Jesús Cantú /
Proceso
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- El presidente Felipe Calderón sabe que se configuró el peor
escenario para él: un empate técnico en la disputa por la Presidencia de la
República, en la que la candidata de su partido no participa y, al contrario,
se encuentra rezagada en un tercer lugar. Por ello no pudo contenerse y optó
por entrometerse en el debate de los candidatos presidenciales tratando de
ganar el posdebate y, de esa forma, frenar el ascenso del candidato del
Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador.
López
Obrador le dio pie para su intervención, pues efectivamente se equivocó al
señalar que los 300 mil millones de pesos de ahorro en el gasto corriente de la
Federación serían producto de la reducción a la mitad de los salarios de los
altos funcionarios. En realidad, provendría de todas las partidas del gasto
corriente, que se incrementó de manera desproporcionada en los 11 años de
gobierno panista.
La pifia
del perredista permitió al presidente enviar de inmediato su mensaje por
Twitter: “Si el gobierno despidiera a todos los altos funcionarios, de director
a presidente, ahorraría 2 000 mdp, no 300 000 mdp. ½ sueldo 1 000 m.”. Lo cual
hacía aparecer al candidato presidencial como una persona totalmente fuera de
la realidad.
No
conforme con eso, al día siguiente el presidente envió a su secretario de
Hacienda, José Antonio Meade, a retomar el tema y precisar que el gobierno
destina a salarios 264 mil millones, de los cuales únicamente el 0.7%
corresponde a los altos funcionarios, lo que representa la cifra de mil 848
millones de pesos, cercana a los 2 mil millones que refirió el titular del
Ejecutivo. Para no dejar lugar a dudas de que la embestida era contra AMLO, el
secretario remató: “…un programa económico que descansa en la ficción o en el
engaño ha sido el principal ingrediente de la tragedia griega que hoy estamos
viviendo”.
Ganar la
agenda mediática en el posdebate permitiría a Calderón afectar las preferencias
electorales del dos veces candidato presidencial de la izquierda, pero no le
aseguraba que Josefina Vázquez Mota se metiera a la pelea. Aunque ciertamente
JVM había solicitado precisiones al perredista, no había atinado a
contradecirlo, como no pudo hacerlo ninguno de los otros participantes en el
debate. Así que el martes 12 Calderón tuvo que salir directamente a señalar:
“Esta elección no está decidida (…) Esta elección se va a decidir el 1 de julio
entre tres, bueno, entre cuatro de esos candidatos, por lo menos tres de ellos
muy competitivos. Y creo que va a ser una elección igualmente competitiva,
donde cada voto va a contar. A mi juicio, cualquiera de los candidatos en este
momento, especialmente los punteros, puede ganar”.
El 23 de
febrero, Calderón afirmó ante los consejeros de Banamex que el aspirante
tricolor, Enrique Peña Nieto, aventajaba a la abanderada blanquiazul por
escasos 4 puntos porcentuales; es decir, en ese momento la disputa por la
Presidencia se reducía a dos: Peña Nieto y Josefina; tres meses y medio
después, mantiene su postura de que la contienda no está definida, pero ahora
ya es una carrera con tres participantes principales. Es su intento desesperado
por evitar que AMLO llegue a Los Pinos.
No hay
que revisar las encuestas para saber cómo va la contienda; basta ver la
actuación de los candidatos y de los actores políticos que los rodean o
arropan. El domingo, López Obrador y Peña Nieto salieron a exponer sus puntos
de vista. Incluso, en un sorprendente giro, el perredista se desentendió de sus
opositores, hasta del tricolor, para dedicarse a exponer sus propuestas, lo
cual fue correspondido por el priista, quien tampoco se ocupó de atacarlo.
En
contrapartida, la panista repartió sus ataques entre los otros tres
contendientes, pues hasta Gabriel Quadri alcanzó su parte; y éste, a su vez,
atacó particularmente a AMLO y trató de obligar a sus adversarios a
pronunciarse sobre temas específicos.
De
acuerdo con las encuestas posteriores al debate, éste no provocó mayores
cambios en las preferencias electorales, por lo cual será el posdebate el que
finalmente defina la contienda. A pesar de que hay una creencia generalizada en
que la figura principal del encuentro del domingo fue la abanderada
blanquiazul, su distancia era tan grande, y el impacto de su actuación sobre la
intención de voto tan pequeño, que no alcanza a meterse en la pelea por más que
Calderón trate de introducirla artificialmente.
Puesto
que los cambios registrados no parecen suficientes para desempatar la contienda
entre Peña Nieto y López Obrador, el resultado dependerá de quien logre dominar
la agenda mediática en los siguientes 10 días: Si el tema prevaleciente son los
ahorros que ofrece López Obrador, salvo que haya una respuesta contundente y
precisa de él o de alguien de su equipo, las posibilidades de Peña Nieto
crecerán; si lo que se sostiene son los convenios de Peña Nieto con las
compañías de comunicación, mexicanas o extranjeras, serán las posibilidades de
AMLO las que se incrementarán.
La gran
diferencia entre esta elección y la de hace seis años es que a los opositores
del tabasqueño se les acortó el tiempo para orquestar la campaña en su contra,
pues debido a los bajos porcentajes de preferencia electoral que mostraba hasta
hace unas semanas, nunca imaginaron un escenario como el actual. A pesar de
ello, falta ver la embestida final y, desde luego, la operación del día de la
jornada electoral, donde seguramente proliferarán los intentos de manipulación
de la voluntad popular mediante la compra y coacción de votantes.
Lo cierto
es que el segundo debate no modificó sustancialmente el escenario, y como dice
Calderón: “la elección no está decidida”. Pero la contienda hoy es entre dos,
no entre tres, como él afirma.
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