Los bancos centrales latinoamericanos deben adoptar medidas para evitar el recalentamiento de las economías sin reforzar sus divisas
ALICIA GONZÁLEZ / EL PAÍS
"¿Has intentado alguna vez matar dos pájaros de un tiro? Si es así, seguro que sabes que eso es algo que solo sucede de pura casualidad". Guillermo Mondino, de Barclays Capital, arranca así su análisis sobre los retos que afrontan los bancos centrales de buena parte de Latinoamérica ante la actual coyuntura. "Sobrecarga de trabajo", sentencia el Banco Mundial en su último informe de perspectivas económicas. "La trinidad imposible", apunta el profesor Edwin Dolan, de la Escuela de Económicas de Estocolmo en Riga (Letonia). Cuando menos, las dificultades que afrontan las autoridades económicas de la región se han convertido en el elefante en la habitación, el tema del que todo el mundo inevitablemente habla.
La combinación de tipos de interés extremadamente bajos en EE UU de forma prolongada, junto a medidas de relajación cuantitativa y de estímulo económico y elevados precios de las materias primas han creado un entorno de presiones inflacionistas, fuerte aumento de flujos de inversión y apreciación de las divisas en Latinoamérica que ha aumentado las tareas que deben resolver los bancos centrales con una limitada batería de medidas.
No es la primera vez que las autoridades regionales se encuentran en una situación similar. Ya en 1971 y en 2003 la región tuvo que lidiar con retos similares con la diferencia de que "nunca como antes los datos y los equilibrios macroeconómicos habían estado tan balanceados como ahora", precisa Ricardo Martínez Rico, presidente del despacho Equipo Económico, especializado en proyectos en Latinoamérica.
Y eso que a la región la crisis le ha sentado bastante bien. Según el Banco Mundial, "se han hecho significativas mejoras en la calidad y la credibilidad de la política monetaria, una mejor gestión de la política fiscal y de la deuda, un balance más saneado, una diversificación comercial hacia los países de Asia emergente y mejores sistemas de regulación financiera". Todo ello ayudado, además, por un fuerte componente cíclico, como un repunte de la demanda externa, especialmente de China, una recuperación de los flujos de capital, la subida de los precios de las materias primas, la vuelta del ciclo inversor y un importante auge de la demanda doméstica, gracias a los estímulos fiscales y monetarios.
Una conjunción de elementos que está resultando tanto una bendición como un castigo. El flujo neto de capitales privados alcanzaron el año pasado los 203.000 millones de dólares, una cifra que queda un 7% por debajo del récord alcanzado en 2007, pero que supera en un 38% los niveles de 2009 [ver gráfico adjunto]. Eso ha propiciado financiación barata a las economías y, con ello, la recuperación de la demanda doméstica. "Pero de forma creciente estos flujos [de capital] hacen temer un recalentamiento de la economía y provocan dudas sobre la competitividad externa", advierte el organismo internacional.
Argumentos no faltan. Los salarios en Brasil están creciendo a ritmos de dos dígitos, con la tasa oficial de inflación en el 5,91%, la mayor desde 2004. En Colombia, el Gobierno ha aumentado el salario mínimo más de lo previsto (un 4% en lugar del 3,4% previsto) por el inesperado incremento de la inflación. En México, la subida del precio de los alimentos ha llevado el índice de precios hasta el 4,4%.
Las subidas de los tipos de interés para intentar frenar la escalada no se han hecho esperar. La última esta misma semana por el banco central de Brasil, que ha estrenado el mandato de la nueva presidenta, Dilma Rousseff, con un aumento del precio del dinero de medio punto hasta el 11,25%. "Una pregunta que persiste en el mercado es la de si mayores tasas de interés en algunos países no podrían exacerbar los flujos de inversión hacia ellos, restando eficacia a las medidas de intervención cambiaria", advierte el BBVA en su último Observatorio Semanal sobre la región.
Porque, en una zona eminentemente exportadora, las consecuencias de un dólar débil se hacen notar con fuerza. De ahí que Brasil haya impulsado la compra de dólares a través del fondo soberano y haya aumentado el encaje sobre las posiciones a corto plazo en dólares o que el Banco central de Chile haya iniciado un programa de compra de divisas por valor de 12.000 millones en 2011. "Los controles de capitales, si los hay, deberían ser temporales. Es más importante hacer políticas de oferta, con un mayor control del gasto público y aprovechar la financiación disponible para impulsar la inversión en infraestructuras, a través de la cooperación público-privada", receta Martínez Rico.
Eduardo Levy-Yeyati, profesor de la Universidad de Barcelona, asegura en uno de sus últimos trabajos que los controles de capitales sí que resultan efectivos, pero deberían ir acompañados de una batería de medidas macroprudenciales. En contra de lo que era su política tradicional, el Fondo Monetario Internacional (FMI) también ha respaldado en los últimos tiempos la imposición de esos controles bajo circunstancias concretas y de forma temporal.
Para el profesor Ed Dolan, en unas circunstancias como las actuales los bancos centrales pueden optar por una combinación de dos de estos tres elementos: política monetaria independiente, un tipo de cambio fijo o libertad de movimiento de capitales. "Ninguna de esas combinaciones carece de daños para un país que afronta problemas derivados de los mercados financieros globales", apunta, y a continuación subraya, "pero que sea imposible no significa que cada país no tenga que intentarlo a su manera".
