David Cano Martínez / elEconomista.es
El paso de año no ha supuesto un cambio en los centros de atención vigentes a cierre de 2010. El que más nos ocupa y preocupa -la crisis de deuda soberana de países periféricos de la UME- ha pasado en apenas dos semanas de relajarse a vivir un nuevo máximo histórico en su tensión, para luego volver a mostrar señales de apaciguamiento.
Una montaña rusa que demuestra, una vez más, lo complejo de esta crisis, y que la información que se puede inferir de las cotizaciones de los activos financieros no siempre es la mejor ni la más precisa (los mercados no siempre aciertan, menos aún cuando se enfrentan a entornos novedosos).
El centro de atención ha sido Portugal, pero el contagio hacia España ha vuelto a ser destacado, sumándose de forma más clara que en el pasado Italia, así como Bélgica. Este hecho (en algunas variables también se ha percibido cierto castigo a Francia), junto con la constatación de que China está dispuesta a ayudar (algunos mandatarios del núcleo de la UME podrían estar preguntándose el precio de la ayuda y temiendo por sus verdaderas intenciones) han podido favorecer un abandono de posiciones ambiguas y una aceleración en la puesta en marcha de los mecanismos de rescate (mientras que los periféricos han avanzado en las tareas encomendadas desde Bruselas y Francfort).
Entre las novedades, la apelación a los mercados para captar fondos con los que ayudar a los países necesitados (de momento, sólo Irlanda y Portugal) por parte del European Financial Stabilisation Mechanism (EFSM) y del European Financial Stability Facility (EFSF).
El primero, dotado con 60.000 millones de euros, está disponible para los 27 Estados de la UE y ha comprometido ya 22.500 millones para Irlanda. La misma cantidad aportará el EFSF (véase www.efsf.europa.eu), vehículo sólo aplicable para los países de la UME y que podría experimentar un aumento de su dotación (actualmente de 440.000 millones) precisamente como señal por parte de las autoridades económicas europeas de que están dispuestas a hacer lo necesario para evitar una profundización de la crisis de deuda en la UME (al FMI no se le ha solicitado nada, pero podría estar haciendo el trabajo por libre).
Las próximas semanas van a ser muy activas en términos de primario para la mayoría de Estados (en el primer trimestre de 2010 se concentra casi un 35 por ciento de los 700.000 millones que deben refinanciar las principales economías periféricas), por lo que todo apunta a que la volatilidad en las curvas de deuda va a persistir, filtrándose a los mercados bursátiles, sin que el BCE se muestre, al menos de momento, excesivamente activo con su particular quantitative easing (el SMP).
Y es que nuestra autoridad monetaria parece pensar que los problemas de los PIIGS se deben a una mala gestión nacional, cuya resolución pasa por la disciplina y por el ajuste domésticos, mientras que se apoya en los buenos indicadores de Francia y, especialmente, Alemania (en 2010 habría crecido un espectacular 3,6 por ciento, situándose a apenas a un 1 por ciento de recuperar el máximo histórico), para demostrar que no debe abandonar la ortodoxia que tan buenos resultados da y que, desde luego, seguirá aplicando en caso de que el reciente repunte de la inflación, de momento limitado al efecto base del encarecimiento del petróleo, persista o se filtre a otras partidas del IPC.
Pero la ayuda del BCE, por escasa que sea en términos cuantitativos, es muy útil, ya que permite ganar tiempo hasta que los mecanismos de financiación alternativa se hacen operativos y también evitar una sobrerreacción de los mercados de consecuencias difíciles de anticipar.
A su vez, el EFSF y el EFSM otorgan a los países con dificultades más margen temporal de actuación para realizar los ajustes necesarios.
Cierto que los deudores que tengan problemas de solvencia no sólo necesitan tiempo, pero a los que atraviesan exclusivamente por tensiones de liquidez les es muy útil cualquier tipo de apoyo.
Y aprovecho una vez más un medio de comunicación para reiterar que España no tiene un problema de solvencia. Nuestro Tesoro tiene unos niveles de endeudamiento aceptables a los que puede hacer frente aun en contextos de bajo crecimiento económico.
También quiero recalcar que el elevado endeudamiento de nuestra economía se debe a una doble contabilización del correspondiente al sistema bancario y a las empresas y familias.
Nuestro sistema crediticio está apalancado para financiar la adquisición de inmuebles por parte de las familias que, a pesar de la elevada tasa de paro, están haciendo frente al pago de las hipotecas.
Nuestras empresas recurrieron al endeudamiento en años anteriores para implantar una exitosa diversificación internacional cuyos réditos superan, en mucho, el coste de financiación, lo que garantiza que atenderán a las cuotas.
Y la deuda acumulada por uno de los pocos sectores que pueden atravesar por dificultades (el promotor) es absorbible por los beneficios generados por el sistema financiero español en su conjunto, sin afectar, por tanto, a los fondos propios.
Insistimos: España, pese a estar muy endeudada, no tiene un problema de solvencia, pero sí puede tenerlo de liquidez por la desconfianza que aún generamos ante los inversores internacionales. La contención del gasto público, la implantación de reformas estructurales, una mayor y mejor información y comunicación de la realidad española (estrategia de marketing, podríamos llamarlo), entre otros factores, deben ser suficientes como para evitar la materialización de ese riesgo de liquidez.
David Cano Martínez. Director General de Afinet Global, EAFI.
