Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme / La Jornada
La revolución del jazmín del paradigma tunecino expande su aroma juvenil en los cuatro rincones del mundo árabe de 25 países y territorios con 360 millones de habitantes (ver Bajo la Lupa, 16, 19 y 26/1/11).
La revolución del jazmín, una revolución genuinamente juvenil de supervivencia, ha conjugado dos hambrunas (la material y la espiritual) y ha inspirado a los desempleados universitarios famélicos de Jordania, Yemen y Egipto (by the time being): interconectados por las redes sociales y la espléndida cobertura de la televisión qatarí Al Jazeera.
La revuelta (intifada) en Egipto estaba escrita en el muro y solamente faltaba el detonador del paradigma tunecino.
La satrapía de Mubarak ostenta(ba) la peor mezcla de dos infiernos: autocrática en lo político y neoliberal en lo económico. Curiosamente, desde la instalación de la república hace 59 años, que derrocó a la monarquía sostenida por Gran Bretaña (GB), sus únicos cuatro presidentes, todos militares, no han acabado bien (Neguib, Nasser, Sadat y Mubarak).
Antes de su explosión ya existían señales ominosas que no fueron tomadas en cuenta por el ancien régime de Hosni Mubarak –con una satrapía de 36 años (si se agregan sus seis años anteriores como vicepresidente del asesinado Sadat)– en el poder omnímodo de un monopartido, el oficial Partido Nacional (sic) Democrático (sic), cuya sede ha sido incendiada como adelanto del porvenir.
Más allá de su alianza con el hipermilitarismo de EU y GB, además de su apoyo a Israel en su infanticidio de palestinos de Gaza, existieron tres señales fatídicas: 1. protestas de los obreros del delta del Nilo por las alzas de los alimentos en 2008 que condujeron a la creación libertaria del internauta Movimiento del 6 de abril, sin ninguna afiliación política y aliado al grupo de miserables (literal) Kafaya (¡Ya basta!); 2. descarado fraude totalitario en las recientes "elecciones" legislativas, y 3. matanzas, sumadas de su asfixia cultural y política, de los coptos cristianos (10 por ciento de la población).
Si se tardaron los jóvenes egipcios en rebelarse legítimamente, a fortiori, Obama –ya no se diga sus variados antecesores– se demoró mucho más en percatarse de que uno de los óptimos aliados intemporales de EU en la región, el octogenario Mubarak, es uno de los peores déspotas del planeta, quien deseaba colocar de sucesor a su hijo, el banquero Gamal, anterior ejecutivo de Bank of America en Londres, quien se benefició con la ola privatizadora neoliberal.
Egipto se encuentra ante un clásico "fin de antiguo régimen". Las horas de Mubarak están contadas y cantadas, pero, a diferencia de la defenestración del autócrata tunecino Bin Alí Babá, su caída tendrá consecuencias trascendentales en la geopolítica medio oriental que pone en tela de juicio, si no en la picota, al eje EU-GB-Israel-Egipto.
Su trascendencia geopolítica –el más poderoso ejército árabe y décimo lugar militar mundial– radica tanto en representar el puente entre África y Asia como en su posesión del superestratégico canal de Suez, que conecta el mar Mediterráneo al mar Rojo y al océano Índico, donde transita un sustancial porcentaje del petróleo regional.
Egipto, país vibrante y asiento de varias civilizaciones miríficas superpuestas, representa el corazón y la mayor población del mundo-árabe (23 por ciento del total), en su aplastante mayoría juvenil: 60 por ciento menor a 30 años de edad.
La juvenil revolución del jazmín y sus aromas irredentistas epitomiza también una genuina "revolución demográfica" en el mundo árabe, en particular, y en el islámico, en general.
En Egipto, 4.3 por ciento de la población tiene más de 65 años, segmento demográfico al que pertenece Mubarak, con 82 años.
Su recién nombrado vicepresidente (cargo vacante desde que Mubarak accedió a la presidencia hace 30 años), teniente general Omar Suleiman –superespía responsable de los torturadores Mukhabarat (servicios secretos)– tiene casi 75 años, también con patología física (amén de la siquiátrica, consustancial de los verdugos).
El recién nombrado primer ministro, mariscal de aviación Ahmed Shafik, tiene 69 años.
El jefe del ejército (ministro de Defensa en el despedido gobierno de Ahmed Nazif, tecnócrata millonario y de familia monarquista), mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi Soliman, tiene 75 años.
Se trata de una autocracia de bisabuelos (dicho respetuosamente) que reprime y suprime a sus bisnietos con una brecha de tres generaciones: ¡gerontocracia infanticida!
Casi 60 por ciento de los egipcios, de 30 años de edad para abajo, aún no nacía cuando Mubarak accedió, primero a la vicepresidencia y, luego a la presidencia, de lo que se desprende su desconexión mental con la realidad ambiental humana, lo cual le permitió durante dos eternas generaciones la tríada de EU-GB-Israel por conveniencia geopolítica y globalista financierista.
