervención del eurobanco tampoco parece estar libre de incertidumbre. Alemania
ha mostrado en infinidad de ocasiones su oposición a que Fráncfort acumule deuda de los países periféricos. Este
jueves volvió a dejar clara su tesis. Draghi admitió que la decisión se tomó en
el máximo órgano del BCE con un voto en contra y quedan pocas dudas sobre quién
fue el discrepante. El italiano recordó, con una pizca de ironía, que no es un
secreto para nadie que Jens Weidmann, el presidente del Bundesbank y miembro
del BCE, se opone a la compra de deuda pública.
Estas
divergencias siembran dudas sobre la respuesta que dará el BCE en el momento en
el que España solicite la intervención del FEEF. Draghi nadó en la ambigüedad
al señalar tan solo que el Consejo de Gobierno podría considerar —siempre
usando el tiempo condicional— medidas de política monetaria no convencionales
“en las próximas semanas”. Se sobreentiende que entre estas medidas estaría el
apoyo del BCE al FEEF en la compra de deuda.
En la
lucha entre norte y sur de Europa, Alemania se apuntó otro tanto cuando Draghi
cortó de raíz las especulaciones sobre la posibilidad de conceder la ficha bancaria
al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate permanente que
deberá sustituir al FEEF. Esta medida multiplicaría hasta el infinito la
capacidad de comprar deuda de los países al borde de la asfixia, pero cuenta
con la oposición frontal de Berlín. El presidente del BCE insistió en que, con
los estatutos actuales, el MEDE no puede cumplir esta función. “Como temíamos,
el BCE no ha anunciado ninguna acción. En lugar de ello, ha puesto el balón en
el campo de los Gobiernos”, resumen los analistas del banco Morgan Stanley.
“Draghi
decepciona”. Así tituló este jueves la firma Schroders. Su analista para
Europa, Azad Zangana, asegura que el presidente del BCE ha fallado en su
intento de cumplir la promesa de hacer “lo que sea necesario” para salvar al
euro. A juzgar por el dictamen de los mercados, es cierto que el italiano
defraudó a los inversores que la semana pasada reaccionaron con euforia ante su
discurso de apoyo sin fisuras a la unión monetaria. La prima de riesgo española se disparó hasta rozar los 600 puntos
básicos y la Bolsa de Madrid cayó más del 5%.
Al igual
que en el discurso de hace una semana, Draghi repitió este jueves que no tiene
sentido atacar al euro porque es irreversible. Incluso mencionó de pasada el
dracma, mientras explicaba que no había vuelta atrás a las monedas nacionales.
¿La euforia por sus famosas palabras en Londres fue entonces fruto de una mala
interpretación? “No. ¿Ha leído usted mi discurso? Ahí no dije nada ni de
comprar bonos ni de los plazos para tomar las medidas”, respondió Draghi a los
periodistas que le preguntaban por las posibles incongruencias en los dos
mensajes.
El BCE
anunció otras decisiones de menor calado como dejar los tipos de interés en el mínimo histórico del 0,75% o mantener en el 0% la facilidad
de depósito, el interés con el que remunera el dinero que los bancos dejan en
sus arcas. Pero la reunión de este jueves se recordará como el empujón decisivo
que condiciona los pasos que dará España en las próximas semanas. “El principal
mensaje que ha lanzado Draghi es que actuará, pero no solo; y que quiere que
los Gobiernos hagan las reformas a las que se han comprometido”, sintetiza
Nicolas Verón, analista del centro de estudios belga Bruegel.
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