El paso de año no ha supuesto un cambio en los centros de atención vigentes a cierre de 2010. El que más nos ocupa y preocupa -la crisis de deuda soberana de países periféricos de la UME- ha pasado en apenas dos semanas de relajarse a vivir un nuevo máximo histórico en su tensión, para luego volver a mostrar señales de apaciguamiento.
Una montaña rusa que demuestra, una vez más, lo complejo de esta crisis, y que la información que se puede inferir de las cotizaciones de los activos financieros no siempre es la mejor ni la más precisa (los mercados no siempre aciertan, menos aún cuando se enfrentan a entornos novedosos).
El centro de atención ha sido Portugal, pero el contagio hacia España ha vuelto a ser destacado, sumándose de forma más clara que en el pasado Italia, así como Bélgica. Este hecho (en algunas variables también se ha percibido cierto castigo a Francia), junto con la constatación de que China está dispuesta a ayudar (algunos mandatarios del núcleo de la UME podrían estar preguntándose el precio de la ayuda y temiendo por sus verdaderas intenciones) han podido favorecer un abandono de posiciones ambiguas y una aceleración en la puesta en marcha de los mecanismos de rescate (mientras que los periféricos han avanzado en las tareas encomendadas desde Bruselas y Francfort).
Entre las novedades, la apelación a los mercados para captar fondos con los que ayudar a los países necesitados (de momento, sólo Irlanda y Portugal) por parte del European Financial Stabilisation Mechanism (EFSM) y del European Financial Stability Facility (EFSF).
El primero, dotado con 60.000 millones de euros, está disponible para los 27 Estados de la UE y ha comprometido ya 22.500 millones para Irlanda. La misma cantidad aportará el EFSF (véase www.efsf.europa.eu), vehículo sólo aplicable para los países de la UME y que podría experimentar un aumento de su dotación (actualmente de 440.000 millones) precisamente como señal por parte de las autoridades económicas europeas de que están dispuestas a hacer lo necesario para evitar una profundización de la crisis de deuda en la UME (al FMI no se le ha solicitado nada, pero podría estar haciendo el trabajo por libre).
Las próximas semanas van a ser muy activas en términos de primario para la mayoría de Estados (en el primer trimestre de 2010 se concentra casi un 35 por ciento de los 700.000 millones que deben refinanciar las principales economías periféricas), por lo que todo apunta a que la volatilidad en las curvas de deuda va a persistir, filtrándose a los mercados bursátiles, sin que el BCE se muestre, al menos de momento, excesivamente activo con su particular quantitative easing (el SMP).
Y es que nuestra autoridad monetaria parece pensar que los problemas de los PIIGS se deben a una mala gestión nacional, cuya resolución pasa por la disciplina y por el ajuste domésticos, mientras que se apoya en los buenos indicadores de Francia y, especialmente, Alemania (en 2010 habría crecido un espectacular 3,6 por ciento, situándose a apenas a un 1 por ciento de recuperar el máximo histórico), para demostrar que no debe abandonar la ortodoxia que tan buenos resultados da y que, desde luego, seguirá aplicando en caso de que el reciente repunte de la inflación, de momento limitado al efecto base del encarecimiento del petróleo, persista o se filtre a otras partidas del IPC.
Pero la ayuda del BCE, por escasa que sea en términos cuantitativos, es muy útil, ya que permite ganar tiempo hasta que los mecanismos de financiación alternativa se hacen operativos y también evitar una sobrerreacción de los mercados de consecuencias difíciles de anticipar.
A su vez, el EFSF y el EFSM otorgan a los países con dificultades más margen temporal de actuación para realizar los ajustes necesarios.
Cierto que los deudores que tengan problemas de solvencia no sólo necesitan tiempo, pero a los que atraviesan exclusivamente por tensiones de liquidez les es muy útil cualquier tipo de apoyo.
Y aprovecho una vez más un medio de comunicación para reiterar que España no tiene un problema de solvencia. Nuestro Tesoro tiene unos niveles de endeudamiento aceptables a los que puede hacer frente aun en contextos de bajo crecimiento económico.
También quiero recalcar que el elevado endeudamiento de nuestra economía se debe a una doble contabilización del correspondiente al sistema bancario y a las empresas y familias.
Nuestro sistema crediticio está apalancado para financiar la adquisición de inmuebles por parte de las familias que, a pesar de la elevada tasa de paro, están haciendo frente al pago de las hipotecas.
Nuestras empresas recurrieron al endeudamiento en años anteriores para implantar una exitosa diversificación internacional cuyos réditos superan, en mucho, el coste de financiación, lo que garantiza que atenderán a las cuotas.
Y la deuda acumulada por uno de los pocos sectores que pueden atravesar por dificultades (el promotor) es absorbible por los beneficios generados por el sistema financiero español en su conjunto, sin afectar, por tanto, a los fondos propios.
Insistimos: España, pese a estar muy endeudada, no tiene un problema de solvencia, pero sí puede tenerlo de liquidez por la desconfianza que aún generamos ante los inversores internacionales. La contención del gasto público, la implantación de reformas estructurales, una mayor y mejor información y comunicación de la realidad española (estrategia de marketing, podríamos llamarlo), entre otros factores, deben ser suficientes como para evitar la materialización de ese riesgo de liquidez.
David Cano Martínez. Director General de Afinet Global, EAFI.
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