Estoy en total desacuerdo con la tesis muy occidentaloide de que el mundo árabe vive su "momento Berlín". ¡Para nada! Su momento es singularmente tunecino.
La caída del muro de Berlín y su ola libertaria en las antiguas repúblicas soviéticas beneficiaron más que a nadie a EU y a GB. Hoy el caso es al revés: EU y GB pueden sufrir una severa derrota estratégica en Medio Oriente.
Un editorial del británico The Guardian (29/1/11) –que no oculta su preferencia por un gobierno de transición del muy respetado (más que popular) Mohamed El Baradei, premio Nobel de la Paz y anterior director de la AIEA– aduce que "la revolución (sic) amenaza no sólo al régimen de Mubarak sino, también la estrategia que EU y GB han construido en Medio Oriente".
Simon Tisdall (The Guardian, 28/1/11) sustenta que "la Casa Blanca se tambalea en la cuerda floja egipcia", ya que a EU lo que menos le importa es el advenimiento de un gobierno "democrático", sino uno "amigo": más allá de la teoría, "en la práctica (sic), EU apuntala un sistema autoritario por razones de interés personal". ¿No es lo mismo que ha ejercitado EU en México desde hace varias generaciones?
Haaretz (27/1/11) describe la angustia geopolítica de Israel: "Ministro israelí: el régimen de Mubarak prevalecerá en Egipto a pesar de las protestas". El ministro del gobierno de Netanyahu que pidió el "anonimato (¡supersic!)" sugirió "ejercer la fuerza (¡extrasic!)" para que el "aparato de seguridad retenga el control". Nada nuevo del gobierno de Netanyahu que todo, al estilo de Calderón, lo desea resolver por la vía militar.
Lo mejor: dos días más tarde, las familias de los diplomáticos israelíes en Egipto habían huido en un vuelo especial (Stratfor, 29/1/11).
EU ha pasado al control de daños y optará por el escenario menos nocivo a su interés geopolítico.
Existen varios escenarios (que ulteriormente desglosaremos): desde un golpe militar abierto o subrepticio (con el teniente general Sami Anan) maquillado luego por el "síndrome Honduras" de elecciones teledirigidas, pasando por un gobierno de transición (encabezado por El Baradei o Amer Musa), hasta elecciones "libres" donde los Hermanos Musulmanes pueden descollar.
Su pesadilla: la revolución jomeinista de 1979 en Irán.
Alfredo Jalife-Rahme / La Jornada
La revolución del jazmín del paradigma tunecino expande su aroma juvenil en los cuatro rincones del mundo árabe de 25 países y territorios con 360 millones de habitantes (ver Bajo la Lupa, 16, 19 y 26/1/11).
La revolución del jazmín, una revolución genuinamente juvenil de supervivencia, ha conjugado dos hambrunas (la material y la espiritual) y ha inspirado a los desempleados universitarios famélicos de Jordania, Yemen y Egipto (by the time being): interconectados por las redes sociales y la espléndida cobertura de la televisión qatarí Al Jazeera.
La revuelta (intifada) en Egipto estaba escrita en el muro y solamente faltaba el detonador del paradigma tunecino.
La satrapía de Mubarak ostenta(ba) la peor mezcla de dos infiernos: autocrática en lo político y neoliberal en lo económico. Curiosamente, desde la instalación de la república hace 59 años, que derrocó a la monarquía sostenida por Gran Bretaña (GB), sus únicos cuatro presidentes, todos militares, no han acabado bien (Neguib, Nasser, Sadat y Mubarak).
Antes de su explosión ya existían señales ominosas que no fueron tomadas en cuenta por el ancien régime de Hosni Mubarak –con una satrapía de 36 años (si se agregan sus seis años anteriores como vicepresidente del asesinado Sadat)– en el poder omnímodo de un monopartido, el oficial Partido Nacional (sic) Democrático (sic), cuya sede ha sido incendiada como adelanto del porvenir.
Más allá de su alianza con el hipermilitarismo de EU y GB, además de su apoyo a Israel en su infanticidio de palestinos de Gaza, existieron tres señales fatídicas: 1. protestas de los obreros del delta del Nilo por las alzas de los alimentos en 2008 que condujeron a la creación libertaria del internauta Movimiento del 6 de abril, sin ninguna afiliación política y aliado al grupo de miserables (literal) Kafaya (¡Ya basta!); 2. descarado fraude totalitario en las recientes "elecciones" legislativas, y 3. matanzas, sumadas de su asfixia cultural y política, de los coptos cristianos (10 por ciento de la población).
Si se tardaron los jóvenes egipcios en rebelarse legítimamente, a fortiori, Obama –ya no se diga sus variados antecesores– se demoró mucho más en percatarse de que uno de los óptimos aliados intemporales de EU en la región, el octogenario Mubarak, es uno de los peores déspotas del planeta, quien deseaba colocar de sucesor a su hijo, el banquero Gamal, anterior ejecutivo de Bank of America en Londres, quien se benefició con la ola privatizadora neoliberal.