ALICIA GONZÁLEZ / EL PAÍS
"¿Has intentado alguna vez matar dos pájaros de un tiro? Si es así, seguro que sabes que eso es algo que solo sucede de pura casualidad". Guillermo Mondino, de Barclays Capital, arranca así su análisis sobre los retos que afrontan los bancos centrales de buena parte de Latinoamérica ante la actual coyuntura. "Sobrecarga de trabajo", sentencia el Banco Mundial en su último informe de perspectivas económicas. "La trinidad imposible", apunta el profesor Edwin Dolan, de la Escuela de Económicas de Estocolmo en Riga (Letonia). Cuando menos, las dificultades que afrontan las autoridades económicas de la región se han convertido en el elefante en la habitación, el tema del que todo el mundo inevitablemente habla.
La combinación de tipos de interés extremadamente bajos en EE UU de forma prolongada, junto a medidas de relajación cuantitativa y de estímulo económico y elevados precios de las materias primas han creado un entorno de presiones inflacionistas, fuerte aumento de flujos de inversión y apreciación de las divisas en Latinoamérica que ha aumentado las tareas que deben resolver los bancos centrales con una limitada batería de medidas.
No es la primera vez que las autoridades regionales se encuentran en una situación similar. Ya en 1971 y en 2003 la región tuvo que lidiar con retos similares con la diferencia de que "nunca como antes los datos y los equilibrios macroeconómicos habían estado tan balanceados como ahora", precisa Ricardo Martínez Rico, presidente del despacho Equipo Económico, especializado en proyectos en Latinoamérica.
Y eso que a la región la crisis le ha sentado bastante bien. Según el Banco Mundial, "se han hecho significativas mejoras en la calidad y la credibilidad de la política monetaria, una mejor gestión de la política fiscal y de la deuda, un balance más saneado, una diversificación comercial hacia los países de Asia emergente y mejores sistemas de regulación financiera". Todo ello ayudado, además, por un fuerte componente cíclico, como un repunte de la demanda externa, especialmente de China, una recuperación de los flujos de capital, la subida de los precios de las materias primas, la vuelta del ciclo inversor y un importante auge de la demanda doméstica, gracias a los estímulos fiscales y monetarios.
Una conjunción de elementos que está resultando tanto una bendición como un castigo. El flujo neto de capitales privados alcanzaron el año pasado los 203.000 millones de dólares, una cifra que queda un 7% por debajo del récord alcanzado en 2007, pero que supera en un 38% los niveles de 2009 [ver gráfico adjunto]. Eso ha propiciado financiación barata a las economías y, con ello, la recuperación de la demanda doméstica. "Pero de forma creciente estos flujos [de capital] hacen temer un recalentamiento de la economía y provocan dudas sobre la competitividad externa", advierte el organismo internacional.
Argumentos no faltan. Los salarios en Brasil están creciendo a ritmos de dos dígitos, con la tasa oficial de inflación en el 5,91%, la mayor desde 2004. En Colombia, el Gobierno ha aumentado el salario mínimo más de lo previsto (un 4% en lugar del 3,4% previsto) por el inesperado incremento de la inflación. En México, la subida del precio de los alimentos ha llevado el índice de precios hasta el 4,4%.
Las subidas de los tipos de interés para intentar frenar la escalada no se han hecho esperar. La última esta misma semana por el banco central de Brasil, que ha estrenado el mandato de la nueva presidenta, Dilma Rousseff, con un aumento del precio del dinero de medio punto hasta el 11,25%. "Una pregunta que persiste en el mercado es la de si mayores tasas de interés en algunos países no podrían exacerbar los flujos de inversión hacia ellos, restando eficacia a las medidas de intervención cambiaria", advierte el BBVA en su último Observatorio Semanal sobre la región.
Porque, en una zona eminentemente exportadora, las consecuencias de un dólar débil se hacen notar con fuerza. De ahí que Brasil haya impulsado la compra de dólares a través del fondo soberano y haya aumentado el encaje sobre las posiciones a corto plazo en dólares o que el Banco central de Chile haya iniciado un programa de compra de divisas por valor de 12.000 millones en 2011. "Los controles de capitales, si los hay, deberían ser temporales. Es más importante hacer políticas de oferta, con un mayor control del gasto público y aprovechar la financiación disponible para impulsar la inversión en infraestructuras, a través de la cooperación público-privada", receta Martínez Rico.
Eduardo Levy-Yeyati, profesor de la Universidad de Barcelona, asegura en uno de sus últimos trabajos que los controles de capitales sí que resultan efectivos, pero deberían ir acompañados de una batería de medidas macroprudenciales. En contra de lo que era su política tradicional, el Fondo Monetario Internacional (FMI) también ha respaldado en los últimos tiempos la imposición de esos controles bajo circunstancias concretas y de forma temporal.
Para el profesor Ed Dolan, en unas circunstancias como las actuales los bancos centrales pueden optar por una combinación de dos de estos tres elementos: política monetaria independiente, un tipo de cambio fijo o libertad de movimiento de capitales. "Ninguna de esas combinaciones carece de daños para un país que afronta problemas derivados de los mercados financieros globales", apunta, y a continuación subraya, "pero que sea imposible no significa que cada país no tenga que intentarlo a su manera".
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