miércoles, 19 de enero de 2011

MÁS CRÉDITO DEL FMI A MÉXICO

Rogelio Ramírez de la O / El Universal
Las autoridades mexicanas solicitaron al FMI ampliar la línea de crédito flexible que les había concedido en 2009 y renovado en 2010, pero ahora ampliándola de 47 mil a 73 mil millones de dólares por dos años. La razón esgrimida es que hay riesgos sobre la permanencia de la recuperación estadounidense y una posible crisis de deuda soberana en Europa.
Irónicamente, esto contradice el discurso oficial de que la crisis está superada. Pero aun con esos riesgos, la ampliación a 73 mil millones cuando el Banco de México ha acumulado muchas reservas que ahora llegan a 116,700 millones de dólares, da qué pensar sobre cuáles son los fantasmas que el gobierno quiere espantar con tantas disponibilidades.
Desde luego, sí hay un problema con los cuantiosos activos que los bancos españoles podrían sacar repentinamente de México, así como mucho capital golondrino invertido sólo para aprovechar la mayor tasa de interés de México comparada con la de Estados Unidos.
Nadie está en contra de que las autoridades tomen precauciones, pero hay que advertir que el excesivo capital golondrino es un mal autoprovocado. Por una parte, el gobierno festinó la inclusión de los bonos mexicanos en el índice global de bonos de Citigroup, lo cual trajo consigo masivos capitales de corto plazo. Por la otra, el discurso oficial y las acciones tomadas desde 2009 para fortalecer el peso, incluida la alta tasa de interés, equivalen a mostrar todas las cartas a los especuladores, y, en el colmo, descartar el uso de cualquier medida para frenar las entradas especulativas.
A los especuladores no se les puede culpar de responder si en México se escribe en la pared que el gobierno hará todo para mantener el peso y les pagan altos intereses. Menos aun con los anuncios de esta línea de crédito, pues se desprende que se defenderá al peso contra salidas repentinas de divisas. La seguridad que se da a los especuladores es total, pues podrán entrar y salir de inversiones en pesos sin minusvalías en sus portafolios.
Procurar mantener la estabilidad es correcto, pero al hacerlo no deberían provocarse entradas especulativas masivas, en especial cuando el mundo está inundado de liquidez que busca colocarse en los países que pagan más con el menor riesgo. Por eso, muchos países han reaccionado para frenar estos flujos. Chile y Brasil son los dos últimos ejemplos; en el caso de Brasil, aplicando primero impuestos y ahora un encaje sobre el producto de las ventas en dólares que hagan los bancos al Banco Central.
De ahí que fue apresurado que México descartara en varios foros mundiales el uso de cualquier medida para frenar estos capitales cuando nadie se lo exigió.
Si las cosas salen muy bien, estos capitales habrán causado un peso sobrevaluado que a su vez castigará las exportaciones y, por lo tanto, el crecimiento. Si las cosas salen mal y los capitales se retiran por alguna crisis, México se podría endeudar con el FMI para mantener el tipo de cambio y con ello pagar la salida de los especuladores después de que ya cobraron altos rendimientos.
Como el fin de sexenio se aproxima, es inevitable pensar en lo que haría el nuevo gobierno si el actual le deja un peso sobrevaluado (como el caso de Salinas a Zedillo) o, además, una deuda con el FMI (como le dejó López Portillo a Miguel de la Madrid). En este último caso, el nuevo gobierno tendría que firmar un programa de ajuste y elevar impuestos o bajar el gasto sólo por haber mantenido el peso con deuda externa para pagar la salida de los especuladores.

No parece ser una gran estrategia.



Analista económico




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