Joaquín Trigo Portela / ElEconomista.es
Las decisiones deben tomarse en frío, con tiempo y capacidad de evaluar las implicaciones, los costes y las opciones en presencia.
Parece que el sino de España empuja a lo contrario y, así, decidimos crear autonomías pordoquier cuando sólo unas pocas comunidades las reclamaban, mantenemos todos los niveles administrativos preexistentes y, creamos otros nuevos, al punto que en algunos lugares un ciudadano tiene hasta siete niveles superpuestos.
Las prisas llevan a errores que exigen rectificación y desacreditan a los reguladores. El debate sobre la modificación de las edades de retiro, aunque apunta a situaciones futuras, se realiza con urgencia bajo pretexto de dar una imagen externa de rigor y anticipación cuando, precisamente, se requiere serenidad.
Las fábricas de motocicletas en España no se deslocalizan yendo al Magreb o a Vietnam, sino hacia Italia y Francia, que son países con niveles de renta ?y costes de producción? superiores a los de España, y eso parece no chocarle a nadie a pesar de que es un hecho consumado que evidencia nuestra pérdida de competitividad.
Mover a las personas es más complicado, especialmente cuando no tienen la preparación ni el hábito de cambiar de residencia y actividad. El tránsito de una posición activa a una pasiva también genera dificultades, aún cuando se puede anticipar y preparar con tiempo.
El cambio en las expectativas puede desorientar y generar tensiones, por lo que es aconsejable que las modificaciones se preparen, se justifiquen y se adecúen a la situación presente y la venidera.
El aumento en la esperanza de vida es incontestable, como también lo es el hecho de que la mayor parte de los empleos están en servicios y actividades que, en general, vienen siendo menos accidentadas y con clara mejora en la prevención de riesgos laborales.
La capacidad de trabajar se alarga, pero la satisfacción por la tarea bien hecha, la voluntad de aportar y aprender o la capacidad de ganar diaria y directamente el sustento propio y de la familia no crecen en la misma proporción.
Así, la experiencia de tener veteranía en tal o cual actividad y la satisfacción de aportar y poner al día esos conocimientos parece una característica rara. Al tiempo, la proporción de personas que ahorran poco o nada para prevenir contingencias futuras o legar algo a la familia es pequeña.
Esa doble combinación, junto con la convicción de la capacidad del país para generar cotizaciones y de la administración correspondiente para repartirlas lleva a creer que el futuro está controlado, cuando éste, en realidad, está sujeto a azares e incertidumbres que no pueden descartarse dificultades sobrevenidas como la crisis actual.
Hoy es compatible trabajar algo más, tener un retiro más dilatado y mejor pagado. Algo así evidencia sensibilidad para con las próximas generaciones, a las que no se traspasan cargas. Para apreciar debidamente el coste actual de las aportaciones conviene que cada uno conozca su aportación al fondo común, lo que ignora la mayor parte de la población que percibe un sueldo porque la hoja de salarios no recoge la parte de aportación a la seguridad social a cargo de la empresa.
Con datos de 2009, para una persona con sueldo anual bruto de 28.000 euros el coste para la empresa sería de 49.740, de los que el 23,6 por ciento, esto es 11.740.3 euros, serían aportaciones de la empresa a coberturas sociales y de éstas 8.966,7 euros irían a la Seguridad Social mientras que el resto va a desempleo, Fogasa, accidentes de trabajo y formación profesional.
En la hoja del trabajador, las deducciones adicionales son 2.412,6 euros de las que van al régimen general de Seguridad Social 1.785,7 euros, para desempleo 588,9 euros, y para formación profesional 38 euros.
Los contribuyentes informados podrían preguntar qué se hace con sus impuestos, presionar a la reducción de algún gasto, suavizar la carga de algún concepto y reforzar otros. Ni lo saben ni se lo explican y así, en estos casos, puede ser que el que haga más ruido se salga con la suya sin que el ciudadano de a pie haga nada, simplemente porque no puede hablar de lo que desconoce.
Joaquín Trigo Portela. Director Ejecutivo. Fomento del Trabajo Nacional.
