El desempleo y el subempleo han sido problemas sistemáticos en México al menos desde principios de los años 80, cuando la economía nacional dejó de crecer como en los tiempos del “desarrollo estabilizador”. Por eso, cuando se anuncian buenas noticias económicas el escepticismo es la reacción inmediata. Tras años de quejas y exigencias simples como que “el gobierno debe crear empleos” los tomadores de decisiones del país tendrían que lograr —ya no quizás una gran reforma— sino simplemente poner el ejemplo en sus trincheras.
Hace una semana el gobierno federal anunció que durante 2010 se crearon más de 730 mil empleos, la cifra más alta en los últimos 14 años. Una buena noticia. Lamentablemente el incremento vino acompañado de una merma en la calidad de los trabajos. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la proporción de trabajadores que ganó más de cinco salarios mínimos bajó de 12% a fines de 2006 a 9% al finalizar el tercer trimestre de 2010. En cambio, en ese lapso aumentó de 20% a 23% la gente que ganó de uno a dos salarios mínimos mensuales. Personas que perdieron sus empleos lo recuperaron, pero ahora ganan menos.
¿Qué se ha hecho al respecto? Después de estallada la crisis internacional, la administración de Felipe Calderón lanzó un plan “contracíclico”, inversión pública sobre todo en el área de infraestructura en comunicaciones. Buena parte de ese presupuesto nunca se ejerció por obstáculos burocráticos o falta de proyectos viables. Poco se sabe de las entidades federativas en la materia. Los municipios se quejaron de su falta de ingresos y los legisladores urgieron como cada año al gobierno federal a que les hiciera propuestas. La iniciativa privada se quedó esperando tiempos mejores.
Cada uno argumenta la falta de capacidad o colaboración del otro para justificar la ausencia de resultados en su ámbito. Y tienen razón en la medida en que ninguno de ellos puede por sí solo levantar al país de su rezago. Haría falta un crecimiento anual del PIB de 5% para dar empleo al millón de jóvenes que año tras año engrosan la demanda laboral. Sin embargo, políticos y empresarios desestiman que en su propia trinchera, sin necesidad de pedir permiso, pueden hacer más.
Nada cambia de fondo que el gobierno federal reduzca el gasto en alta burocracia, que los gobernadores abran sus arcas al escrutinio público, que los municipios cobren el predial que les corresponde, que la banca se comprometa a no vivir sólo de comisiones. Pero todas esas acciones juntas harían una diferencia. ¿Por qué no empezar por ahí? Pequeñas acciones que dan la autoridad moral para exigir lo mismo en el contrario.
Para reconducir la economía de todo un país hace falta liderazgo. Qué mejor forma de construirlo que poniendo el ejemplo.
Fuente: El Universal
Hace una semana el gobierno federal anunció que durante 2010 se crearon más de 730 mil empleos, la cifra más alta en los últimos 14 años. Una buena noticia. Lamentablemente el incremento vino acompañado de una merma en la calidad de los trabajos. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la proporción de trabajadores que ganó más de cinco salarios mínimos bajó de 12% a fines de 2006 a 9% al finalizar el tercer trimestre de 2010. En cambio, en ese lapso aumentó de 20% a 23% la gente que ganó de uno a dos salarios mínimos mensuales. Personas que perdieron sus empleos lo recuperaron, pero ahora ganan menos.
¿Qué se ha hecho al respecto? Después de estallada la crisis internacional, la administración de Felipe Calderón lanzó un plan “contracíclico”, inversión pública sobre todo en el área de infraestructura en comunicaciones. Buena parte de ese presupuesto nunca se ejerció por obstáculos burocráticos o falta de proyectos viables. Poco se sabe de las entidades federativas en la materia. Los municipios se quejaron de su falta de ingresos y los legisladores urgieron como cada año al gobierno federal a que les hiciera propuestas. La iniciativa privada se quedó esperando tiempos mejores.
Cada uno argumenta la falta de capacidad o colaboración del otro para justificar la ausencia de resultados en su ámbito. Y tienen razón en la medida en que ninguno de ellos puede por sí solo levantar al país de su rezago. Haría falta un crecimiento anual del PIB de 5% para dar empleo al millón de jóvenes que año tras año engrosan la demanda laboral. Sin embargo, políticos y empresarios desestiman que en su propia trinchera, sin necesidad de pedir permiso, pueden hacer más.
Nada cambia de fondo que el gobierno federal reduzca el gasto en alta burocracia, que los gobernadores abran sus arcas al escrutinio público, que los municipios cobren el predial que les corresponde, que la banca se comprometa a no vivir sólo de comisiones. Pero todas esas acciones juntas harían una diferencia. ¿Por qué no empezar por ahí? Pequeñas acciones que dan la autoridad moral para exigir lo mismo en el contrario.
Para reconducir la economía de todo un país hace falta liderazgo. Qué mejor forma de construirlo que poniendo el ejemplo.
Fuente: El Universal
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