Expertos: el país carece de políticas que impulsen la competitividad
Rubén Migueles Tenorio | El Universal
La importación de alimentos para cubrir la demanda en México pasó de 10% en los 80 a una tasa de entre 30% y 40% actualmente, de los cuales 73% provienen de Estados Unidos, de acuerdo con datos del Departamento de Agricultura de dicha nación (USDA).
Esta elevada concentración de las importaciones hace a México cada vez más vulnerable a los vaivenes de los precios internacionales, en particular a lo que se refiere a bienes básicos tan importantes como el maíz, por lo que especialistas coinciden en la necesidad de una política de Estado dirigida a fortalecer la producción y competitividad agropecuaria nacional y a diversificar el origen de nuestras compras de alimentos en el exterior.
El volumen de las ventas estadounidenses a México de granos duros (maíz, sorgo, cebada, centeno y avena), podría aumentar 60.6% para ubicarse en 16.7 millones de toneladas hacia 2020, de acuerdo con USDA.
En términos generales, la política comercial agropecuaria que ha seguido México en los últimos 20 años es correcta, pero no está complementada con una política de desarrollo productivo de largo plazo, que resuelva los problemas estructurales del sector y eleve la competitividad en el campo mexicano, advierte Luis Gómez Oliver, especialista del sector alimentario y consultor de la FAO.
El seguir apostando a las importaciones sin mejorar la competitividad de la producción nacional de alimentos hace a México más vulnerable a los cambios de precios mundiales y eso se reflejará en los precios de la canasta básica. Cambios a nivel mundial como la declaratoria de los biocombustibles de EU, el cierre de exportaciones de granos de China e India, así como el cierre de exportaciones por parte de la Comunidad Europea, nos estará pegando, afirma el investigador de El Colegio de México, Hugo García.
Seguridad vs. soberanía
Con la apertura comercial en la década de los 80 y la firma del TLCAN en los 90, México modificó su concepto de soberanía alimentaria, (es decir, producir lo necesario para cubrir la mayor parte del consumo nacional), por el de seguridad alimentaria, basado en el principio de ventajas comparativas.
En teoría, bajo este modelo México encontraría en el mercado mundial precios más baratos de los granos que necesita para cubrir su demanda de alimentos, cosa que no ha pasado; el país ha estado bajo el riesgo de las fluctuaciones de los mercados internacionales, como sucedió en 2007-2008.
Por lo menos en maíz es urgente que se apueste a la soberanía alimentaria, advierte García Raño. Hay que dejar de pensar que el mundo nos va a surtir de granos y eso debe de ser una política, así como tienen las políticas de control de precios estratégicos, así debería de ser la política de manejo de cupos, manejo de un inventario nacional a través de almacenes del gobierno y tener una política de precios internos, de estímulos a los productores de maíz que permitan regresar a la soberanía alimentaria, comenta el especialista del Colmex.
Políticas complementarias
Estamos entrando en un proceso donde la dependencia de las importaciones de maíz aumenta; hoy es de 35% y va a llegar a 50% en 2025, pero esto es en un entorno donde el precio del maíz va a ir al alza por los usos que tiene, de tal manera que siendo el maíz un alimento básico para la población, México debería protegerlo, recomienda Antonio Turrent, investigador del Instituto Nacional de Investigación Forestal, Agrícola y Pecuaria.
“Fue un error abandonar la producción suficiente para cubrir la demanda de granos tan importantes como el maíz. Gobiernos como Japón, China o la India nunca permitirían perder la soberanía en la producción de arroz, o los estadounidenses y europeos la soberanía en trigo, que para ellos es lo importante”, comenta Turrent.
Para Gómez Oliver, es sano que las importaciones complementen la demanda nacional, pero no puede ser una política única, tendría que estar asociada a políticas que favorezcan el desarrollo y competitividad del sector, principalmente de los pequeños productores rurales que no cuentan con los apoyos para ser productivos.
Una importación sana de alimentos depende de diversificar el origen de nuestras compras y reducir la dependencia del exterior en granos tan importantes como el maíz, comenta el consultor de la FAO.
Cambiar el porcentaje de importación dependería de incrementar la competitividad interna.
En lugar de decir que vamos a controlar el mercado externo, vamos a hacer más competitiva nuestra producción, sugiere el experto.
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