Egipto se encuentra ante un clásico "fin de antiguo régimen". Las horas de Mubarak están contadas y cantadas, pero, a diferencia de la defenestración del autócrata tunecino Bin Alí Babá, su caída tendrá consecuencias trascendentales en la geopolítica medio oriental que pone en tela de juicio, si no en la picota, al eje EU-GB-Israel-Egipto.
Su trascendencia geopolítica –el más poderoso ejército árabe y décimo lugar militar mundial– radica tanto en representar el puente entre África y Asia como en su posesión del superestratégico canal de Suez, que conecta el mar Mediterráneo al mar Rojo y al océano Índico, donde transita un sustancial porcentaje del petróleo regional.
Egipto, país vibrante y asiento de varias civilizaciones miríficas superpuestas, representa el corazón y la mayor población del mundo-árabe (23 por ciento del total), en su aplastante mayoría juvenil: 60 por ciento menor a 30 años de edad.
La juvenil revolución del jazmín y sus aromas irredentistas epitomiza también una genuina "revolución demográfica" en el mundo árabe, en particular, y en el islámico, en general.
En Egipto, 4.3 por ciento de la población tiene más de 65 años, segmento demográfico al que pertenece Mubarak, con 82 años.
Su recién nombrado vicepresidente (cargo vacante desde que Mubarak accedió a la presidencia hace 30 años), teniente general Omar Suleiman –superespía responsable de los torturadores Mukhabarat (servicios secretos)– tiene casi 75 años, también con patología física (amén de la siquiátrica, consustancial de los verdugos).
El recién nombrado primer ministro, mariscal de aviación Ahmed Shafik, tiene 69 años.
El jefe del ejército (ministro de Defensa en el despedido gobierno de Ahmed Nazif, tecnócrata millonario y de familia monarquista), mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi Soliman, tiene 75 años.
Se trata de una autocracia de bisabuelos (dicho respetuosamente) que reprime y suprime a sus bisnietos con una brecha de tres generaciones: ¡gerontocracia infanticida!
Casi 60 por ciento de los egipcios, de 30 años de edad para abajo, aún no nacía cuando Mubarak accedió, primero a la vicepresidencia y, luego a la presidencia, de lo que se desprende su desconexión mental con la realidad ambiental humana, lo cual le permitió durante dos eternas generaciones la tríada de EU-GB-Israel por conveniencia geopolítica y globalista financierista.
Estoy en total desacuerdo con la tesis muy occidentaloide de que el mundo árabe vive su "momento Berlín". ¡Para nada! Su momento es singularmente tunecino.
La caída del muro de Berlín y su ola libertaria en las antiguas repúblicas soviéticas beneficiaron más que a nadie a EU y a GB. Hoy el caso es al revés: EU y GB pueden sufrir una severa derrota estratégica en Medio Oriente.
Un editorial del británico The Guardian (29/1/11) –que no oculta su preferencia por un gobierno de transición del muy respetado (más que popular) Mohamed El Baradei, premio Nobel de la Paz y anterior director de la AIEA– aduce que "la revolución (sic) amenaza no sólo al régimen de Mubarak sino, también la estrategia que EU y GB han construido en Medio Oriente".
Simon Tisdall (The Guardian, 28/1/11) sustenta que "la Casa Blanca se tambalea en la cuerda floja egipcia", ya que a EU lo que menos le importa es el advenimiento de un gobierno "democrático", sino uno "amigo": más allá de la teoría, "en la práctica (sic), EU apuntala un sistema autoritario por razones de interés personal". ¿No es lo mismo que ha ejercitado EU en México desde hace varias generaciones?
Haaretz (27/1/11) describe la angustia geopolítica de Israel: "Ministro israelí: el régimen de Mubarak prevalecerá en Egipto a pesar de las protestas". El ministro del gobierno de Netanyahu que pidió el "anonimato (¡supersic!)" sugirió "ejercer la fuerza (¡extrasic!)" para que el "aparato de seguridad retenga el control". Nada nuevo del gobierno de Netanyahu que todo, al estilo de Calderón, lo desea resolver por la vía militar.
Lo mejor: dos días más tarde, las familias de los diplomáticos israelíes en Egipto habían huido en un vuelo especial (Stratfor, 29/1/11).
EU ha pasado al control de daños y optará por el escenario menos nocivo a su interés geopolítico.
Existen varios escenarios (que ulteriormente desglosaremos): desde un golpe militar abierto o subrepticio (con el teniente general Sami Anan) maquillado luego por el "síndrome Honduras" de elecciones teledirigidas, pasando por un gobierno de transición (encabezado por El Baradei o Amer Musa), hasta elecciones "libres" donde los Hermanos Musulmanes pueden descollar.
Su pesadilla: la revolución jomeinista de 1979 en Irán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario