Itinerario
Político
Ricardo
Alemán / El Universal
Sube de
tono —incluso a niveles impensables— la guerra por lo que queda del PAN.
Y es tal
la magnitud de la batalla que no pocos grupos que disputan el control del
partido azul —verdaderas tribus al estilo amarillo— pintaron su raya frente a
Felipe Calderón, al que no quieren de vuelta en el control del partido.
Y en
prevención de que el aún presidente avance en su intento por mantener en manos
de su grupo la hegemonía política del PAN —grupo al que motejan como el
calderonismo—, los adversarios de Calderón acuñaron la máxima con la que
combatirán al michoacano: “El futuro de Calderón es el destierro o el
entierro”, dicen.
En otras
palabras, que, según buena parte de la ultraderecha y la derecha a secas —que
cohabitan en el PAN—, el futuro de Felipe Calderón está en la misma ruta
seguida por todos o casi todos los ex presidentes mexicanos: el destierro
—entendido como el alejamiento geográfico— y/o el entierro, que significaría la
muerte política de Felipe Calderón.
Sin
embargo, es evidente que pocos conocen a Calderón; que a pesar de ser
presidente de los mexicanos a lo largo de los últimos seis años, aún muchos no
saben de qué está hecho. Por eso la pregunta. ¿Alguien se imagina a Calderón en
un tranquilo exilio, como el de Ernesto Zedillo? ¿Se lo imaginan en una azarosa
muerte política como la de Salinas? ¿O alguien se imagina un entierro político
—de pena ajena—, como el de Fox?
Lo cierto
es que salvo un repentino cambio de planes —que lo convenza de lo contrario—,
Felipe Calderón se ha propuesto no sólo regresar a la actividad político
partidista a partir del 2 de diciembre próximo, sino convertirse en factor para
empujar el regreso del PAN al poder y, con ello, la salida del PRI del poder.
Y es que
Calderón no quiere pasar a la historia como el político que regresó al PRI a
Los Pinos, sino como el político que lo sacó por segunda ocasión. Y el plazo
para ello son seis o 12 años.
Y, en
efecto, parece un proyecto descabellado, muy lejos de la realidad política,
sobre todo porque Calderón se enfrenta al formidable peso de la historia, que
dice justo eso, que el futuro de los ex presidentes está “en el destierro o en
el entierro”. Pero además enfrentará los demonios de su partido y, sobre todo,
a un riesgo latente: la eventual venganza de las bandas criminales a las que
combatió.
Por lo
pronto, no son pocos los que juegan con el estribillo del “destierro o
entierro” para Calderón. Y por supuesto que entre ellos están los enemigos de
siempre de Calderón: el llamado “Grupo Fox”, que incluye directamente al ex
presidente guanajuatense, a su esposa y a uno de sus más vapuleados escuderos; Manuel
Espino, a quien el propio Calderón echó del partido.
También
está el grupo de Santiago Creel, el de Josefina Vázquez Mota y, sin duda, el
infaltable Yunque, la ultraderecha y la derecha a secas. Todos o casi todos los
adversarios de Calderón aparecen entre los políticos azules que han perdido en
las elecciones de los años recientes, sean elecciones federales, sean estatales
o locales.
Y,
casualmente, con Calderón están buena parte de los artífices de la llamada
“política total”, diseño programático que llegó al PAN con Luis H. Álvarez,
quien —junto con Carlos Castillo Peraza— también desarrolló las alianzas entre
PAN y PRI que permitieron que el PAN llegara al poder presidencial. Hoy,
casualmente, los “calderonistas” intentarán de nueva cuenta una alianza con el
PRI de Peña Nieto.
Y es que
según los afines al grupo de Calderón la única posibilidad de que el PAN
regrese al poder en el corto plazo es precisamente mediante una alianza con el
PRI. ¿Por qué?
Porque
sólo un partido vigente, con poder, con capacidad de decisión, con influencia
en el gobierno y en el Congreso, podrá ser un partido con recursos políticos,
ideológicos y económicos para estar de vuelta en el poder presidencial. Sin
embargo, el problema es que Calderón no tiene todas las canicas de su lado como
para convertirse en líder del PAN. Al tiempo.
EN EL
CAMINO
La
empresa Soriana, dueña de las tiendas de autoservicio acusadas de vender
tarjetas para cometer el supuesto fraude electoral, difundió un desplegado en
el que llama a los ciudadanos al respeto y la civilidad, y a poner fin a la
violencia lanzada contra sus instalaciones y empleados. Por eso, responsabilizó
a López Obrador y a su claque de los daños causados. Y contra todo lo
imaginable, AMLO dice que no lo culpen, en tanto que el PRD dice que puede
tratarse de “un montaje”. ¿Qué no es cierto que AMLO encabezó el montaje contra
Soriana? ¡Ver para creer!
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