Francisco Rojas / El Universal
El discurso oficial se aferra a versiones optimistas de la vida nacional, creadas y quizá creídas por el gobierno, aunque estén en abierta contradicción con la realidad que vive y padece la mayoría de las personas. Discursos, declaraciones y anuncios publicitarios insisten en que el empleo formal crece con celeridad, la inflación está controlada y hasta la violencia “tiende” a disminuir.
Cuando los mensajes oficiales no corresponden a la verdad y chocan con la diaria experiencia de las personas y familias, se deterioran la credibilidad de las autoridades y la gobernabilidad. En la sociedad, las tribulaciones reales afectan las relaciones familiares y la convivencia armónica de las poblaciones.
Esto es lo que está sucediendo en México. Con un manejo sesgado y parcial de cifras, el gobierno quiere refutar a las amas de casa que se quejan de que no les alcanza el gasto, a millones de personas que no encuentran un trabajo mínimamente digno y a la mayoría que vive en la zozobra.
Dice el Ejecutivo que el 31 de diciembre pasado había poco más de 14.6 millones de trabajadores registrados en el IMSS, y eso es verdad. Lo que no es válido es su deducción de que el gobierno está cumpliendo su papel satisfactoriamente por la creación de 730 mil empleos formales en un año (5.6%)
Es engañoso comparar la cifra de 2010 con la de 2009, porque en este año la recesión derrumbó todos los indicadores, y cualquier avance, por mínimo que sea, parece positivo, ya que proviene de cifras ínfimas. Lo objetivo es comparar diciembre de 2010 con octubre de 2008 cuando se iniciaba la crisis. Y esta comparación muestra que en ese lapso se crearon ¡135 mil empleos formales!, lo que representa un aumento inferior a un punto porcentual: 0.94%.
Además, de los empleos registrados en diciembre, sólo mil 127 eran permanentes: un crecimiento de la centésima parte de 1% respecto al inicio de la crisis. Lo que sí creció en 8.16% fueron los empleos eventuales, al grado de que se creó apenas un empleo permanente por cada 120 eventuales.
Entre 2000 y 2010, 8.4 millones de jóvenes se sumaron a la población demandante de empleo, pero sólo se crearon 2.8 millones de empleos formales, como se dijo, casi todos eventuales. No hay trabajo formal para 5.6 millones de jóvenes.
En materia salarial, durante el lapso comprendido entre octubre de 2008 y diciembre de 2010 disminuyó el número de trabajadores que ganaban más de cinco salarios mínimos; en cambio, el número de los que ganan menos de tres salarios mínimos aumentó considerablemente, lo que explica el deterioro en la calidad del ingreso.
Entre 2000 y 2010, el salario mínimo aumentó en 57.8%, pero los precios de la canasta básica crecieron en 76.1%, por lo que el poder de compra de los trabajadores cayó en 18.9%.
En el otro lado de la pinza, los precios de los alimentos básicos van al alza, en parte, por los fuertes aumentos en los precios internacionales de los granos y en parte por las malas cosechas que se prevén debido a los devastadores huracanes que afectaron vastas zonas de Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Puebla entre agosto y octubre de 2010.
De nada le sirve al ama de casa que las cifras macroeconómicas estén en equilibrio, que las reservas internacionales sea voluminosas y que recibamos palmaditas en la espalda de los mandarines financieros, si su nivel de vida se deteriora crecientemente.
El otro tema en que el optimismo del gobierno contrasta con la realidad es el de la violencia que, según el vocero presidencial, tiende a disminuir pese a que él mismo informa que ha costado más de 34 mil muertos, y que sólo en la primera quincena de enero se perdieron más de 600 vidas humanas sin explicaciones claras ni averiguaciones previas suficientes. No obstante los altos costos y el pretencioso manejo estadístico, no se observan resultados; el gobierno no admite críticas y aplica más de lo mismo, amparado en un manejo sofista de causas y efectos.
México tiene muchos problemas y el Estado debe convocar a la sociedad y a las fuerzas productivas para encararlos. Son problemas que no se resuelven distorsionando la realidad, sino con acciones claras, rumbo definido y compromiso del poder público con la sociedad y la nación. Ya nos hemos convertido en un país de desalentados; no hagamos realidad el transformarnos en uno de cínicos. México no se lo merece.
El discurso oficial se aferra a versiones optimistas de la vida nacional, creadas y quizá creídas por el gobierno, aunque estén en abierta contradicción con la realidad que vive y padece la mayoría de las personas. Discursos, declaraciones y anuncios publicitarios insisten en que el empleo formal crece con celeridad, la inflación está controlada y hasta la violencia “tiende” a disminuir.
Cuando los mensajes oficiales no corresponden a la verdad y chocan con la diaria experiencia de las personas y familias, se deterioran la credibilidad de las autoridades y la gobernabilidad. En la sociedad, las tribulaciones reales afectan las relaciones familiares y la convivencia armónica de las poblaciones.
Esto es lo que está sucediendo en México. Con un manejo sesgado y parcial de cifras, el gobierno quiere refutar a las amas de casa que se quejan de que no les alcanza el gasto, a millones de personas que no encuentran un trabajo mínimamente digno y a la mayoría que vive en la zozobra.
Dice el Ejecutivo que el 31 de diciembre pasado había poco más de 14.6 millones de trabajadores registrados en el IMSS, y eso es verdad. Lo que no es válido es su deducción de que el gobierno está cumpliendo su papel satisfactoriamente por la creación de 730 mil empleos formales en un año (5.6%)
Es engañoso comparar la cifra de 2010 con la de 2009, porque en este año la recesión derrumbó todos los indicadores, y cualquier avance, por mínimo que sea, parece positivo, ya que proviene de cifras ínfimas. Lo objetivo es comparar diciembre de 2010 con octubre de 2008 cuando se iniciaba la crisis. Y esta comparación muestra que en ese lapso se crearon ¡135 mil empleos formales!, lo que representa un aumento inferior a un punto porcentual: 0.94%.
Además, de los empleos registrados en diciembre, sólo mil 127 eran permanentes: un crecimiento de la centésima parte de 1% respecto al inicio de la crisis. Lo que sí creció en 8.16% fueron los empleos eventuales, al grado de que se creó apenas un empleo permanente por cada 120 eventuales.
Entre 2000 y 2010, 8.4 millones de jóvenes se sumaron a la población demandante de empleo, pero sólo se crearon 2.8 millones de empleos formales, como se dijo, casi todos eventuales. No hay trabajo formal para 5.6 millones de jóvenes.
En materia salarial, durante el lapso comprendido entre octubre de 2008 y diciembre de 2010 disminuyó el número de trabajadores que ganaban más de cinco salarios mínimos; en cambio, el número de los que ganan menos de tres salarios mínimos aumentó considerablemente, lo que explica el deterioro en la calidad del ingreso.
Entre 2000 y 2010, el salario mínimo aumentó en 57.8%, pero los precios de la canasta básica crecieron en 76.1%, por lo que el poder de compra de los trabajadores cayó en 18.9%.
En el otro lado de la pinza, los precios de los alimentos básicos van al alza, en parte, por los fuertes aumentos en los precios internacionales de los granos y en parte por las malas cosechas que se prevén debido a los devastadores huracanes que afectaron vastas zonas de Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Puebla entre agosto y octubre de 2010.
De nada le sirve al ama de casa que las cifras macroeconómicas estén en equilibrio, que las reservas internacionales sea voluminosas y que recibamos palmaditas en la espalda de los mandarines financieros, si su nivel de vida se deteriora crecientemente.
El otro tema en que el optimismo del gobierno contrasta con la realidad es el de la violencia que, según el vocero presidencial, tiende a disminuir pese a que él mismo informa que ha costado más de 34 mil muertos, y que sólo en la primera quincena de enero se perdieron más de 600 vidas humanas sin explicaciones claras ni averiguaciones previas suficientes. No obstante los altos costos y el pretencioso manejo estadístico, no se observan resultados; el gobierno no admite críticas y aplica más de lo mismo, amparado en un manejo sofista de causas y efectos.
México tiene muchos problemas y el Estado debe convocar a la sociedad y a las fuerzas productivas para encararlos. Son problemas que no se resuelven distorsionando la realidad, sino con acciones claras, rumbo definido y compromiso del poder público con la sociedad y la nación. Ya nos hemos convertido en un país de desalentados; no hagamos realidad el transformarnos en uno de cínicos. México no se lo merece.
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