Las decisiones deben tomarse en frío, con tiempo y capacidad de evaluar las implicaciones, los costes y las opciones en presencia.
Parece que el sino de España empuja a lo contrario y, así, decidimos crear autonomías pordoquier cuando sólo unas pocas comunidades las reclamaban, mantenemos todos los niveles administrativos preexistentes y, creamos otros nuevos, al punto que en algunos lugares un ciudadano tiene hasta siete niveles superpuestos.
Las prisas llevan a errores que exigen rectificación y desacreditan a los reguladores. El debate sobre la modificación de las edades de retiro, aunque apunta a situaciones futuras, se realiza con urgencia bajo pretexto de dar una imagen externa de rigor y anticipación cuando, precisamente, se requiere serenidad.
Las fábricas de motocicletas en España no se deslocalizan yendo al Magreb o a Vietnam, sino hacia Italia y Francia, que son países con niveles de renta ?y costes de producción? superiores a los de España, y eso parece no chocarle a nadie a pesar de que es un hecho consumado que evidencia nuestra pérdida de competitividad.
Mover a las personas es más complicado, especialmente cuando no tienen la preparación ni el hábito de cambiar de residencia y actividad. El tránsito de una posición activa a una pasiva también genera dificultades, aún cuando se puede anticipar y preparar con tiempo.
El cambio en las expectativas puede desorientar y generar tensiones, por lo que es aconsejable que las modificaciones se preparen, se justifiquen y se adecúen a la situación presente y la venidera.
El aumento en la esperanza de vida es incontestable, como también lo es el hecho de que la mayor parte de los empleos están en servicios y actividades que, en general, vienen siendo menos accidentadas y con clara mejora en la prevención de riesgos laborales.
La capacidad de trabajar se alarga, pero la satisfacción por la tarea bien hecha, la voluntad de aportar y aprender o la capacidad de ganar diaria y directamente el sustento propio y de la familia no crecen en la misma proporción.
Así, la experiencia de tener veteranía en tal o cual actividad y la satisfacción de aportar y poner al día esos conocimientos parece una característica rara. Al tiempo, la proporción de personas que ahorran poco o nada para prevenir contingencias futuras o legar algo a la familia es pequeña.
Esa doble combinación, junto con la convicción de la capacidad del país para generar cotizaciones y de la administración correspondiente para repartirlas lleva a creer que el futuro está controlado, cuando éste, en realidad, está sujeto a azares e incertidumbres que no pueden descartarse dificultades sobrevenidas como la crisis actual.
Hoy es compatible trabajar algo más, tener un retiro más dilatado y mejor pagado. Algo así evidencia sensibilidad para con las próximas generaciones, a las que no se traspasan cargas. Para apreciar debidamente el coste actual de las aportaciones conviene que cada uno conozca su aportación al fondo común, lo que ignora la mayor parte de la población que percibe un sueldo porque la hoja de salarios no recoge la parte de aportación a la seguridad social a cargo de la empresa.
Con datos de 2009, para una persona con sueldo anual bruto de 28.000 euros el coste para la empresa sería de 49.740, de los que el 23,6 por ciento, esto es 11.740.3 euros, serían aportaciones de la empresa a coberturas sociales y de éstas 8.966,7 euros irían a la Seguridad Social mientras que el resto va a desempleo, Fogasa, accidentes de trabajo y formación profesional.
En la hoja del trabajador, las deducciones adicionales son 2.412,6 euros de las que van al régimen general de Seguridad Social 1.785,7 euros, para desempleo 588,9 euros, y para formación profesional 38 euros.
Los contribuyentes informados podrían preguntar qué se hace con sus impuestos, presionar a la reducción de algún gasto, suavizar la carga de algún concepto y reforzar otros. Ni lo saben ni se lo explican y así, en estos casos, puede ser que el que haga más ruido se salga con la suya sin que el ciudadano de a pie haga nada, simplemente porque no puede hablar de lo que desconoce.
Joaquín Trigo Portela. Director Ejecutivo. Fomento del Trabajo Nacional.
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