Francisco Suárez Davila / El
Universal
La banca de
desarrollo se ha puesto nuevamente de moda. Es como “los perros de rancho”, los
amarran cuando hay fiesta (auge) y los sueltan cuando hay crisis. Obama
pretende crear un Banco de la Infraestructura; Hollande, el nuevo presidente de
Francia, un Banco Público de Inversiones.
En México
los candidatos la mencionan en lugar prioritario y piden fortalecerla sin
definir cómo: Peña, Josefina y AMLO, quien propone crear la CAP, copia del
Small Business Administration de Estados Unidos, aunque se le olvida que ya
existe Nafinsa. Tienen razón en revivirla, ha demostrado ser un poderosísimo
instrumento para impulsar el crecimiento.
Así se
acredita en la historia de México, en que la banca de desarrollo nos permitió
industrializarnos y crecer al 6% anual. Después, como muchas cosas exitosas, se
abusó de ella, se distorsionó. Se tejió una leyenda negra olvidando sus
aciertos, destacando sus fracasos, algunos propiciados por sus enemigos: se usó
para apoyar empresas emproblemadas, limpiando el déficit del gobierno federal;
financiar a múltiples uniones de crédito; endilgarle malos proyectos del
gobierno: World Trade Center, créditos a Cuba, como ahora Mexicana. Liquidar
Banrural costó 0.5% del PIB y se dejó al campo sin crédito. Ningún rescate a
estas entidades se compara ni remotamente con el de la banca privada
liberalizada que le costó al país 18% del producto interno bruto y su casi
total extranjerización.
¿Qué no es
la banca de desarrollo? La que ahora se ostenta como tal. Ésta es una banca
pasiva, reactiva, la actual Nafinsa que se convirtió en Nacional Factoraje,
derivación de Bancomer, que se ocupa de garantizar y redescontar los créditos a
pymes de la banca comercial, financiando compras gubernamentales o de grandes
empresas privadas. Hay una corriente que piensa que hay que consolidar a todos
los bancos de desarrollo en uno. Tan equivocado, como unir a CFE y a Pemex. Un
personaje dice: “¡La gente se enreda con tantas ventanillas!”, argumento que
daría lugar a que hubiera también “un solo banco comercial”.
¿Qué sí es
la banca de desarrollo? Paradójicamente, algo similar a lo que hace el Banco
Mundial a nivel internacional, que contradictoriamente se ha convertido en su
enemigo después de ser su propagador. Ser como le llaman en China y Corea,
“bancos de política” que ayudan a sus gobiernos a configurar programas
nacionales, regionales y sectoriales importantes. Como en México se hizo: el
Plan Sur-sureste, el Programa Nacional Fronterizo. Además, financian proyectos
detonadores, como Ixtapa y Cancún; apoyan la creación de empresas estratégicas
en acero, cobre, celulosa. Son escuelas de evaluadores de proyectos y elaboran
estudios de base. Deben otorgar créditos en primer y segundo piso, garantías,
redescuentos, capital de riesgo, subsidios focalizados, asistencia técnica.
Para funcionar requiere fondeo propio a tasa de Cetes y una capitalización
periódica del gobierno, como lo hacemos para el Banco Mundial. Sobre todo debe
insertarse en una política nacional de desarrollo.
Así,
Nacional Financiera sería el banco que apoyaría a la política industrial y
tecnológica, y a la expansión del mercado interno, no sólo pymes; Bancomext,
nuestra urgente diversificación comercial, apoyando exportadores y a los que
les compran, otorgando seguros, y a las empresas mexicanas que operan en el
exterior; integrarle la promoción que no funciona separada del crédito;
Banobras, banco de la infraestructura y del federalismo, financiando a nuestras
constructoras para que compitan con los extranjeros; financiar a los estados, a
los municipios, estimulando la planeación urbana; Financiera Rural debe
convertirse en banco eje de un sistema incluyendo Seguros para reactivar al
campo y Bansefi debe ser apoyo y “supervisor” de cientos de cajas de ahorro
riesgosas. Se requiere consolidar muchos fondos clientelares dispersos en el
banco del sector correspondiente.
Así funciona
la banca de desarrollo en los países emergentes más dinámicos: China tiene
varios policy banks; India también. En Brasil otorgan 30% del crédito; BNDS
desde luego en la crisis de 2009 otorgó 30% del crédito a la industria, rescató
el sector automotriz, había creado y apoya a Embraer. Banco Do Brazil, en la
práctica un banco comercial de fomento, financió el auge de la
agroindustria.
Éste, pues,
es un instrumento poderoso si vamos a crecer al 6%. En México es todavía más
importante, dada la prevalencia de bancos extranjeros que no dan suficiente
crédito a las actividades prioritarias. Para un país emergente el crédito
dirigido por cuadros profesionales comprometidos con el desarrollo del país es
fundamental. ¡Fortalecer la banca de desarrollo es más importante que muchas
llamadas reformas estructurales!
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